domingo, 16 de octubre de 2011

EL TOPÓNIMO TANDIL

EL MISTERIOSO TOPÓNIMO TANDIL

Existen temas en la historia regional argentina, que resultan siem­pre atractivos y estimulantes de la investigación, porque encierran enig­mas aún no dilucidados. Uno de ellos, que ha sido encarado por diver­sos autores especializados, historiadores, indigenistas, lingüistas, tradi­cionalistas, periodistas y viajeros, es el relacionado al significado de la palabra "Tandil", que denomina una de las cincuenta ciudades más im­portantes de la República Argentina.

Difundido como topónimo, en su actual escritura, desde los co­mienzos del siglo XVIII, era probablemente conocido ya desde el siglo an­terior.

El primer explorador blanco en la zona, Juan de Garay, no dejó de su viaje en 1581, ninguna referencia sobre el tema, aunque avistó las estribaciones finales del sistema de Tandilia penetrando sobre el Atlántico en las costas marplatenses.

Posteriormente y desechada la versión de Osvaldo Fontana sobre el presunto descubrimiento de Tandil por Hernandarias, como bien lo afirma el Dr. Juan M. Ortiz, según la documentación ofre­cida por Carlos A. Leumann, fue Silvestre Antonio de Roxas, en 1700, quien cruzó esta zona y quien primero dio a conocer el nombre de Tandil en su informe al rey de 1707.

Por la misma época, un grupo de hombres provenientes de Cór­doba, encabezado por Antonio Garay, incursionó en la región pa­ra efectuar una recogida de ganado cimarrón que pensaban concentrar en el ya denominado "Corral de Ferreyra", siendo asesinados todos sus integrantes por los indios de la zona.

Rescatado el episodio por el padre Pablo Cabrera, nuevamen­te se menciona, esta vez en el expediente judicial ordenado por la ma­tanza, el topónimo, pero sin darle significado.

Más tarde otras expediciones llegaron a las serranías: la de Juan de San Martín en 1739 y la de Cristóbal Cabral en 1741-42, mencio­nándose también el nombre de Tandil, en los informes.

En 1744, el jesuita Tomás Falkner recorrió la zona donde luego fundaría la reducción de Ntra. Señora del Pilar. Falkner fue el primero en darnos una acepción de Tandil, expresando que se denominaba así a una "montaña más alta que las demás", lo que fue admitido, entre otros, por Groussac.

El padre José Sánchez Labrador, como bien señala Alfredo Burnet-Merlin, "recuerda que el renombrado cacique Piñacol sentó sus reales en un sitio que se le decía Tandil por "un" cerro de este nombre", pero con ello no sabemos a ciencia cierta cuál era y qué significado le daba.

Otro explorador de la zona en el siglo XVIII, el navarro Juan Francisco de Aguirre, según lo destaca también Burnet Merlin , de­nominó el paraje,”Tandil”, en su "Diario de Viaje" publicado en los "Anales de la Biblioteca Nacional" por Groussac, que según el mismo Burnet conjetura, podría ser deformación de Thaún-lil o lugar de rocas para la reunión - derivado de Thaun, aglomeración o reunión - y advierte que podría referirse al cerro del que hablaba Sánchez Labra­dor.

Carlos Darwin, por su parte, anglicanizó el vocablo y escribió ''Tandeel'" y el padre salesiano Domingo Melanesio, derivó Tandil de thanun -temblar, ondular- y de lil-peñasco-según Bartolomé Ronco y de thaún-montón- y de lil –peñasco-según Burnet.

En 1923, con motivo del centenario de Tandil, se publicaron diversos trabajos que también, aunque parcialmente, trataron el tema que nos ocupa.

El padre Julio Chienno se adhirió a Milanesio y lo tradujo como “montón de rocas”; Adolfo Sosa, supuso que provenía del nombre de un cacique, que según Enrique Udaondo dio a su vez nombre a un arroyo, que así denominó luego al paraje; Ramón Gorraiz Beloqui, afirmó que Tandil provenía de la deformación de utta-grande-, y lil peñasco, risco, despeñadero, barranco, traduciéndolo como “riscal grande que creía denominaba al cerro de la Piedra Movediza, que es de quien cree hablaba Falkner al decir “montaña más alta”.

Por su parte Roberto Lehmann Nitsche, sostuvo que es un apócope de Catan-lil: “piedra o sierra agujereada" y el araucanófilo Fé­lix de San Martín, lo derivó de Thann-lil o "peñasco caído o al caerse o que está por caer."

Luego de la polémica que mantuvo con Martiniano Leguizamón, ­surge que el Tandille de Estanislao Zeballos -que éste traducía como "chicharra muerta"- derivaría de than –troncos caídos, secos-y dille -cigarra- de donde concluyó "cigarra de los troncos" ,”'troncos secos donde hay cigarras".

"Cuyanito", por su parte, tomó la acepción de Zeballos y tradujo como "chicharra muerta".

Martiniano Leguizamón se inclinó personalmente por "peñasco caído”, de Thann -caído- y liI –peñasco, y lo relacionaba con la Piedra Movediza.

Eliseo Tello aprobó "peña que late" de Tavh -late y liI -peñasco- aunque anteriormente dio "caen cantos rodados", en tanto Eduardo Acevedo Díaz afirmó que significaba "piedra al caer", también en clara referencia a la famosa Movediza.

El dolorense Juan B. Selva, refiriéndose a Tandil, dijo que signi­ficaba "lo más elevado", nominación que luego tomó un cacique, inclinándose el padre Francisco de Aparicio por la acepción "caer en pedazos peñascos" y el chileno Arze Bastidas y Juan Perón por "cantos .rodados caídos" de Tan -caer, caído- y dil por pil -cantos rodados.

El estudioso azuleño Bartolomé J. Ronco, analizando el topónimo, concluyó que derivaba de trantrunun, grafía equivocada de truntunun que contiene la raíz tran que significa "caer" o "caído" de donde Tran­lil, desfigurado por la pronunciación castellana, sería "peñasco caído", aludiendo también a la Piedra Movediza (aunque ésta recién se des­barrancó en 1912) .

En la "Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos" Antonino Salvadores habla de Tandil, con el significa­do derivado del que Falkner sugiere, es decir "lo más alto". Carlos Abregú Virreira afirmó que proviene de Than-Iil, de thann -caer o dejarse caer- y liI o lel -estar de hito, frente a frente, cara a cara, despierto- formando "dejarse caer el centinela" o "de frente, de hito en hito" y lo explica por el comercio indígena intenso que se desarro­llaba en estos lares, a estar de las afirmaciones de Pablo Cabrera .

En 1947, OsvaIdo Fontana lanzó su afirmación que es apó­cope de Trarilil-cura o "piedra-atar-precipicio" que recogió el diario "El Eco de Tandil" en 1975 .

En 1956 Álvaro Yunque, señaló que Tandil es una adaptación de Thavlil, de thav -caer y Iil -peña, mencionando también "'peña que palpita o late" de thav, apócope de thavthen: latir, palpitar y liI peña.

Alfredo R. Burnet-Merlín, de quien ya hablamos y que efectuó diversas publicaciones con referencia a este enigma, manifestó en una de las últimas, recogida por Antonino Pellitero, que tal como lo viene sosteniendo, Tandil


podría derivar de Thaun·liI, traduciéndolo co­mo "peñasco para la reunión" en clara alusión a la célebre",Movediza, según el autor.

Más cercano a los días que corren, el eminente tehuelchista Rodolfo Casamiquela, sugirió que, por deformación, Tandil podría provenir de la expresión traná·traná, apocopada, que indicaba el: movi­miento mandibular y liI: peñasco y que por la antigüedad con que era conocido el topónimo y de alusión clara a la Piedra Movediza po­dría no tener origen mapuche. Hasta aquí las acepciones otorgadas a Tandil son todas provenientes del araucano o de lenguas afines.

Sin embargo el indigenista G. Cuadrado Hernández, introdujo una importante variante al afirmar que la etimología de Tandil es de origen guaraní.

Según este autor, proviene de la raíz itá: piedra, roca y ndí: abundancia, de lo que deduce “pedregal o roquedal”, coincidente con la mapuche traun·liI, pero señalando que no tiene ninguna relación con la Piedra Movediza.

Las precedentes son las versiones que hemos podido recoger. Podríamos agregar a ellas, a título personal, una nómina de términos contenidos en diccionarios de la lengua mapuche y en especial en el de Esteban Erize, estudio enjundioso y de gran valía, como combinaciones fonéticas, coincidentes en algunos casos con acepciones ya descriptas, que amplían las propuestas para el aná­lisis, en una veintena más de posibles acepciones, las que por obvias razones de espacio con explicitaremos.

Descartadas las que señalan a Tandil como el nombre propio de un cerro, un arroyo o un cacíque:-que no explican su sig­nificado (Falkner, Sánchez Labrador, Sosa, Udaondo, Selva, Salvadores, entre otros); la que lo deriva de Catanlil (piedra agujereada, de Leh­man Nitsche) por no tener suficiente asidero con relación a la realidad geográfica y a otras versiones mucho mejor fundamentadas; la de Ze­ballos y "Cuyanito" ("chicharra muerta”) por carecer de sensatez; la de Abregú Virreira ("dejarse caer el centinela”) por entender que se trata de una caprichosa traducción (lil: de frente o de hito en hito); la de Fontana ("piedra-atar·precipicio”:) porque los términos "Iil" con “cura" difícilmente pueden haber sido usados en una sola palabra dado que prácticamente eran sinónimos en esencia; la de Cuadrado Hernández que deriva el topónimo del guaraní (itá-ndi), por cuanto no se hallan pruebas fehacientes de poblaciones de ese origen que ha­yan habitado o permanecido en estas serranías, aunque algunas ex­cursiones puedan haberse efectuado para comerciar, sin que ello impli­que que, en tales circunstancias, hayan sido ellos quienes bautizaron un lugar que desde siglos habitaban indios pampas; la acepción de Gorraiz, que no parece atendible ante la presencia de otras más aproximadas fonéticamente, además de lo forzado que resulta suprimir la fuerte partícula “uf” del “ufta” (que Gorraiz tradujo como grande , aunque correspondería a “vuta” que se pronunciaba casi como “futa”); la de “peña que late” de Tello y Yunque, porque hacen hincapié directo en una hipótesis previa: la referencia a la Piedra Movediza, que si bien era una maravilla de la naturaleza, no podía ser a los ojos del indio más relevante o destacada que la particular agrupación de peñascos de la serranía tandilense, sumándose además el hecho de que latir o palpitar era "uutan" y no "thaventhen” o su apócope “thav” y que el lenguaje figurado no era habitual.

Eliminados también los términos similares que pueden conducir a pensar en algunas de las palabras suministradas en la lista propuesta y aún en las atractivas de "Tunlile" (cazar patos silvestres o lugar de caza de patos silvestres, obsérvese la similitud de pronunciación con la expresión "Tundil" de Aguirre) o de "Chravn·lile, la ch era traducida habitualmente como "t"- (juntar raíces comestibles) o chravin-lil (juntar peñascos), o de Chranan-lil -tal vez el trana-trana de Casamiquela- (piedra que machaca o martilla)¡ y las de terminación “ dilla”, “dillo” o “dillu”, quedan a mi entender, tres grandes grupos de acepciones probables: 1) reunión o montón de peñascos (de Milanesio,: apoyada por Chienno); 2) lugar de rocas o peñascos para la reunión (Burnet·Merlin) y 3) peñasco caído o al caerse o al caer o cantos rodados caídos o caer en pedazos peñascos (Leguizamón, Ronco, San Martín, Acevedo Díaz, Arze Bastidas, Perón y Aparicio, respectivamente.

De los tres grupos podemos eliminar el primero en virtud de lo común que era señalar "montón de piedra o de peñascos" con la sola palabra "chrelcon" y "montón", en general, con "huirco" o "chrumau", entre otras, y "reunión" si bien se decía "chraun" o "traun" no era habitual aplicarla a cosas inanimadas.

Del tercer grupo debemos a su vez distinguir las que hacen hincapié en "peñasco al caer", etc. como referido a la famosa Piedra Movediza y las que hablan de "peñascos o rocas caídos" haciendo referencia a la especial conformación de rocas o peñascos que se encuentran en las serranías tandilenses, agrupados y depositados en el suelo como si hubieran caído del cielo en curiosa lluvia. Esto último, entiendo que debió ser verdaderamente llamativo para el indio, por su abundancia en la zona y pudo haber dado origen al topónimo.

Las partículas "Tan", "Chran", "Tan'n, "Tein", "Chran'n" hacen directa alusión a caído, caerse, derrumbarse, desmoronarse, tumbarse desbarrancarse y bien podría "Tandil" ser una deformación de "pe­ñascos caídos" o "peñascos tumbados" o "peñascos derrumbados" o "peñascos desbarrancados", sólo nos preocupa, en este caso, la carencia del plural que hubiera correspondido.

En cuanto a la aproximación de Burnet-Merlin resulta realmente interesante.

Antes de la penetración blanca en estos territorios, mal podía temer el indio ataques que no fueran los provenientes de otras tolde­rías. La reunión de indígenas podía, en todo caso, tener algunas de es­tas características: para comerciar, para protegerse o para ciertos ritos.

En el primer caso es lo lógico, y en ello hay documentación que lo hiciesen en algún lugar cómodo, con agua cercana, como podría ser a orillas de algún arroyo y no en las rocas desérticas e inapropiadas.

En el segundo y tercer caso, la reunión podría hacerse en la sie­rra, en sus proximidades o en construcciones hechas al efecto en piedra.

Y aquí entra otro enigma de la historia regional: Ios corrales de piedra,

Sí la propuesta de Ana M. Mauco y María M. Viñas en el sentido de aceptar que los corrales de piedra de Tandil son de origen indígena y tenían como función primera la de protegerse del viento y llevar a cabo rituales contra el “gualicho", "Tauln-liI" o "juntar pe­ñasco o unir roca, peñasco”, Chravln –lil” o “juntar roca, peñascos” o "juntar roca, peñasco"; "Chravn o chraun-traun-lil”, o “reunirse peñasco”, "Chrauún o trauún-­lil" o "reunirse gente en peñasco o roca”; chrav o trav-lil" o "junto a roca o peñasco", pueden estar dándonos una nueva pista.

Tales corrales eran conocidos a principio del siglo XVIII lo que presupone su existencia, como mínimo desde mediados del siglo anterior.

Si Tandil significa "lugar de rocas o peñascos para la reunión", como dice Burnet, o bien "lugar de roca donde se reúne la gente", ¿no podría Tandil estar designando a la zona donde existían los corrales de piedra y donde se acostumbraba a “trauun" (reunirse gente) y no ganado?

Si por otra parte pensamos en las hipótesis del uso de los corrales para encerramiento del ganado abundante de la región, que pacía o hacían pacer en estas feraces tierras “ütan” (pacer) y "ütaln" (hacer pastar) unido a "liI" ¿no podría llevarnos a pensar en un lugar de peñasco o roca donde pace el ganado que luego sería allí reunido?

Sintetizando, creo que “peñascos o rocas caídas, derrumbadas”, “peñasco al caer” (por la Piedra Movediza), “lugar de roca para la reunión” (corrales protectores o para rituales) y “peñasco o roca donde pace el ganado” o donde “pastorea el ganado”, son los significados-divergentes- en torno a los cuales el topónimo Tandil, halle tal vez algún día su correcta interpretación.

Nota: Acerca de los autores citados, de puede consultar biografía y bibliografía en Diccionarios varios y en el artículo “En torno al significado del topónimo Tandil”. D.E.Pérez, Revista de la UNCPBA Nº 2, 1978

Daniel Eduardo Pérez

martes, 4 de octubre de 2011

TIEMPOS DE GALERAS Y DILIGENCIAS

LOS TIEMPOS DE GALERAS Y DILIGENCIAS

El sonido agudo y desafinado de la corneta o clarín que hacía sonar el mayoral de las diligencias, al acercarse a las postas, pueblos o estancias, despertaba la alegría de los pocos pobladores del lugar ante la inminencia de la llegada- tal vez- de alguna correspondencia, de algún visitante o de alguna encomienda proveniente de Buenos Aires.

En Tandil, a partir de la caída de Rosas, vecinos progresistas encabezados por Publio Massini, gestionaron la llegada del Correo, lógicamente a través de las benditas diligencias, sobre todo teniendo en cuenta que ya las mismas tenían a Dolores como punto terminal.

Las gestiones dieron sus frutos y pese al peligro de la indiada que estaba levantisca después de Caseros, comenzaron a llegar algunos servicios irregularmente, que extendieron el recorrido de Fillol y Rusiñol. Sin embargo poco duró el servicio, aunque irregular, insistimos, porque las recordadas "entradas" de Yanquetruz en 1855-56 , dejaron al poblado ya no sólo sin el importante servicio, sino prácticamente sin habitantes que pudieran recibir o enviar nada. Fueron los difíciles años del Juez Darragueira.

Restablecida la tranquilidad, poco a poco los vecinos más influyentes volvieron a insistir en lograr el beneficio de las mensajerías y sus diligencias, provocándose situaciones que nos recuerdan el presente, cuando empresarios porteños solicitaban para ello, subsidios oficiales.

Juan Fugl- cuando no- nos relata estos episodios de los que fue protagonista y que determinó la formación de una "empresa" local dispuesta a doblar el brazo de los porteños y arreglarse con los propios medios del pueblo. Aquellos hombres de nuestro pasado, ya enseñaban el camino que Tandil en tantas oportunidades tuvo que afrontar, empeñoso, casi testarudo, pero con una gran fe en las propias fuerzas...

A partir de entonces, Tandil tuvo servicio de correo y pasajeros y los mismos se conservaron hasta la llegada del ferrocarril en 1883 y aún algunos años más.

Este transporte fue, al decir de Moncaut " el primer vehículo democrático del país. Allí compartían el reducido espacio, el estanciero acaudalado con el gaucho pobre, el presidiario con sus grillos y los policías que lo cuidaban".

Relata nuestro historiador y amigo, que sin embargo corrían anécdotas que establecían alguna diferencia social, como por ejemplo preguntarle al pasajero, ante su sorpresa, si deseaba viajar de primera, segunda o tercera clase, cuando las comodidades eran para todos la misma. Sin embargo, la incógnita quedaba develada cuando el carruaje quedaba empantanado en algún cruce de cauce de agua y el mayoral disponía: "Los de primera, quédense, los de segunda bájense y los de tercera, a hombrear las ruedas".

De los documentos consultados, podemos establecer que hacia 1859 (según Castro Estéves), las postas de la "carrera" al Tandil- la Nº 51- eran veinte, para el recorrido de 93 leguas. Saliendo de Buenos Aires, a las cuatro leguas estaba Lomas de Zamora, luego sucesivamente Estancia Grande, San Laurencena, San Vicente Primero, San Vicente Segundo, San Justo, Los Merlinos, Mostazas Chicas, San Gregorio, Ranchos Afuera, Todos Los Santos, San Roque, Corvalán, Los Huesos, La Cerda, La Camaña, Santo Domingo, El Carmen de Argillón, San Jacinto, Arroyo Tandil y finalmente el poblado del Tandil.

Cuando Dardo Rocha-fundador de La Plata- gobernó, mandó efectuar un censo de empresas dedicadas a las mensajerías y transporte de pasajeros en galera o diligencia, en 1881. Este censo revelaba que eran algo más de treinta y seis, cuyos nombres en su mayoría figuran y otros han quedado en el olvido.

En Tandil, por esa fecha, el encargado de la estafeta postal era Manuel Reyna, de quien nos han llegado pocos datos al presente.

De aquellas empresas, "La Protegida", de Niel, Mariño y Cía, era la que llegaba al Tandil, entre otros puntos que abarcaban el sur provincial.

Sus oficinas en Tandil, estuvieron ubicadas en la calle 9 de Julio entre Maipú y Gral. Belgrano y luego, por varios años, en la esquina que actualmente ocupan locales de la aseguradora AIG-La Tandilense. Fue la que cubrió por más tiempo y con eficacia la "carrera" a Buenos Aires, porque también hubo otras que lo hacían a pueblos más cercanos, como a Azul, y que permanecieron hasta los primeros años del siglo XX,

Por un documento que firma Joaquín de Urraza, nos enteramos que los mayorales más destacados de esta empresa en el Tandil fueron un tal Romualdo (vasco) que era el responsable hasta el Azul; Máximo Pérez, que lo hacía hasta Juárez y el más famoso, el vasco Juan Goñi, muy apreciado por el vecindario tandilense que solía recibirlo, a su llegada, con una buena "olla podrida" (un tipo de guiso que también era conocido como puchero vasco), al pie de La Movediza. Urraza afirma que este vasco aguerrido fue además el primero en cruzar la cordillera de los Andes en galera. Bien merece hoy nuestro homenaje...

Esta empresa tuvo también sus aventuras y momentos difíciles, como todas, y vale la pena recorrer algunas líneas del periódico "La Patria" de Dolores., de octubre de 1880, que nuestro amigo Moncaut transcribe y que nos impone de noticias interesantes con el título de " Estragos en el Tandil". Dice la nota: " La nieve que ha caído en el último temporal en el Tandil y sus alrededores, ha producido serios perjuicios en las haciendas.

"El estado de flacura en que éstas se encontraban han contribuido sobremanera a tal fatales consecuencias. Ha habido hacendados de los que tienen establecimientos próximos al pueblo, que han perdido más de 300 caballos de lo que se conoce hasta ahora, así no ha podido seguir la galera que debía llegarnos del Azul. Tampoco ha salido del Tandil por iguales motivos y no se sabe hasta cuándo podrá hacerlo...".

Hablando de Azul, diremos que allí Marcos Mora, que había sido mayoral de Goñi ,Cesio y Cía., creó ,luego de la disolución de la empresa en la que trabajaba, " La Argentina del Sur", hacia 1875, extendiendo su recorrido tres años más tarde hasta el sur, llegando hasta Bahía Blanca., donde poco más tarde inauguró una mensajería que llegaría hasta Carmen de Patagones, logrando, con la ayuda de dos de sus hermanos recién llegados de Mallorca, extender la línea hasta el mismo Fuerte General Roca.

De los pagos del Azul y sus servicios de mensajerías hay detalles interesantes escritos por Alberto Sarramone, de los que nos nutriremos cuando veamos la continuidad de las galeras hasta comienzos del siglo XX.

Entre otros testimonios de lo que significaba viajar por aquellos tiempos en aquellos carruajes, don Manuel Suárez Martínez (tronco de las familias Suárez García, Usandizaga y Ortiz) dejó en sus "Apuntes autobiográficos" interesantes anotaciones de época

Otra vivencia es la relatada, por el francés Godofredo Daireaux, quien al igual que Ebelot, quedó impresionado por estos viajes llenos de aventuras, desde su llegada en 1868. Así nos informa de uno de sus viajes: "En el interior del coche, con los socotrocos del camino, se va emparejando la carga, entrándose los ángulos en las redondeces, con las tremendas y continuas sacudidas de los elásticos, y poco a poco, la conversación se hace general.

"Difícil es que entre ocho personas de la campaña, no haya por lo menos dos que se conozcan, y cuatro que conozcan a algunas de las que conocen las primeras, de modo que pocos intrusos quedan, en esa efímera familia, formada por una comunidad íntima de padecimientos, y después de media hora de viaje, todos somos como hermanos, o por lo menos primos.

" Al llegar a la posta, todos se bajan a desentumecer las piernas, ayudando al mayoral y al postillón a agarrar otros seis mancarrones flacos, para reemplazar a los anteriores.

Viejos y heroicos tiempos de los pioneros del transporte y las comunicaciones.

Daniel Eduardo Pérez