jueves, 29 de abril de 2010

VENANACIO COÑUEPÁN

EL CACIQUE AMIGO DE LOS BLANCOS

DON VENANCIO COÑUEPÁN

Allá por los comienzos de nuestra vida como aldea y aún años antes, hubo hombres preponderantes de las parcialidades indígenas que fueron valiosos colaboradores de los que en la frontera interior estaban forjando la Patria.

Si bien en general esta zona del Tandil estuvo librada de malones importantes, salvo los de Yanquetruz en 1855-56, las relaciones con los mapuches que barrieron a los antiguos pampas de la zona, no fueron buenas, pese a que Rosas mantuvo pactos-ganado, provisiones y otras prebendas por medio-que permitieron cierta paz, especialmente durante el “imperio” de Calfucurá

Hubo en cambio otros caciques que prestaron valiosos servicios…. Uno de ellos es el que da pie a esta nota. Se trata de Venancio Coñuepán.

La historia de este cacique o lonco, es verdaderamente legendaria.

Nacido en el sur chileno, en la zona denominada Araucanía, más estrictamente el Piuchén, desde el Bio Bio al Tolten, se destacó por ser un valiente colaborador de los hermanos chilenos en su guerra por la independencia.

También conocido como Coñoepán, Coihuepán, Coyhuepán o Benancio a secas, en lugar de Venancio, habría conocido a O’Higgins, según nos cuenta su tataranieto Antonio Coñuepán: “En los tiempos de La Independencia... ¿Yo no sé realmente cómo se comunicaban? ¿ Cómo se comunicó Bernardo O'Higgins con el cacique Venancio Coñuepán? Pero resulta, que mi abuelo decía, que mi tatarabuelo estuvo en el Desastre de Rancagua.

A mí se me transmitió esto a través de mis antepasados, de mi papá y de mi abuelo se me transmitió esto. Y posteriormente nosotros lo comprobamos, porque resulta que O'Higgins le escribía a mi tatarabuelo y esas cartas existen. En un libro escrito sobre La Historia de Chile, ahí, aparece lo que le decía Venancio Coñuepán a O'Higgins. Le decía: “ Pachencha general, pachencha.” Porque esas palabras están escritas ahí. Siempre las han repetido. “Pachencha general, pachencha general.” Porque no sabía pronunciar bien el dialecto huinca. Entonces en vez de decir “paciencia” decía “pachencha.” ( Reproducido por Rigoberto Curivilu, en su nota” El Cacique Venancio Coñuepán y la Independencia” en Revista Ser Indígena del 28-09-2005).

Venancio, que hablaba español, llegó a detentar el grado de Sargento Mayor del Ejército de Chile, participando en el sitio de Chillán, en 1813, a las órdenes de O’Higgins.

Acerca de cómo llegó a nuestro país, existen versiones diferentes. Por un lado están quienes, como su propio tataranieto, afirman que fue por invitación de Rosas, en 1827, que cruzó la cordillera hacia la Argentina, con 900 indígenas y 100 soldados chilenos al mando de Juan de Dios Montero, para luchar contra la banda de los también chilenos hermanos Pincheira y de Calfucurá. Al respecto el relato oral del tataranieto señala:”…una delegación de indígenas de Argentina lo vino a buscar a mi tatarabuelo. Aquí, a este mismo lugar. Tenía su ruca en la parte más alta del campo para dominar todo esto. Incluso, están las huellas de los fosos donde encerraba sus animales.

Entonces llegó la delegación de indígenas argentinos con una comisión de militares de Argentina, enviada de allá. Llegaron aquí, a hablar para que él, hiciera la misión de ir a capturar a Calfucurá, al cacique rebelde. Venancio Coñuepán los recibió en su ruca y les dijo: “Esta noche voy a decidir si voy o no”. Porque el cacique tenía su señal.

En la noche tendió su manta en el corral donde tenía su caballada. Dentro de su caballada había un caballo que sobresalía. Según sus creencias, si ese caballo se echaba sobre la manta le iba a ir bien en la batalla. Hizo lo mismo cuando acompañó a O'Higgins. Entonces se levantó bien temprano y el caballo que él montaba amaneció echado sobre la manta. Y les dijo: “Ahora voy.” Así les dijo. “Vamos a tomar, pues, los acuerdos.”

Ahí llegaron a acuerdo. La comisión le dijo: “Esto es lo que manda a decir el general Rosas. Mandó a decir si usted iba y capturaba a Calfucura, allá se le va a pagar. Va a ser beneficiado”. Curiosa noticia cargada de subjetivismo y de costumbres ancestrales…

Por otra parte, otra versión indica que” (...) el cacique Melipán con un sargento de la República de Chile, llamado Venancio y un teniente Juan de Dios Montero con 1.000 indios y más de 30 soldados se hallan a cien leguas de la Sierra de la Ventana. El gobierno chileno los ha enviado a perseguir a los que desbaratan la provincia de Concepción. Han venido con otros caciques... pero no creyéndose suficientes, piden auxilio lo que forma el objeto de su misión”.

En ese sentido, la investigadora Silvia Ratto nos comenta:” El ingreso e instalación de Venancio Coñuepan en las pampas ha sido exhaustivamente estudiado por Daniel. Villar y J .F. Jiménez. Los autores consignan que Venancio, cacique mapuche originario de Piuchén ingresaría a las pampas a mediados de la década de 1820 integrando una coalición que reconocía tres bloques definidos: uno conformado por soldados chilenos y liderado por Juan de Dios Montero y dos grupos indígenas uno de los cuales se encontraba bajo las órdenes de Venancio. Este contingente estaba conformado principalmente por hombres de pelea ya que el objetivo declarado del mismo era atacar a los hermanos Pincheira que habían cruzado la cordillera. La escasez de mujeres y la falta de alimentos para sostener un grupo tan numeroso (las estimaciones de distintos autores mencionan un millar de personas) frustró la posibilidad de establecer una base territorial propia y de generar una estrategia de reproducción. La presión de otros grupos, particularmente de la coalición Pincheira-boroganos aceleró la ruptura de la alianza. Mientras un sector indígena regresó a Chile, los otros "resignan su autonomía y refuerzan un acercamiento a los blancos".

Lo cierto es que luego de combatir en la zona del río Colorado, el 8 de agosto de 1828 el comandante de nuestro Fuerte Independencia ( Tandil), coronel Ramón Estomba, informó al Gobierno de Buenos Aires sobre la llegada de Coñuepán a esta zona serrana. En relación a don Venancio, Félix Weimberg-autor del “Manual de Historia de Bahía Blanca”-nos dice: “Unido a la empresa de Estomba dejó su lugar en Tandil, donde se encontraba, y permaneció en las cercanías de la nueva población sobre el arroyo Napostá, atrás de la Loma Paraguaya. Se mantuvo allí en calidad de indio amigo durante ocho años, en los que intervino en numerosos encuentros contra tribus rebeldes.”.

Acompañó al ingeniero Narciso Parchappe, adelantado a la zona de la Bahía Blanca y quien trazaría los planos de la Fortaleza que daría origen a la ciudad bahiense. Acerca de Venancio nos dice: A nuestro arribo el cacique Venancio había enviado un mensaje a su lugarteniente Montero, acampando con el resto de su gente en las cercanías del río Colorado; llegó, al anochecer, acompañado de un enviado del mismo Montero. Estos indios nos informaron haber visto nueve hombres a caballo en dirección a la Cabeza de Buey; los suponían espías o vanguardia de indios enemigos, que aseguraban venían en gran número con intención de atacarnos y de oponerse, con todo su poder, a nuestra instalación, mirada por ellos como una usurpación a sus posesiones; lo anunciaban, además como conocedores de nuestra poca fuerza y no ignorando que el resto de la expedición no llegaría hasta pasado un tiempo. Lo que parecía justificar las precauciones e indicar un peligro real era que el cacique Venancio parecía atemorizado; reunió en asamblea a todos los suyos y mantuvo consejo durante toda la noche. Nuestra posición parecía tornarse más crítica y despachamos al día siguiente, un expreso al coronel Estomba instándolo a apresurar la marcha y de a enviarnos refuerzos de tropa.”

Venancio estuvo junto a Estomba en la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina, luego Bahía Blanca, el 11 de abril de 1828, obteniendo el grado de teniente coronel del Ejército nacional otorgado por el gobernador Manuel Dorrego, quien al respecto nos dice: “…al Sargento Mayor don Venancio Coihuepán, he tenido a bien nombrarlo como le nombro Teniente Coronel en Guerra al servicio de la Patria. …El coronel Estomba me previno que debía partir el 12, acompañado de una escolta de treinta hombres y del cacique Venancio con los suyos, para hacer un reconocimiento preliminar de Bahía Blanca a fin de resolver... y elegir, por adelantado el sitio donde debía comenzar a formarse el establecimiento”.

Coñuepán y sus seguidores aceptaron la invitación de establecerse en la zona de la flamante Fortaleza Protectora Argentina y los soldados chilenos se incorporaron al ejército de Buenos Aires, quedando Montero en la Fortaleza.

A poco de levantada la misma, el 25 de agosto de 1828, fue atacada por Pablo Pincheira y sus aliados indígenas, participando en la defensa Venancio Coñuepán y el citado capitán Montero. Así lo deja documentado el mismo Estomba, al decir: En la madrugada del 25 del actual vinieron los bárbaros a estrellarse contra la Fortaleza, en numero de 400 a 450 hombres, entre ellos como 100 de tercerola; teníamos avisos anticipados y los esperamos desde medianoche; hice formar fuera a caballo la tropa disponible, en su totalidad 130 hombres y con los indios amigos del cacique Venancio y el capitán Montero, salimos a encontrarlos; ellos aguardaban y resistieron la carga pero el fuego de una pieza que sacamos con nosotros los hizo retirarse, después de haber dejado en el campo 8 a 10 hombres”

La campaña militar de Rosas, dirigida contra los indios maloqueadores , en el año de 1833, representó para Coñuepán y su tribu, que colaboraron con el Restaurador, una buena oportunidad para pasar la cordillera y volver a sus antiguas tierras, ya que en 1832 la banda de los Pincheira había sido definitivamente eliminada y Chile y Argentina habían consolidado su independencia. Su misión y su promesa estaban cumplidas, pero Venancio no regresó.
Luego de la masacre de boroanos perpetrada por Calfucurá en Masallé el 9 de septiembre de 1834, Coñuepán participó con 60 lanzas junto a los boroanos sobrevivientes y con tropas de la Fortaleza Protectora Argentina al mando del Cnel. Francisco Sosa, en la persecución de Calfucurá, que fue obligado a huir.

Cuando el boroga Cañiuquir proyectó una invasión y una partida de soldados fue atacada, el coronel Francisco Sosa, comandante de la Fortaleza, dirigió contra ellos dos avances de la guarnición de blandengues de la Fortaleza Protectora Argentina el 22 de marzo y el 26 de abril de 1836. Coñuepán participó en los ataques con sus 200 auxiliares indígenas y los 270 hombres del cacique Meligur, derrotándolos en las tolderías de Cañiuquir en el arroyo del Pescado y en Lanquillú en las proximidades de la actual ciudad de 9 de Julio, matando a 650 borogas , entre ellos al cacique Cañiuquir, que fue degollado, tomando 900 prisioneros y rescatando el ganado y los cautivos.

El 24 de agosto de ese año, Calfucurá, como represalia, lanzó un feroz ataque a la Fortaleza y produjo bajas y llevó cautivas, los soldados combatieron junto a los hombres de Venancio, quien era considerado traidor por boroganos y el mismo Calfucurá, por la muerte de Cañiuquir, aunque como sostiene Weimberg “ los documentos demuestran lo contrario”

Al regresar a la fortaleza unos 800 auxiliares aliados se sublevaron, mataron a cuantos cristianos encontraron, entre ellos dos oficiales y 70 soldados, y apresaron a Venancio Coñuepán, quien luego murió ese mismo año, en situación poco clara.

Acerca de la confusa muerte de Venancio, no todas las versiones son coincidentes. La citada autora S. Ratto nos informa; “Poco tiempo después, producido el ataque de Masallé sobre la tribu borogana y producto de la dispersión de la parcialidad, un sector con aproximadamente 300 indios de pelea negoció su incorporación al grupo de amigos de Bahía Blanca inmediatos a Venancio. La relación entre los boroganos y la familia de Venancio era de extrema rivalidad y se remontaba a la época de la "guerra a Muerte" en Chile. La alianza gestada sobre esta base sería totalmente inestable y apenas dos años mas tarde su produjo una cuenta sublevación de los indios amigos inmediatos al fuerte y dirigida por los boroganos, en el cual fue asesinado el cacique Venancio”.

Después de ocho años en las pampas, la magia imponente de las llanuras, sus rebaños y los honores, contribuyeron en la formación de una nueva perspectiva en él, sus hijos y sus seguidores, que decidieron quedarse en forma definitiva. Venancio murió como había vivido haciendo honor a su condición de patriota e indio amigo, fiel a su palabra empeñada en los tratados, Fueron años en los que se ganó un nombre y el aprecio por su valentía y sus servicios.

Aquí había recalado en su calidad de tribu amiga, según lo establecido por Rosas en 1831, para la luego conocida como “etapa del negocio pacífico”, en la cual se señalaba como lugares de asentamiento, los cercanos a los fuertes.

Los espacios asignados por Rosas a las parcialidades, no coincidían con el patrón de su subsistencia, porque el pastoreo del ganado y su caza, necesitaba de movimientos permanentes. Así lo expresaba el comandante del Fuerte Independencia, la indiada de las inmediaciones no quería estar reunida como se preveía "por tener sus majadas de ovejas y algunas vacas, sino que andan en continuo movimiento buscando los mejores lugares en los dos arroyos que corren a uno y otro lado del fuerte y seguramente hasta una legua de distancia a diferentes lados hay tolderías apostadas". Los mismos caciques solicitaban el traslado de su tribu por el avance de las estancias así, por ejemplo, nuestro personaje, el cacique Venancio Coñuepán cuando estaba asentado en inmediaciones del arroyo Azul pidió trasladarse a Bahía Blanca porque el crecimiento del pueblo estaba "invadiendo las tolderías".

Es interesante conocer en qué condiciones se encontraban las tribus de la zona, entre ellas las de los famosos Catriel, Cachul y el mismo Venancio. Sabemos por los estudios de Ratto (2005), que “El cacique Venancio, por ejemplo, recibía de manera regular 1.000 pesos en billetes de 20 y de 10 pesos, entrega que debía realizar el comandante del fuerte de Bahía Blanca ";a solas para que no lo sepan los demás indios"; y 6 reses personales para su consumo . Gracias a éstos y otros regalos, Venancio dejaría como herencia para su hijo Ramón la cantidad de 1.000 pesos metálicos en diferentes monedas (505 patacones, 301 bolivianos, 80 peruanos, 43 patrios, 19 mexicanos, 4 españoles de rostro, 13 chilenos, 13 macuquinos cordoncillos y 33 cortada y ropa y aperos por valor de 2.499 pesos”.El grupo que respondía al cacique chileno Venancio fue un ejemplo típico de rápido crecimiento de población merced a la incorporación de nuevos contingentes”

Hasta aquí llegamos, amigo lector de Tiempos, queríamos dejarle una breve, pero demostrativa noticia de algunos olvidados de nuestra historia y en este caso elegimos a Venancio Coñuepán, el “cacique amigo de los blancos” que hoy es recordado con el nombre de una calle y de un paraje en Bahía Blanca, escenario de algunas de sus hazañas.

DANIEL EDUARDO PÉREZ

lunes, 19 de abril de 2010

ABOGADOS DEL GAUCHO

LA CAUSA DEL GAUCHO
CUATRO ABOGADOS DE LUJO PARA SU DEFENSA
Estrada, Barros, Oroño y Hernández


En este capítulo queremos brindar una mirada sobre un tema que ha sido básico en la historia de la frontera interior-entre la que se cuenta la de Tandil-como es la situación el gaucho en aquellas épocas, no tan remotas, en que nuestro personaje de hoy fue central.
Para ello no podemos prescindir de testimonios de políticos e intelectuales de fuste porque resumen más que muchos de los ensayos y trabajos sobre este tema. Y si ellos son nada menos que José Manuel Estrada, Álvaro Barros, Nicasio Oroño y José Hernández, quedamos eximidos de mayores comentarios.
Después de la batalla de Caseros, comenzaron a levantarse voces que abogaban por el mejoramiento de la situación del gaucho que, como peón de campo y defensor de nuestras fronteras interiores, había dado tanto y sin embargo padecía el olvido de la legislación y hasta el agravio a su condición de persona.
Será 1869 un año clave a partir del cual estas voces tendrán como intérpretes incuestionables a los argentinos ilustres que hemos citado.
En “La Revista Argentina” de ese año, apareció el famoso alegato de José Manuel Estrada ( ver aparte) titulado “La campaña”, en el que efectúa una encendida defensa de la denominada”campaña” como contrapuesta a ciudad y para la cual no existían en la práctica los derechos igualitarios que una democracia republicana supone, señalando además la falta de representatividad en las Legislaturas, el sometimiento que significaba la omnipotencia de la figura del Juez de Paz y el estado de paria en que vivía el gaucho.
Estrada afirmaba entonces:” En el gobierno republicano toda autoridad viene del pueblo, que la confiere directa o indirectamente a sus mandatarios. Ahora bien, ¿ la campaña es representada en nuestras Legislaturas y sus habitantes tienen parte en la institución de los poderes públicos? Créalo el que pueda, pero sólo hablando metafóricamente podríamos decir que sí.
En la ciudad, cualesquiera que sean los manejos facciosos que adulteran la autenticidad del sufragio, recae a lo menos su resultado sobre personas que regularmente gozan de cierta notoriedad, accidental a veces, pero casi siempre bastante para cubrir las apariencias y dar verosimilitud a la elección. Las elecciones de la campaña, por el contrario, no solamente carecen de verdad, sino que carecen hasta de verosimilitud”. Más adelante Estrada agrega: “Los ciudadanos de la campaña deben ser representados en la Legislatura: esto es claro. Los abogados o los médicos que jamás han salido de la ciudad, si no es para veranear, no pueden representarlos. Luego deben ser representados por los vecinos mismos de la campaña; y si ellos no pueden representar nuestras vanidades, comprenderemos su dificultad en que esto es un mal, condición que se reconoce, que es un mal necesario.
En suma: el sistema representativo existe en la ciudad, no existe en la campaña”
En relación a las funciones de los Jueces de Paz, Estrada es duro y contundente en sus expresiones acerca de los excesos a que conllevaban sus poderes casi omnipotentes y así lo expresa en el citado artículo diciendo: “ Los poderes públicos, efectivamente, se ponen en contacto con los individuos por medio de magistrados, cuyas atribuciones esencialmente despóticas, refunden las de dos departamentos gubernamentales: el ejecutivo y el judicial.
El Juez de Paz, administrador, juez, comisario de policía, municipal con dos votos en el concejo, irresponsable como un mandarín, agente nato de todos los poderes del estado, es la única autoridad positiva y real en la campaña.
La más afortunada de todas las poblaciones de campaña es aquella que posee un Juez de Paz más indolente. Su actividad es temible como la de todo poder despótico. Los súbditos, y usamos adrede esta palabra, los súbditos de un Juez de Paz progresista, veránse convertidos en peones gratuitos de la Municipalidad, más claro, veránse condenados a trabajos públicos si galopan por las calles, si juegan a la taba, si extravían su papeleta de la guardia nacional, o si comete una falta correccional cualquiera, cuya pena altera con un salomonismo audaz el reyezuelo local, en el doble intento de moralizar su grey, y economizar los fondos del municipio, a pesar de las leyes y a pesar de su deber”.
Su defensa del gaucho se hace clara y pone asimismo de manifiesto su conocimiento e interés por el tema económico de la distribución de la tierra y las técnicas de pastoreo, expresando: “ El gaucho no puede ser propietario por más de una causa ; 1º) porque no es capaz de trabajo asiduo, y no lo es el gaucho, porque los estancieros no quieren poner interinos hasta la citación, y porque, aún en caso de ser admitidos, mal podrían ,sin el don de ubicuidad, estar a la vez en el conteinfente ¿?? Y en el rodeo; 2º) porque no existe en la campaña la pequeña propiedad ni puede existir, mientras el físico sea avaro, mientras se necesita una legua de campo para pastorear mil ovejas, y tanto será preciso hasta que el hombre no aprenda a convertir en manía su propio sudor.
Y aquí es el caso de repetir que gaucho quiere decir paria.”
La sinonimia de Estrada gaucho-paria, resulta, por provenir precisamente de un líder indiscutible e insospechado del catolicismo argentino, dramática y vergonzante de la dignidad.

Otro argentino destacado de nuestra historia, el santafesino Nicasio Oroño ( ver aparte), gobernador de su provincia y senador de la Nación, fue un promotor de numerosas medidas verdaderamente precursoras en el país, llamado por algunos autores el “Rivadavia cívico”, es el autor de una pieza antológica en la defensa del hombre de nuestro campo, cuando en su célebre discurso ante el Senado, del 8 de octubre de 1869, pronunció palabras que recogería luego, entre otros, el mismísimo José Hernández.
En referencia al trato que se dispensaba al gaucho en esos tiempos, nos dice: “Parece que el despotismo y la crueldad con que tratamos a los pobres paisanos, estuviese en la sangre y en la educación que hemos recibido. Cuando ven al hombre de nuestros campos , al modesto agricultor, envuelto en su manta de lana., o con su poncho a la espalda, les parece que ven al indio de nuestras pampas, a quien se creen autorizados para tratar con la misma rudeza e injusticia, que los conquistadores empleaban con los primitivos habitantes de América”.
Refiriéndose, a los servicios que el gaucho-soldado prestaba en la frontera interior, Oroño profundiza su análisis y ataca duramente el régimen personalista y abusivo de algunos jefes, cuya conducta iba en detrimento, no sólo de esos servicios, sino de la esencia misma de la disciplina interna del ejército, al decir: “ Se consulta, además, la justicia, pues no hay razón para mantenerlos perpetuamente en el servicio, cuando han cumplido todos ellos su tiempo. Si el enganche tiene inconvenientes entre nosotros, si hay repugnancia en el hijo del país engancharse, es porque tiene por antecedente el error o lo arbitrario. Contratados por un año, dos o tres, se les ha tenido a la fuerza diez, quince y veinte, cometiendo una injusticia monstruosa, e introduciendo la desmoralización cuando debiera ser la base de la formación de todo cuerpo de línea la más estricta moral.
Estos errores nos han dado por resultado también que el soldado, en vez de considerar al campamento como su hogar, lo mire como la cárcel adonde va a purgar un delito que no ha cometido; en vez de abrigar la convicción de que va a prestar un servicio a la patria, sabe de antemano que va a servir de peón de alguna estancia, a trabajar sin paga y sin vestido a ser tratado como se trata en el Brasil a los infelices negros por sus crueles y exigentes señores!”
Al igual que Estrada, Oroño promociona la necesidad de dotarlo de tierras o favorecer su acceso a ellas, cuando dice: “ En nuestro concepto, es necesario arreglar las cosas de manera que el gaucho pobre, padre de familia, y que el inmigrante extranjero deseoso de establecerse en estos países, trayendo del suyo limitados o ningunos recursos pecuniarios, encuentren acomodo, a la vez que una propiedad en que puedan levantar techos y plantar árboles, cuyos abrigos sean suyos y constituyan la herencia de sus hijos”.
Más delante Oroño agrega: “ Los hijos del país tienen igual aspiración y hoy más que nunca, que han empezado a saborear la dulce y legítima satisfacción que produce el bienestar conquistado por el trabajo y la adquisición de bienes que nadie les puede arrebatar”.
Oroño alerta también acerca de la necesidad de llegar a una indispensable igualdad en bien de la paz, el progreso y la libertad, diciendo con duras palabras: “¡Y se extraña que el gaucho sienta adversión contra el hombre acomodado!. Confieso que no puedo presenciar estos hechos sin conmoverme. Yo deseo, por honor de mi país, por el crédito de su gobierno, en el interés de la paz pública, y de los grandes intereses de progreso y de la libertad, que tales hechos no se repitan.
“Estamos proclamando por todos los medios posibles las felices condiciones y ventajas que nuestro país ofrece para el poblador inteligente, la libertad que se goza y el respeto a los derechos; y esa libertad tan decantada jamás la han saboreado los pobres. La libertad es para los ricos, para los pobres el desprecio, la opresión y la injusticia”.

Por su parte el ilustre fundador de Olavarría, el coronel Álvaro Barros ( ver aparte), senador y gobernador de Buenos Aires, diputado y también primer gobernador de la Patagonia, conocedor profundo de la vida de fronteras, en las que sirvió virilmente, en 1872, publicó su obra “Fronteras y territorios federales de la pampa sur”, donde expresa-con la autoridad conferida por su trayectoria- su pensamiento acerca del problema de injusticia ciudadana, apoyándose- como él mismo manifiesta- en “opiniones más autorizadas” , transcribiendo conceptos del ya citado político santafesino Nicasio Oroño, sobre todo de su folleto “Consideraciones sobre fronteras y colonias”, aparecido en 1864.
Allí es donde se refiere al comportamiento político en los siguientes términos: “ La indolencia de los pueblos en la gestión de los negocios que son de su interés exclusivo, trae siempre por resultado el desvío de los gobernantes en el cumplimiento de sus deberes más sagrados”. Más adelante reprocha la tardanza en encarar la conquista del aún inconquistado “desierto”, expresando: “ Si los gobiernos de la República Argentina comprendieran, que mejor que ocuparse de la política irritante y sin trascendencia, es tratar estas cuestiones que tan inmediatamente se relacionan con el progreso y bienestar de los pueblos, buscándoles una solución conveniente, no nos encontraríamos hoy, después de 58 años de vida independiente, discutiendo todavía sobre el mejor sistema para dominar el desierto.”
Al coronel Barros tampoco le fue indiferente la vida del heroico soldado de nuestra frontera y testimonia con la autoridad que le concede su grado militar: “ Entre tanto volvamos la vista hacia el soldado: el pago demora cuando menos seis meses, y cuando más tres años. Esto agregado al mal tratamiento que experimenta en los cuerpos, en diversos sentidos, induce a los hombres a la deserción y la impunidad que los desertores alcanzan, induce a muchos hombres malos a engancharse con la intención de desertar luego que reciben la primera parte de la cuota y el número de desertores que hay en los cuerpos del ejército cada año es por eso asombroso.
Hay que advertir que sólo los extranjeros ocurren al enganchaje; el hombre del país, el campesino ignorante, condenado a vivir eternamente en el ejército, sin saber lo que dice La Barre Dupurq o Luigi Blanch, profesa sus doctrinas y no se vende jamás.
Los extranjeros son absolutamente inútiles en el servicios de la frontera y sin embargo allí son remitidos.”
Adelantándose a su tiempo y con una vigencia casi visionaria, Barros expresa: “Entretanto, si necesario es un ejército para la seguridad interior, muy prudente es pensar en tener en él una base con qué hacer frente más tarde a los que pudieran pretender fijar los limites de nuestras fronteras exteriores donde su insaciable ambición de tierras ajena queda satisfecha.
Pero para tener ejército, indispensablemente es pensar en darle una verdadera organización,
es indispensable una Ley de reclutamiento a la vez que un reglamento bajo el cual haya
de darse una organización verdadera, posible y durable a los hombres reclutados.
Pero es necesario ante todo hacer una administración responsable, seria, que ni aún
con la inercia autorice al abuso, que lo persiga desde sus apariencias hasta encontrar,
su realidad, que sepa reprimirlo, y que le prevenga con el sistema y por los medios
reconocidos y consecuencias con los principios de la ciencia administrativa.”
La situación de los hombres en los fortines de entonces era crítica, de tal manera que hasta el gobernador Emilio Castro, en carta el Ministro de la Guerra, Martín de Gainza, el 31 de octubre de 1871,-que Barros transcribe-decía: “ Es doloroso ver cómo son tratados esos infelices a quienes les toca hacer el servicio en la frontera. Estoy seguro que ele procedimiento observado por los jefes de frontera no es arreglado a las disposiciones del gobierno, ni en cuanto a la ropa, ni mucho menos en cuanto a la alimentación y raciones de entretenimiento.
Te llamo, pues, la atención sobre este asunto y no dudo que pondrás remedio a este escándalo”
Ya Barros seis años antes había verificado personalmente tal circunstancia y la había documentado diciendo: “Llegué allí el 1º de agosto de 1865, y al día siguiente me recibí del mando de la frontera.
La guarnición constaba de 400 hombres de la Guardia Nacional, y se hallaban en el más lastimoso estado de miseria. Sin armas suficientes, sin monturas, escasos de caballos y sin nada en fin. No sólo de aquello indispensable para las operaciones que requería la defensa, sino de aquello indispensable para que los hombres pudiesen soportar el rigor de las estaciones.
Comuniqué al gobierno mi situación, pedí armas, vestuarios y caballos, pero como no era posible que me fuesen remitidos antes de dos o tres meses, después de repartir mi ropa de uso entre los soldados más desnudos, mandé traer del Tandil 200 blusas y 200 pantalones de brin, que existían en depósito, y aquellos desgraciados, al recibir aquellas piezas, en todo el rigor del invierno, se consideraron confortablemente ataviados, para resistir lluvias y nevadas.”
El protagonista de todas estas desventuras era el gaucho y concretamente a él se refiere Barros en una denuncia que es en sí misma un alegato sobre el derecho a la dignidad humana de nuestro “caballero de las pampas”.
“El indio mezclado que lleva la mayor parte de sangre europea, el gaucho en fin, el hijo de la civilización y la conquista-dice Barros-ese no es más feliz, más adelantado, ni más considerado que el indio del desierto.
Esa es la víctima de las pasiones del hombre civilizado, es una parte del material de guerra, es la masa bruta de los contingentes para la guerra, es el paria perseguido en todas partes, azotado en el ejército, atado al palo por mandato de los jefes jenízaros, llamados a nuestros ejércitos modernos por los nuevos Césares, es el esclavo de todos, y cuando sacude el yugo suele ser el bandido feroz que ejerce su venganza en la familia extranjera sin respetar edad ni sexo.”
Estimado lector, queremos cerrar este capítulo con quien llevó a su cúspide la poesía gauchesca, pero además fue un profundo conocedor del hombre que le dio pie para su obra maestra. Nos referimos, claro está, a José Hernández ( ver aparte).El inmortal autor del Martín Fierro fue además un lúcido y apasionado político de su época y su obra es un” llamado de atención, un canto alto y argentino de justicia y de solidaridad”.
Su alegato, que resume tal vez el pensamiento de los próceres que hemos citado en esta nota, está en dos líneas:
“los hermanos sean unidos
porque esa es la ley primera”
La lectura profunda y serena del Martín Fierro es hoy tan necesaria como ayer y su vigencia durará mientras exista un “gaucho”, un argentino, que busque comprensión y respeto por las leyes y la dignidad,
En “El Río de la Plata” asumió su defensa y como Oroño-quien también influyó notoriamente en su pensamiento-propició la distribución gratuita de la tierra pública en pequeños lotes para evitar que “ el gaucho ande errante donde la muerte lo lleve”.
.Mucho antes que otros, que se adjudicaron luego en el siglo XX y aún hoy, la frase, convirtiéndola casi en un eslogan, Mariano Moreno en 1809 decía: “No puede ser verdadera ventaja de la tierra la que no recae inmediatamente en sus propietarios y cultivadores”.
Hernández ratifica ese pensamiento y dice que los gauchos “ no sólo deben salvar a la campaña de las invasiones de los indios, sino que deben fructificar la tierra que pueblan, apropiándola a su existencia y bienestar”. Estimando que “ si nuestros gauchos, si los que vagan hoy sin ocupación y sin trabajo. Obtienen además del salario correspondiente, un pedazo de tierra para improvisar en él su habitación, y los instrumentos necesarios. Se lo liga más y más a la defensa de la línea fronteriza porque ya no serán sólo los intereses extraños los que ampararían sino sus propios intereses”
Más actual imposible, aquí y en cualquier parte del planeta…
La pintura que Hernández hace del gaucho es dramática y lamentablemente veraz:

Para él son lo calabozos,
Para él las duras prisiones,
En su boca no hay razones
Aunque la razón lo sobre,
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.

¿No le parece que lo dijo hoy? O no…
Como Oroño, marca también la diferencia con el hombre de la ciudad, cuando nos dice:
El campo es del inorante
El pueblo, del hombre estruído.
Yo, que en el campo he nacido,
Digo que mis versos son,
Para los unos…sonidos
Y para otros…intención.

Canta el pueblero…y es pueta;
Canta el gaucho… y ¡ ay, Jesús!
Lo miran como avestruz;
Su inorancia los asombra;
Mas siempre sirven las sombras
Para distinguir la luz.

También el tema del fortinero, que vimos en Barros, es tema de don José:

Siempre el mesmo trabajar,
Siempre el mesmo sacrificio,
Es siempre el mesmo servicio,
Y el mesmo nunca pagar.
Siempre cubiertos de harapos,
Siempre desnudos y pobres,
Nunca le pagan un cobre
Ni le dan jamás un trapo.
Sin sueldo y sin uniforme
Lo pasa uno aunque sucumba;
Confórmase con la tumba
Y si no… no se conforma

Pues si usté se ensorbebece
O no anda muy voluntario,
Le aplican el novenario
De estacas… que lo enloquecen.

Andan como pordioseros,
Sin que un peso los alumbre,
Porque han tomao la costumbre
De deberle años enteros.

Y agrega más adelante:

De ese modo es el pastel,
Porque el gaucho… ya es un hecho,
No tiene ningún derecho,
Ni naides vuelve por él.

¡Lo tratan como a un infiel!
Completan su sacrificio
No dándole ni un papel
Que acredite su servicio.

Y tiene que regresar
Más pobre de que se jue,
Por supuesto a la mercé
Del que lo quiere agarrar.

Estrada, Oroño, Barros y Hernández bregaron en su tiempo por los derechos de sus hermanos gauchos a quienes veían desprotegidos y en peligro de extinción, por eso creemos que una relectura del final del poema hernandiano es indispensable hoy-aunque la transcripción parezca larga y hasta obvia-porque sus dos últimas sextillas son de una indiscutible vigencia y con su sabiduría, mucho podrán ayudarnos en estos momentos en que los argentinos parecemos disgregados y con una necesidad insoslayable de reconciliarnos entre nosotros mirando hacia delante.
Nos decía don José, hace… años

Vive el áquila en su nido, Y en lo que esplica mi lengua
El tigre vive en la selva, Todos deben tener fe:
El zorro en la cueva agena, Así, pues, entiéndanme,
Y, en su destino incostante, Con codicias no me mancho:
Solo el gaucho vive errante No se ha de llover el rancho
Donde la muerte lo lleva. En donde este libro esté

Es el pobre en su orfandá Permítanmé descansar
De la fortuna el desecho, ¡ Pues he trabajado tanto!
Porque naides toma a pecho En este punto me planto
El defender a su raza; Y a continuar me resisto:
Debe el gaucho tener casa Estos son treinta y tres cantos,
Escuela, iglesia y derechos. Que es la mesma edá de Cristo

Y han de concluir algún día Y guarden estas palabras
Estos enriedos malditos; Que las digo al terminar:
La obra no la facilita En mi obra he de continuar
Porque aumentan el fandango Hasta dársela concluida,
Los que están, como el chimango Si el ingenio o si la vida
Sobre el cuero y dando gritos. No me llegan a faltar.

Mas Dios ha de permitir Y si la vida me falta,
Que esto llegue a mejorar, Ténganló todos por cierto Pero se ha de recordar Que el gaucho, hasta en el desierto,
Para hacer bien el trabajo Sentirá en tal ocasión
Que el fuego pa calentar Tristeza en el corazón
Debe ir siempre por abajo. Al saber que yo estoy muerto.

En su ley está el de arriba Pues son mis díchas desdichas,
Si hace lo que le aprovecha; Las de todos mis hermanos;
De sus favores sospeche Ellos guardarán ufanos
Hasta el mesmo que lo nombra: En su corazón mi historia;
Siempre es dañosa la sombra Me tendrán en su memoria
Del árbol que tiene leche. Para siempre mis paisanos.

El pobre al menor descuido Es la memoria un gran don,
Lo levantan de un sogazo; Calidá muy meritoria:
Pero yo compriendo el caso Y aquellos que en esta historia
Y esta consecuencia saco: Sospechen que les doy palo,
El gaucho es el cuero flaco, Sepan que olvidar lo malo
De los tientos para el lazo. También es tener memoria.


Mas naides se crea ofendido,
Pues a naides incomoda:
Y si canto de este modo
Por encontrarlo oportuno,
NO ES PARA MAL DE NINGUNO
SINO PARA BIEN DE TODOS


Nr: La negrita es nuestra

Apreciado y perseverante lector, creemos que los versos de don José lo dicen todo: de lo que fue la historia del gaucho y de lo que es hoy, sí hoy, la historia de muchos que como aquellos, no tienen rancho ni escuela, ni palenque donde rascarse, porque lamentablemente parece que sigue siendo necesario tenerlo también hoy, como ayer, así como hacerse amigo del juez y no darle motivo de qué quejarse… En fin , pareciera que somos hijos del mito del eterno retorno…

NOTAS
JOSÉ MANUEL ESTRADA
Nació en Buenos Aires el 13 de julio de 1842. Desde joven se dedicó a la educación y a la defensa de su acendrado catolicismo. Alcanzó cargos importantes, entre ellos Jefe del departamento General de Escuelas en 1869. Fue diputado, periodista, Director de Escuelas Normales y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Rector del Colegio Nacional, Presidente de la Acción Católica y Ministro Plenipotenciario en Paraguay , designado por el Presidente Luis Sáenz Peña. Allí falleció el 17 de setiembre de 1894. En su homenaje ese día se celebra el Día del Profesor.

NICASIOOROÑO
Nació en Coronda (Santa Fe) el 20 de julio de 1825. Se alistó como militar en Caseros. Fue administrador de la Aduana, diputado y luego Gobernador de Santa Fe, senador en 1866 y en 1902 nuevamente diputado por su provincia, cargo en el que falleció el 12 de octubre de 1904.

ÁLVARO BARROS
Nació en Buenos Aires en 1827. Emigró junto a su familia a Montevideo en el gobierno de Rosas. Participó en las luchas intestinas y en la frontera sur contra los araucanos. Fue Presidente del Senado, asumiendo por su cargo la gobernación de Buenos Aires en 1874 durante el levantamiento de Mitre. Fue electo diputado nacional en 1876 y primer gobernador de la Patagonia en 1879.En su carrera militar llegó al grado de Coronel, falleciendo el 13 de enero de 1892. Dejó, entre otros, su famoso libro “ Fronteras y Territorios federales de la Pampa Sud”.


JOSÉ HERNÁNDEZ
Nació el 10 de noviembre de 1834. Participó de los enfrentamientos entre unitarios y federales., prestando diversos servicios en el ejército y luego como taquígrafo del Senado.. Fue famoso por sus enfrentamientos con Sarmiento que lo llevaron al exilio. En 1872 publicó el “Martín Fierro” y en 1879 fue electo diputado provincial editando” La Vuelta del Martín Fierro”.. En 1885 fue electo senador. Su preocupación por el gaucho y el hombre de campo, con los que se sentía identificado ,la mantuvo hasta su muerte, acaecida el 21 de octubre de 1886.

Daniel Eduardo Pérez

sábado, 17 de abril de 2010

ANTIGUOS VECINOS DEL TANDIL

ANTIGUOS VECINOS Y PRIMERAS DEMARCACIONES DEL TANDIL

Nuestra rica historia tandilense ofrece siempre posibilidades de encontrar temas poco explorados para poder cumplir con nuestro especial objetivo de difundir sus aspectos, siempre interesantes y que contienen enfoques que, en muchos casos, nos sirven para entender o explicar el presente.
Uno de ellos es el de la división de las tierras en el partido y la traza de lo que luego fue el pueblo primero y la ciudad después.
En ese sentido debemos-entre otros.-a dos recordados amigos y maestros de la Historia, como fueron Juan Carlos Vedoya y Carlos Funes Derieul, el haber efectuado hace ya treinta años, trabajos pioneros al respecto.
Comenzando por el partido, debemos recordar que muy tempranamente fueron concedidas en enfiteusis grandes extensiones de tierras, destacando a hombres como Pedro Burgos (luego fundador de Azul), Pereyra Iraola, los Miguens, Felipe Arana, Ponce de León, los ex comandantes Felipe Pereyra y R. Pareja, los Gómez, Pedro Vela, Casares, Girado, etc.
La cantidad de leguas cuadradas que tenían en posesión aquellos primeros destinatarios de la tierra-la mayoría de los cuales no vivía en el partido- nos da una idea de cómo unos pocos disponían de gran parte del partido.
En Tiempos Tandilenses Nº 93 (2003), hemos tratado más en detalle sobre “…los dueños de la tierra”. Allí se observa cómo la afinidad de estas ocupaciones con la labor de campo, los impulsó a obtener tierras y desarrollar en ellas tareas especialmente ganaderas, de tal suerte que entre 1820 y 1830 solicitaron las mismas en la todavía frontera con el indio, en el centro sud de la provincia, adjudicándosele en Tandil, en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas, varias leguas cuadradas, concretadas en propiedad por su compra en 1836.
En el actual partido de Tandil, hacia 1838, Vela por ejemplo, poseía alrededor de doce leguas cuadradas, en la zona de la actual localidad de María Ignacia, limitando con las posesiones de Vicente Casares
El 10 de marzo de 1836 se sancionó la ley que facultaba al gobierno a vender 1500 leguas cuadradas otorgadas en enfiteusis, dando prioridad de compra a los poseedores de las mismas con un plazo hasta fines de 1837. Por esos tiempos la valuación era de $ 4000 la legua cuadrada.
De esta manera, varios enfiteutas en el Tandil pasaron a ser propietarios en territorios rurales. Apellidos como Valerio, Ponce, Morillos, Guerrico, fueron algunos de los detentadores de posesiones en esta zona, además de los citados. Pedro José Vela, por ejemplo, finalmente adquirió al Estado-decreto del 14 de marzo de 1836- poco más de 6 leguas cuadradas, con lo cual pasaba a ser uno de los poderosos hacia fines de 1838, dado que era dueño de todo el actual cuartel 6º y parte del 7º.
En 1839, los ingenieros Feliciano Chiclana y Felipe Senillosa realizaron mensuras y planos varios de estancias en la provincia, incluido Tandil, a solicitud u orden de Rosas.
Al comenzar la famosa década del ochenta, los veinte mayores contribuyentes del Tandil, aportaban- o debían hacerlo- casi el 45 % de la recaudación fiscal de la provincia en nuestro partido, la que alcanzaba a $ 606.000.
Ese pequeño número de propietarios- aproximadamente el 3 % del total de contribuyentes empadronados- poseía más de la mitad de la superficie del partido.
Para enriquecer esta parte de nuestra historia, digamos que esos veinte propietarios más poderosos, eran en orden decreciente: Petrona V. de Vela, Benjamín Zubiaurre, Vicente Casares e hijos, Ramón Santamarina, Prado y Pereira, Luis Bilbao, José Castaño, Bartolo Vivot, Juan Peña, Anchorena, Pourtalé Hnos., Mercedes Miguens, José Buteler, Norberto Ramírez, Ramón Gómez, Agustín Ramos, Tristán Gómez, Norberto Melo, José C. Gómez y Federico Girado.
Más adelante veremos cómo en la publicación “Handbooks”de los hermanos Mullhal, se completa la nómina con otros propietarios en años siguientes.
Pasando ahora al poblado, y con respecto a su traza, lo más antiguo encontrado hasta hoy es lo hecho por F. Senillosa a fines de 1825, cuando visitó el Fuerte junto a Rosas, apenas una delineación poco informativa.
Poco más de dos décadas después, un documento fechado el 16 de febrero de 1849-nueve años antes del plano Fugl-Taylor y apenas a 26 años de la fundación del Fuerte-da cuenta por parte del Jefe del Departamento Topográfico de Buenos Aires, José Arenales, de la existencia de una “comisión de solares”, que el 6 de ese mes le remitió un oficio (informe) sobre la repartición de solares en el futuro pueblo. La comisión citada estaba encabezada por el Juez de paz Felipe Vela e integrada por los vecinos José Ignacio Gómez y Manuel Romero.
El contenido del oficio de la comisión nos permite conocer hoy algunos detalles previos a lo que después fueron los planos considerados como los más antiguos.
Allí aconsejan, como una de las primeras medidas a tomar, la realización de un croquis del Fuerte y de los edificios existentes, el que elevan “hecho a pulso por carecer de instrumentos el agrimensor”. Allí ponen de manifiesto la irregularidad, cosa natural, de las casas ubicadas alrededor de la plaza “que es desde donde debe darse principio a la nueva operación”.(NR: la negrita es nuestra).
Se destaca que aquí no se respetaban las instrucciones de delinear manzanas de 150 varas de lado, para lo que requieren la autorización del citado Departamento Topográfico para hacerlas cumplir.
Arenales respondió a Vela, transcribiendo el oficio que el 6 le habían remitido, afirmando luego:” Habiendo el Departamento Topográfico tomado con detenida consideración todo lo precedentemente espuesto (sic) ha acordado se conteste a Vd., como lo hago, que un plano exacto y detallado de todo lo existente en el área del pueblo ( dentro de un radio que Vd. estimará como más bien proporcionado) es la base indispensable para formar juicio y proveer solución oportuna tanto en la presente como en otras dificultades que probablemente ocurrirán al desarrollarse la operación. Por tanto, el Departamento Topográfico estima necesario como trámite previo, que se levante el plano en los términos preindicados, y que presentado que sea ante este Departamento por el agrimensor comisionado, y con los informes que éste suministre en tal caso; el Departamento estará entonces expedito para preparar sobre el dicho plano, un proyecto de traza, y elevado en consecuencia al examen y sanción del Exmo. Gobernador y Capitán General de la Provincia” (Juan Manuel de Rosas).
Dios guarde a Vd. José Arenales”

Claramente queda expuesto que desde la fundación, en 1823, el incipiente pueblo carecía de una traza que podríamos denominar como regular y que la distribución original de las primeras precarias construcciones, estaba casi caprichosamente hecha.
El documento deja en claro la forma de la llamada plaza frente al Fuerte, separada por una calle de 30 varas de ancho, la famosa “calle ancha”. Así nos enteramos que por esa época la “plaza” estaba integrada por dos manzanas separadas por una calle de 24 varas de ancho que, según Vedoya, contradice al plano posterior de Taylor que la muestra con “tres manzanas” sin calle que la corte.
Sí queda confirmado que para la fecha del informe-1849-solamente las calles que circunvalaban a la “plaza” estaban con edificios construidos, mientras el resto, hacia los cuatro puntos cardinales, eran tierras para “un futuro pueblo” donde no había traza alguna y solamente podían observarse caminos que conducían al Fuerte.
La preocupación de aquella Comisión era dejar bien delimitada la “plaza” para luego señalar las manzanas baldías para futuras construcciones que si bien no debían afectar “propietarios legítimos”, indican sin embargo que éstos no existían a esa fecha así como tampoco habían títulos ni reparto alguno todavía.
La “plaza”, por su parte, no era un polígono de lados iguales, sino uno de forma trapezoidal irregular, según Vedoya.
Este autor señala, inteligentemente, que la comisión no fue de reparto de tierras, sino de delineación de un “trazado ideal de un pueblo”. Aquí el recordado historiador arriesga la hipótesis de las dos fundaciones del pueblo: la primera de 1823 con el Fuerte y la segunda en 1849 con la comisión de solares presidida por Vela y cuyo agrimensor habría sido, según Suárez García y Gorraiz Beloqui, Raimundo Pratt y Puig, y que obra en Geodesia de la Provincia.
Lo interesante es saber que hubo un plano primigenio anterior al de Fugl-Taylor de 1858 (aprobado por el Departamento Topográfico el 27 de abril de ese año) porque así lo afirma el documento. Según Suárez García habría también (en 1954) una copia en el Museo de Luján…
Vedoya sostiene que el plano solicitado, al aprobarse, “creó realmente el pueblo de Tandil”, considerándolo como una segunda fundación. Una afirmación novedosa en nuestra bibliografía, que no tuvo mayores seguidores y que merece un debate.
Años más tarde, y posterior al plano de Fugl, el agrimensor Carlos de Chapeaurouge hizo en 1865-66, el “Plano del pueblo de Tandil y sus chacras”, el más conocido y probablemente el primero hecho profesionalmente, que si bien tiene delineadas las calles, no figuran sus nombres. Recordemos que por ley del 15 de julio de 1865, se crearon nuevos partidos al sur del Salado, quedando Tandil más reducido, dado que por el decreto del 31 de julio reglamentario de la Ley citada, se le fijaron los límites definitivos que restaban tierras al antiguo Chapaleofú- Tandil.
Posteriormente un tal Moy también eleva un plano según lo que obra en Geodesia, como mensura Nº 110, donde las calles siguen innominadas.
En 1870 un “geómetra” (agrimensor.) francés, Jean-Baptiste Alhtabegoity confeccionó un plano del trazado del pueblo, muy poco conocido y realmente muy interesante, pero que salvo el nombre de algunas calles, indescifrables en la copia obtenida, es casi la reproducción del de Fugl, Aquí la curiosidad es que sigue figurando el Fuerte y la actual Plaza Independencia aparece dividida en cuatro manzanas pequeñas separadas por calles interiores.
Por su parte y ya más avanzado en el tiempo, Vedoya provee a la bibliografía local de una traducción propia de la publicación “Handbooks” de los hermanos M.G y E.T. Mulhall, propietarios del diario inglés The Standard en Buenos Aires. En la edición de 1869 describen interesantes aspectos del Tandil de entonces, escasamente divulgados y datos valiosos sobre reparto de tierras.
Así encontramos que:”…el gran desideratum es el ferrocarril., que se espera llegará a Tandil puesto que es la ciudad central de los campos colonizados en el sud, y toda la producción del campo en una superficie de 15 leguas alrededor canalizaría sus productos, hacia él; además existe poca duda de que tan pronto como Tandil con sus hermosos paisajes y clima templado sea conocido y la gente de Buenos Aires tenga un fácil acceso a él, se pondría de moda como residencia veraniega”.
Luego menciona a los principales vecinos extranjeros-especialmente ingleses- describiendo a qué se dedicaban otras nacionalidades: “Una cantidad de dinamarqueses, principalmente empleados en agricultura, residen cerca de Tandil. La mayor parte de las tiendas-almacenes y de hoteles son franceses y un gran número de vascos franceses residen en los campos. El mejor hotel de Tandil es el “Café de La Piedra”, el precio es razonable y las comodidades buenas”.
NR: la negrita es nuestra. Destacamos que es una de las primeras, sino la primera publicación, en pronosticar el destino turístico de Tandil. El que denomina “Café de la Piedra” no es otro que el Hotel de la Piedra Movediza de Dhers.
Para finalizar digamos que también cita algunas de las principales estancias con el nombre de sus dueños y su extensión, de las que rescatamos las más importantes en leguas cuadradas:
“Familia Gómez 18; Arana 15; Saavedra 13; Miguens 12; Vela 12 y Casares 12…”. En fin…algunas posesiones…
Los Handbook llegaron a describir Tandil hasta 1892, aunque, destaca Vedoya acertadamente, que el ejemplar más valioso es el que citamos de 1869.
Apreciado lector, hemos querido brindarle, un panorama de aquellos tempranos tiempos del partido y del incipiente pueblo, consagrado como ciudad por la ley 2547 del 22 de octubre de 1895, con el “enigma” de aquel plano de 1849, que sería el más antiguo, como para ver el diseño del poblado en los años fundacionales, que esperamos poder brindárselo a la brevedad…

Daniel Eduardo Pérez

miércoles, 7 de abril de 2010

RODOLFO GONZÁLEZ PACHECO

GONZÁLEZ PACHECO
Tandilense, escritor y polémico anarquista

En nuestra tarea de dar a conocer y luego valorar aspectos que hacen a nuestra historia, en alguna oportunidad nos hemos ocupado de destacar los hombres y mujeres importantes que Tandil dio a la cultura nacional. En este capítulo queremos traer a la memoria a uno de los más destacados escritores en su época y que nacido en “el camino al Azul”, el 4 de mayo de 1881, -donde sus padres el uruguayo Agustín Pacheco y su madre Benicia González, instalaron un almacén de ramos generales en el trozo de campo que poseían-, se fue joven a Buenos Aires, distinguiéndose a la postre en el campo de las letras y en su militancia anarquista. Nos referimos a Carlos Rodolfo González Pacheco.
En ese ámbito por donde pasaban viandantes, obreros, integrantes de caravanas que iban o venían del Azul, y relativamente cercano a las actividades canteriles que cobraban por esa época intensa vida, el niño fue forjando su temprana personalidad, en contacto con la realidad de ese lugar periférico donde muchas veces se mostraban las miserias humanas.
Totalmente rural –no integraba el ejido urbano por esos años- el lugar dejó huellas indudables en González Pacheco.
Él mismo recordará años más tarde su contacto con la naturaleza y las nostalgias del pago natal, reflejando en su capítulo “La querencia” de Carteles, sus sentires, diciendo en un párrafo: “La querencia, la querencia…¡Con cuántas tintas y notas te he pintado desde lejos, como en cristales!“ y recordando su infancia y adolescencia en “El pico Blanco”, refleja su cariño por los caballos y lo que representaban para el trabajo rural de la época ,diciendo en uno de sus párrafos:”Era nuestro parejero: Pero lo evoco y se me hace que formaba parte de mi familia. Sin él no concebía entonces, ni ahora tampoco. A “Arbolito”: tres leguas de campo pampa virgen y abierto. Límites: los horizontes; tranqueras: los cuatro fosos desde donde los paisanos tiroteaban a los indios. De eso último ya hacía mucho, y ahora, crecida la tierra y entre los pastos, las zanjas parecían cicatrices mal ocultas por las barbas”
El estudio fue preocupación de sus humildes padres y así la escuela primaria le fue dando las primeras herramientas para su posterior formación autodidacta. De esta etapa él mismo refleja sus recuerdos cuando dice: “Qué sé yo qué vieja ciencia adquirida, hecha instinto en nuestros nervios, nos inclinaba a creer que en la escuela no nos enseñarían nada. Nada de lo que precisábamos saber en aquel entonces: cruzar a nado el arroyo, reñir a trompis, otear, desde el viejo pino o el aromo florecido, “la movediza”, como un ex voto de plata, arriba, y el tren, como una arteria de fuego, abajo…”
“¡Qué iban a enseñarnos ésto los pobres maestros patas de palo, brazos sin músculo, ojos con vidrios!... Estas cosas y estos hechos quedan para los discípulos”. Merece aclararse que pese a estas palabras, González Pacheco fue sin embargo un defensor de la educación, claro, a su manera…
El Tandil de 1900 quedó grabado en forma muy especial en él. Su contacto con la urbanidad de esos años y el paisaje, le motivarían a escribir, ya maduro, la página “Tandil”, donde nos dice en un párrafo: “A ver si puedo decirlo, en pocas palabras, bien y completamente. Mi Tandil es como un indio petiso, lampiño, grave, que ha muerto, al huir a la cordillera, en el primer altiplano, pero cuyas previsiones han rodado de sus hombros cuesta abajo. Su agua, sus yuyos, sus frutas, se han reproducido en fuentes, en huertos, en árboles. Sus angustias de vencido se le volvieron aves …”
Ya poco más que adolescente, comenzó a trabajar como escribiente en la Municipalidad, regida por entonces por los primeros intendentes radicales, allí el papelerío- la burocracia de hoy- lo hartaron y comenzó sus primeros escritos en el periódico Luz y Verdad, fundado por José A. Cabral en 1900, con el padrinazgo de la masonería.
Allí, con el seudónimo de Solrac (Carlos al revés), despuntó su pasión y su alegría por verter en escritos sus pensamientos y su juvenil rebeldía contra las injusticias y todo lo que él consideraba como fruto de opresiones.
Fueron etapas en las que las revoluciones de 1890 y 1893, radicales, quedaron flotando con sus proclamas en los aires de todo el país y a González Pacheco no le fueron indiferentes…
Su rebeldía casi innata y que se reflejaría en toda su vida, tiñó todos sus escritos de juventud y también los de su madurez, aunque ya éstos con contenidos ideológicos más definidos por sus lecturas.
Tandil le “quedó chico” y un buen día partió a Buenos Aires, viendo desde la estación tandilense cómo los campos inmensos se extendían hasta llegar a la Capital. Ese mismo paisaje que Ricardo Rojas describiría como “rompiendo con sus rapadas rocas plutónicas al blando lino vegetal” y que entre nostalgioso y ansioso por descubrir la gran ciudad, veía irse de sus ojos nuestro personaje.
En Buenos Aires respiró de cerca la nueva revolución radical de 1905, encabezada por Yrigoyen, esta vez contra el Presidente Quintana.
Como bien señala Alfredo de la Guardia, su biógrafo más importante, la plaza y la imprenta comenzaron a ser sus dos escenarios preferidos… claro, hasta que sus viajes y su militancia lo llevaron a conocer otros lugares, personajes y situaciones…
En la gran ciudad todo lo deslumbró y especialmente la vida bohemia y las ideas del anarquismo que unidas al sentir libertario, estarían presentes en toda su obra.
Rápidamente se hizo de amigos y comenzó su colaboración en varias publicaciones de orientación afín con su pensamiento y sus sentimientos.
En ese contexto, fue un desconfiado de los intelectuales a quienes en alguna oportunidad los calificó duramente, escribiendo en el capítulo “¡Sabandijas!” de Carteles:”¡Sabandijas! Pero ahora no lo decimos, precisamente por ellos, los ratones y las pulgas, sino por otros, mujeres y hombres, que los emulan con idéntica presteza e igual cinismo: por la tanda intelectual, periodistas, dramaturgos y poetas; y la otra tanda: la histriónica de las actrices y los actores. Las primeras y primeros a embarcarse y a prenderse en el malón militar.
“Ellas y ellos: los primeros. Con decir que les ganaron de mano a los caudillos de comités y obreristas… ¡Ya es decir!”
Qué tal…como hoy, donde en realidad los seudo intelectuales son
quienes merecen una mirada menos complaciente por parte de la sociedad y aún de los medios-tan poderosos siempre-porque alejados de la realidad viven en sus mundos mirando “desde arriba”- como los políticos- lo que “abajo” sucede…
El ansia de conocer más allá del porteñismo, lo llevó a viajar, siendo varias las ciudades que visitó y de las que dejó sus impresiones, entre ellas La Plata, Bahía Blanca, Mendoza, describiendo en sus Carteles sus impresiones sobre sus viajes por ellas, y de las que por razones de espacio no podemos dejarle algún párrafo, que verdaderamente no tienen desperdicio…
Cruzó la cordillera y visitó Chile del que también nos legó algunas interesantes páginas.
A su regreso fue a Uruguay, país que lo atrajo- recordemos que su padre era uruguayo- y de su visita y de sus políticos, entre ellos el caudillo Batlle, nos dejó una pintura de época. También Paraguay, México y Cuba fueron países que visitó, afanoso por conocer otras experiencias fuera de nuestras fronteras.
En la literatura, fue un respetuoso admirador de Florencio Sánchez y de Alberto Ghiraldo, es indudable que además de lo literario lo unían los leit motiv de sus escritos…
Sus inquietudes literarias lo llevaron a colaborar en numerosas publicaciones, la primera de ellas Germinal, fundando él mismo luego varias de carácter contestatario y anarquista.
Su prosa filosa y sin medias tintas –usted, amigo lector, ya lo habrá vislumbrado en algunos de los párrafos transcriptos-le costaron la cárcel en 1911, cuando el gobierno lo despachó nada menos que a Tierra del Fuego, a la temible prisión de Ushuaia por luchar contra la Ley Social y la de Residencia, vivencias que plasmó en páginas dignas de lectura en sus Carteles y que no le impidieron que a su regreso a Buenos Aires, creara la “Libre Palabra “ y “El Manifiesto”, y tiempo después “La Obra”, que luego de la Semana Trágica de enero de 1919, fue clausurada por el gobierno del radical Yrigoyen. Ya por entonces, González Pacheco había comenzado a trabajar en La Protesta.
Nuestro fogoso escritor, pese a la situación, no se amilanó y fundó la “Tribuna Proletaria” durante el gobierno de Alvear, lo que nuevamente le costó una condena de seis meses de cárcel por elogiar a Kurt Wilckens, el obrero alemán que había matado al oficial Varela en la citada Semana Trágica.
Sus inquietudes lo llevaron a emprender nuevas “aventuras” en aras de la libertad y así, luego de un temprano primer viaje a España, regresó a la península en plena Guerra Civil, en 1938, donde escribió –como usted bien supone-a favor de los republicanos y contra el franquismo, como no podía ser de otra manera, y donde fue un combatiente-con la pluma y la palabra, parafraseando el Himno a Sarmiento-en esos años de plomo, que reflejó en cuarenta y tres títulos del capítulo “España” de sus Carteles
Llegada la paz, regresó a la patria, a cuestas con la experiencia dolorosa vivida.
Fue por esa época que su biógrafo y estudioso más importante, el ya citado Alfredo de la Guardia, lo conoció y lo pintó con trazos firmes.: “Ya no andaba a la ventura. El gaucho había dejado de ser un nómade. Pero él seguía viviendo ”a lo pájaro, más que en la tierra en el aire.”, porque aún tan hincado en élla, en sus dolores y esclavitudes, siempre se remontaba en éste, como en un ensueño de nubes. La edad, la experiencia, el largo y hondo padecimiento y la aún más dilatada y profunda esperanza, le habían dado el regusto de una reflexión serena, de un tono atemperado, de la palabra pausada y puntual. Que, al ritmo de la idea, se encendía y vibraba, de pronto en un crescendo vivo e iluminado.
“Su figura era casi la misma de los años juveniles, algo menos espigada, pero siempre erecta y ágil. El cabello se le había cuajado de vetas plateadas…””… sus prendas eran casi iguales a las que usaba en la plaza, corazón del mitín, o en el escenario cuando salía, arrastrado materialmente por los actores, para que agradeciese los aplausos: el sombrero aludo, la chalina negra, el traje oscuro, el ponchito al hombro en las noches frías…”
Su ideario y su acción lo convirtieron en uno de los más interesantes exponentes de la literatura social, sobre todo expresada en el teatro, donde muchas de sus obras fueron llevadas a escena por las compañías más importantes del país. La primera, “Las víboras”, fue estrenada en 1916 en el Teatro Nuevo (hoy el Teatro Gral. San Martín) por la compañía de Muiño-Alippi; al año siguiente dio a conocer “La inundación”, en este caso representada por la compañía de Pablo Podestá; le siguieron otras obras entre las que se destacan “Hermano lobo” de 1924. Su producción teatral continuó prolífica, obteniendo en 1940 el premio de la Comisión Nacional de Cultura por su obra “Manos de luz”, que interpretó la compañía de Blanca Podestá en el Smart.
Varias obras que González Pacheco escribió, fueron en colaboración con Pedro E. Pico, amigo y colega.
El cine no le fue ajeno y escribió el argumento de “Tres Hombres del Río”, adaptación de un cuento de E. Montaine, hecha junto a Mac Dougall, película premiada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en 1944.
Cuando llegó el peronismo sus obras desaparecieron de los teatros obreros y sus conferencias se suspendieron porque, como dice un autor: “en las asambleas ya no se canta “Hijo del pueblo te oprimen cadenas…” o “Arriba los pobres del mundo…”, sino el “Perón, Perón…”
Diccionarios como el de Abad de Santillán le dedicó buen espacio y, pese a equivocar la fecha de nacimiento, aporta datos interesantes, dado que conocía al autor y compartía con él el ideario anarquista.
Su herencia fue recogida por algunos autores, pero ya los nuevos tiempos de la política y de la literatura encontraban otros horizontes, sin que por ello perdieran vigencia su ideal de libertad y su abominación de todo tipo de opresión.
El hoy tan mentado y de moda Osvaldo Bayer, se refirió a González Pacheco diciendo: “Fue un nato sembrador de ideas un orador político por excelencia. Estuvo en todo el país para hablar. Habló en todas las campañas: la de Radowitzky, la de Sacco y Vanzetti, la de los mensúes, la de los mineros. Pero ante todo fue el creador de “Los Carteles”: eran recuadros que se publicaban en los periódicos anarquistas y donde se tomaba posición ante los acontecimientos públicos que se conocían”.
Sus obras completas fueron editadas por Américalee en 1953- 1956, reuniendo en dos tomos las obras de teatro y en otros dos sus escritos denominados Carteles
También otros autores dedicaron alguna página a nuestro hombre, pero en general el silencio lo cubrió luego de su muerte, así como la falta de reconocimiento, tal como acontece en general en nuestro país, con aquellos que los”entendidos”, “los especialistas”, “los académicos” o “los doctores”, los consideran de menor cuantía, “escritores menores”. Es que lo popular, la divulgación, continúan el camino del menosprecio por los necios que creen ser los dueños de la verdad…baste recordar épocas en que la revista “Todo es Historia” y su director Félix Luna sintieron la oquedad de los “sabios”, hasta que tuvieron que rendirse ante la evidencia de su obra y hoy está en el lugar que le correspondió siempre…
Con González Pacheco hubo excepciones y así historias de la Literatura como las de Enrique Anderson Imbert (1980); la más reciente “Historia esencial de la literatura española e hispanoamericana” de Felipe Pedraza y Milagros Rodríguez (2000) y la “Historia del Teatro Argentino” dirigida por Osvaldo Pelletieri (2005), entre otras, lo citan, no así la de Luis Ordaz (1999) y la más reciente de Martín Prieto (2006), por ejemplo.
De las más nuevas, la ya citada obra de Pelletieri dedica-además de un capítulo al teatro de Tandil donde omite en la bibliografía a quien esto escribe como coautor de la Historia del Periodismo de Tandil, allí mencionada-párrafos destacados sobre nuestro elegido de hoy. Así dice con referencia al Teatro Arte la Renovación:” Es indudable que la puesta en escena de La más fuerte, de August Strindberg, Espectros, de Henrik Ibsen, La madre, de Máximo Gorki o Hermano Lobo, de Rodolfo González Pacheco, entre otras, satisficieron con justeza el horizonte de expectativa del público que habitualmente asistía al Salón de Actos del Colegio Nacional Rafael Hernández, espacio propio de Renovación”.(la letra en negrita es nuestra) .
Rodolfo González Pacheco murió el 5 de julio de 1949, en esa Buenos Aires que adoptó y nunca más dejó.
Con motivo de cumplirse dieciséis años de su muerte el diario local “Nueva Era” del 7 de julio de 1965, con la firma de Alberto Sábato le dedicó una nota donde en aun párrafo dice:” Lo que da temple a todo lo que Rodolfo González Pacheco fue, es su saber: un saber purificado en la belleza que participa del bien; estimulador persistente y desconocedor de la envidia y la codicia…”
Por su parte nuestra educación, en sus distintos niveles y el mismo periodismo, salvo honrosas excepciones, así como los llamados medios “intelectuales”, prosiguen dedicándose más a conocer autores de moda y best sellers, que emprenderla con Héctor Eandi, José C. Ramallo, Héctor Miri, Juan A. Salceda ( hijo adoptivo de Tandil), Lauro Viana, José P. Barrientos, Huberto Cuevas Acevedo, Jorge Di Paola, Ángel Bassi, Fausto Etcheverry, Francisco Arrillaga, y los hermanos Francisco y Luis J. Actis ,entre otros, quienes , además de nuestro personaje de hoy , si bien no alcanzaron la fama de Osvaldo Soriano ( que no era tandilense) merecen al menos ser citados, mencionados y atreverse a leer algo, un poquito, de alguna de sus buenas obras…Creo que a nadie se le caería ninguna medalla…
Pese a todo, nuestro hombre tiene una calle que lo recuerda, impuesta por iniciativa de quien esto firma, en 1980, la que está ubicada al oeste- suroeste del Barrio Universitario.

Daniel Eduardo Pérez

jueves, 1 de abril de 2010

LAS FAMOSAS ESCENAS DE LA REDENCIÓN EN TANDIL



EL ORIGEN DE LAS ESCENAS DE LA REDENCIÓN

A partir de la inauguración del Calvario, el 10 de enero de 1943, Tandil fue desarrollando una labor en torno a este monumento artístico-religioso de características prácticamente únicas., en especial para la Semana Santa
Hoy nos referiremos, brevemente, al origen de una de ellas: las famosas Escenas de la Redención.
Este centro de atracción religiosa para los fieles cristianos de todo el país, tiene tal singularidad, que lo han convertido, también, en centro de atracción mundial, agregando, poco después, una expresión cultural que con el paso de los años creció de tal manera, que hoy por hoy se proyecta con perfiles tales, que lo exhiben como una expresión también única en el mundo tanto por el escenario, como por los textos y el número de protagonistas que intervienen.
Esta representación nació en 1948 –este año cumple sus 62 años-por iniciativa de la Dirección de Turismo provincial, que la imaginó como una “fiesta de la Semana Santa”, a la manera de la representación alemana en Oberammergau, en la Baviera..
Con el nombre de “Cuatro Estampas Sacramentales de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, nacía una obra que con el tiempo se constituiría, cambiada en sus formas, en uno de los grandes atractivos de la Semana Santa de Tandil.
Con una apoyatura logística extraordinaria, proporcionada por el ente provincial y la colaboración actoral tandilense, bajo la dirección del músico y compositor Ricardo Héctor Seritti,(1917-1986.Familiar de Vicente Seritti), a la sazón Director del Departamento de Recreación Social y Espectáculos de la Dirección de Turismo Provincial, quien convocó para el vestuario y los decorados a Juan A. Ballester Peña, especialista en temas religiosos que tuvo a su disposición nada menos que el vestuario del Teatro Colón.
Concebidas con textos de Horacio Schiavo, supervisados por el párroco local Pbro. Luis J. Actis, coreografía de Cecilia Camacho y la participación de los actores del Teatro de Arte del Instituto Universitario de Cultura Argentina de La Plata, en un total de veinticinco y el acompañamiento del famoso coro vasco Lagun Onak, con la dirección del maestro R.P Luis de Mallea.
Técnicos de la Municipalidad y la Usina colaboraron en su especialidad y alumnos y docentes de la Academia de Bellas Artes tuvieron a su cargo pelucas y maquillaje, colaborando hasta las Fuerzas Armadas, con diversos elementos de seguridad y comodidad para actores y público.
Por su parte, 193 jóvenes de la Acción Católica local, participaron como pueblo, en este espectáculo, el del nacimiento de las después famosas Estampas y posteriores Escenas, que se desarrolló en cuatro escenarios de importantes dimensiones instalados en la ladera del Calvario….
Las cuatro estampas eran :” Entrada Triunfal de Jesús en Jersusalem, el Domingo de Ramos”, reflejaba la alegría de la llegada de Cristo; la segunda, “La última cena”, ponía el acento en la Eucaristía; la tercera “La oración en el Huerto de Getsemaní” y “El beso de Judas y prisión del Redentor”, los pasos previos a la Pasión y la cuarta y última, “Juicio civil de Pilatos”, momento culminante donde se reflejaba la dolorosa condena, que daba paso a la reflexión sobre la redención y no tanto en la Resurrección, que cobró especial fuerza posteriormente..
Seritti, en aquella primera e inaugural función, redobló esfuerzos para obtener una puesta vigorosa desde lo audiovisual, reforzado por el paisaje y la luminotecnia, no tan desarrollada por la época.
Debemos destacar el impacto logrado por aquella primera representación, traducido en las opiniones de la prensa local que, sin saberlo tal vez, daban la bienvenida a un episodio luego fundamental en los actos que se programarían en décadas posteriores.
Al año siguiente se promocionó fuertemente esta puesta en escena que repitió escenario y dirección , comenzando la tradición de relacionar a Tandil con la Semana Santa y a esta representación como algo único en América, señalando la importancia que Tandil podría adquirir a la manera de la citada de Oberammergau en Alemania o la de Sevilla en España.
En esa segunda edición, a Seritti se había agregado el coreógrafo colombiano Jacinto Jaramillo y los artistas locales Ernesto Valor y Elena Seritti (hija de don Vicente y hermana de Josefina).
Ya en 1952, el espectáculo se trasladó al Salón Parroquial-luego recordado Teatro Estrada y hoy del Fuerte- con una realización integralmente local. Con el nombre de “Misterios de la Redención”, constaba de seis actos, escritos ya por el Pbro. Luis J. Actis y con la puesta a cargo del conjunto Vocacional Elevación que dirigía Enrique Ferrarese y la participación de una veintena de actores, entre los que ya estaban los recordados Luis Cicopied y Juan Marcos, con la colaboración de Jorge Lester y la actuación del Coro Vasco y su solista O.Galicia.
Las Estampas prosiguieron unos años más en el Salón Parroquial, donde el escenario natural no estaba y por lo tanto se aproximaba más a una puesta teatral de cierta rigidez y sin el entorno magnificente del Calvario, que por razones operativas-requería en ese momento un desplazamiento técnico-humano muy grande-había sido dejado de lado. Al finalizar la década del ’50, se pensó en un nuevo lugar y así el veredón del Palacio Municipal pasó a ser, a principio de la década del’60, el nuevo escenario.
Con actores, que provenían de Buenos Aires, del grupo ”Los Juglares” de Mar del Plata y el apoyo de actores locales y la participación del Coro Mixto de Tandil, con la dirección del inolvidable maestro Isaías Orbe, tanto Seritti como Schiavo retornaron a sus roles.
Al año siguiente Ferrarese y Lester volvieron a la dirección y actores tandilenses como los ya citados junto a otros como M.Nervi, J.Marzocca, Rodolfo Guidi, G. Loholaberry y muchos más, continuaron con la puesta en el veredón.
Fue durante la intendencia de José E. Lunghi, amigo personal de Lester, Ferrarese y Actis, en la que surgió la idea de llevar el escenario a la entonces “cava” existente en la ladera del Parque Independencia.
Estaba naciendo el lugar definitivo de las Estampas, al menos hasta hoy, y muy especialmente cuando ya en 1964, cobró cuerpo el Anfiteatro Municipal en ese sitio y lucía casi como hoy.
El replanteo escenográfico al principio fue laborioso, pero la capacidad de nuestros hombres en acción, lo hizo posible.
Al núcleo fundacional de Actis, Lester y Ferrarese se sumaron los conocimientos específicos de hombres como Walter Moroder (padre de Bernardo), en lo musical, Ernesto Valor, en lo artístico, D. Bertuccelli, en lo atinente a construcciones, la incansable Delia Bustos en el vestuario, Alicia “Coty” Orbe (hija de don Isaías) en la participación coral, (con las recordadas voces del la “Pequeña Cantoría del Buen Pastor”) y Carlos Scolz y sus conocimientos en luminotecnia,quienes fueron ”armando” el equipo de esta nueva etapa, fundamental, de las Estampas.
Según recogimosí en las numerosas y habituales charlas que teníamos con don Luis J (como le decíamos cariñosamente a Mons. Actis), fue en una de sus estadías en Bariloche, donde solía vacacionar junto a sus amigos, entre ellos Jorge Lester, cuando éste le dijo, casi a manera de desafío, si podía escribir diez estampas y al año siguiente transformarlas en escenas. Así fue y el padre Actis escribió el libreto en ese comienzo de la década del ’60, que durante décadas se mantuvo con pequeñas modificaciones y la incorporación de más “escenas”, pero manteniendo su espíritu, que, como él nos dijo, tenía especial fundamento en el Evangelio de San Mateo.
Las funciones se multiplicaron con el correr de los años al igual que la presencia de actores, algunos de los cuales permanecieron por mucho tiempo en sus “papeles”, tales los casos de Galasso y José L. Lanza como Jesús, los hermanos Carlos y Pascual Pina, Ana María Mereb, Cataldo Aiello, J.C.D’Ascenzi, y…tantos, tantos otros…
El cuerpo técnico, el vestuario, los efectos, la escenografía, la utilería, se fueron enriqueciendo por el constante aporte creativo que le fueron dando un carácter especialísimo a las Escenas-aunque la gente continúa llamándolas estampas- y mujeres y hombres como Delia Bustos y Juana Galván, Lalo Alonso, Bernardo Moroder, Carlos Scolz y J. Cagliolo, por sólo nombrar a algunos,- con las omisiones involuntarias que el espacio impone-se fueron constituyendo en pilares de la realización.
Al jubilarse don Enrique Ferrarese, en 1978, asumió la dirección interinamente Jorge Gener y ya en 1980, José María Guimet, Director de la Comedia Municipal, fue designado en esas funciones. Fue un cambio en la concepción de la puesta y así sumó a las voces locales, voces de actores consagrados a la grabación, tales como Alfredo Alcón, Telma Biral, Andrea del Boca y muchos más.
Las funciones y el público fueron en constante crecimiento así como el mejoramiento técnico -audiovisual. Las Escenas eran entonces organizadas desde la Dirección Municipal de Cultura, hasta que en 1991 se descentralizaron y quedaron a cargo de la Comisión de Actores y Colaboradores constituida en Fundación.
Por motivos que exceden esta nota, y ya fallecidos los creadores Actis, Lester y Ferrarese, el espectáculo tuvo vaivenes hasta que desde hace unos años la organización retornó al Municipio y en el Anfiteatro, las Escenas fueron denominadas “Jesús el Nazareno”, con otro libreto y la dirección de Pascual Pina primero y Germán Bayerque luego, hasta hoy en que aquella “aventura” del espíritu nacida en 1948, si bien tiene otro nombre , otros actores y libreto, mantiene el mismo objetivo de presentar aspectos de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en la cada vez más difundida Semana Santa de Tandil
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En la adultez y desde adentro-como funcionario de Cultura, en su momento- vivimos con intensidad sobre todo la preparación de las Escenas de la Redención, con lo que ello implicaba desde lo religioso a lo técnico. Una etapa casi épica porque los elementos de los que se disponían, no eran los actuales.
Hoy Tandil recoge los frutos de aquella semilla sembrada con tanto amor y dedicación por aquellos hombres que como Mons. Actís, Jorge Lester y Enrique Ferrarese, dejaron un legado imborrable. Honor a ellos y a los cientos de mujeres y hombres que a lo largo de tantos años participaron con lo mejor que podrían dar en estas ya míticas representaciones.