martes, 4 de octubre de 2011

TIEMPOS DE GALERAS Y DILIGENCIAS

LOS TIEMPOS DE GALERAS Y DILIGENCIAS

El sonido agudo y desafinado de la corneta o clarín que hacía sonar el mayoral de las diligencias, al acercarse a las postas, pueblos o estancias, despertaba la alegría de los pocos pobladores del lugar ante la inminencia de la llegada- tal vez- de alguna correspondencia, de algún visitante o de alguna encomienda proveniente de Buenos Aires.

En Tandil, a partir de la caída de Rosas, vecinos progresistas encabezados por Publio Massini, gestionaron la llegada del Correo, lógicamente a través de las benditas diligencias, sobre todo teniendo en cuenta que ya las mismas tenían a Dolores como punto terminal.

Las gestiones dieron sus frutos y pese al peligro de la indiada que estaba levantisca después de Caseros, comenzaron a llegar algunos servicios irregularmente, que extendieron el recorrido de Fillol y Rusiñol. Sin embargo poco duró el servicio, aunque irregular, insistimos, porque las recordadas "entradas" de Yanquetruz en 1855-56 , dejaron al poblado ya no sólo sin el importante servicio, sino prácticamente sin habitantes que pudieran recibir o enviar nada. Fueron los difíciles años del Juez Darragueira.

Restablecida la tranquilidad, poco a poco los vecinos más influyentes volvieron a insistir en lograr el beneficio de las mensajerías y sus diligencias, provocándose situaciones que nos recuerdan el presente, cuando empresarios porteños solicitaban para ello, subsidios oficiales.

Juan Fugl- cuando no- nos relata estos episodios de los que fue protagonista y que determinó la formación de una "empresa" local dispuesta a doblar el brazo de los porteños y arreglarse con los propios medios del pueblo. Aquellos hombres de nuestro pasado, ya enseñaban el camino que Tandil en tantas oportunidades tuvo que afrontar, empeñoso, casi testarudo, pero con una gran fe en las propias fuerzas...

A partir de entonces, Tandil tuvo servicio de correo y pasajeros y los mismos se conservaron hasta la llegada del ferrocarril en 1883 y aún algunos años más.

Este transporte fue, al decir de Moncaut " el primer vehículo democrático del país. Allí compartían el reducido espacio, el estanciero acaudalado con el gaucho pobre, el presidiario con sus grillos y los policías que lo cuidaban".

Relata nuestro historiador y amigo, que sin embargo corrían anécdotas que establecían alguna diferencia social, como por ejemplo preguntarle al pasajero, ante su sorpresa, si deseaba viajar de primera, segunda o tercera clase, cuando las comodidades eran para todos la misma. Sin embargo, la incógnita quedaba develada cuando el carruaje quedaba empantanado en algún cruce de cauce de agua y el mayoral disponía: "Los de primera, quédense, los de segunda bájense y los de tercera, a hombrear las ruedas".

De los documentos consultados, podemos establecer que hacia 1859 (según Castro Estéves), las postas de la "carrera" al Tandil- la Nº 51- eran veinte, para el recorrido de 93 leguas. Saliendo de Buenos Aires, a las cuatro leguas estaba Lomas de Zamora, luego sucesivamente Estancia Grande, San Laurencena, San Vicente Primero, San Vicente Segundo, San Justo, Los Merlinos, Mostazas Chicas, San Gregorio, Ranchos Afuera, Todos Los Santos, San Roque, Corvalán, Los Huesos, La Cerda, La Camaña, Santo Domingo, El Carmen de Argillón, San Jacinto, Arroyo Tandil y finalmente el poblado del Tandil.

Cuando Dardo Rocha-fundador de La Plata- gobernó, mandó efectuar un censo de empresas dedicadas a las mensajerías y transporte de pasajeros en galera o diligencia, en 1881. Este censo revelaba que eran algo más de treinta y seis, cuyos nombres en su mayoría figuran y otros han quedado en el olvido.

En Tandil, por esa fecha, el encargado de la estafeta postal era Manuel Reyna, de quien nos han llegado pocos datos al presente.

De aquellas empresas, "La Protegida", de Niel, Mariño y Cía, era la que llegaba al Tandil, entre otros puntos que abarcaban el sur provincial.

Sus oficinas en Tandil, estuvieron ubicadas en la calle 9 de Julio entre Maipú y Gral. Belgrano y luego, por varios años, en la esquina que actualmente ocupan locales de la aseguradora AIG-La Tandilense. Fue la que cubrió por más tiempo y con eficacia la "carrera" a Buenos Aires, porque también hubo otras que lo hacían a pueblos más cercanos, como a Azul, y que permanecieron hasta los primeros años del siglo XX,

Por un documento que firma Joaquín de Urraza, nos enteramos que los mayorales más destacados de esta empresa en el Tandil fueron un tal Romualdo (vasco) que era el responsable hasta el Azul; Máximo Pérez, que lo hacía hasta Juárez y el más famoso, el vasco Juan Goñi, muy apreciado por el vecindario tandilense que solía recibirlo, a su llegada, con una buena "olla podrida" (un tipo de guiso que también era conocido como puchero vasco), al pie de La Movediza. Urraza afirma que este vasco aguerrido fue además el primero en cruzar la cordillera de los Andes en galera. Bien merece hoy nuestro homenaje...

Esta empresa tuvo también sus aventuras y momentos difíciles, como todas, y vale la pena recorrer algunas líneas del periódico "La Patria" de Dolores., de octubre de 1880, que nuestro amigo Moncaut transcribe y que nos impone de noticias interesantes con el título de " Estragos en el Tandil". Dice la nota: " La nieve que ha caído en el último temporal en el Tandil y sus alrededores, ha producido serios perjuicios en las haciendas.

"El estado de flacura en que éstas se encontraban han contribuido sobremanera a tal fatales consecuencias. Ha habido hacendados de los que tienen establecimientos próximos al pueblo, que han perdido más de 300 caballos de lo que se conoce hasta ahora, así no ha podido seguir la galera que debía llegarnos del Azul. Tampoco ha salido del Tandil por iguales motivos y no se sabe hasta cuándo podrá hacerlo...".

Hablando de Azul, diremos que allí Marcos Mora, que había sido mayoral de Goñi ,Cesio y Cía., creó ,luego de la disolución de la empresa en la que trabajaba, " La Argentina del Sur", hacia 1875, extendiendo su recorrido tres años más tarde hasta el sur, llegando hasta Bahía Blanca., donde poco más tarde inauguró una mensajería que llegaría hasta Carmen de Patagones, logrando, con la ayuda de dos de sus hermanos recién llegados de Mallorca, extender la línea hasta el mismo Fuerte General Roca.

De los pagos del Azul y sus servicios de mensajerías hay detalles interesantes escritos por Alberto Sarramone, de los que nos nutriremos cuando veamos la continuidad de las galeras hasta comienzos del siglo XX.

Entre otros testimonios de lo que significaba viajar por aquellos tiempos en aquellos carruajes, don Manuel Suárez Martínez (tronco de las familias Suárez García, Usandizaga y Ortiz) dejó en sus "Apuntes autobiográficos" interesantes anotaciones de época

Otra vivencia es la relatada, por el francés Godofredo Daireaux, quien al igual que Ebelot, quedó impresionado por estos viajes llenos de aventuras, desde su llegada en 1868. Así nos informa de uno de sus viajes: "En el interior del coche, con los socotrocos del camino, se va emparejando la carga, entrándose los ángulos en las redondeces, con las tremendas y continuas sacudidas de los elásticos, y poco a poco, la conversación se hace general.

"Difícil es que entre ocho personas de la campaña, no haya por lo menos dos que se conozcan, y cuatro que conozcan a algunas de las que conocen las primeras, de modo que pocos intrusos quedan, en esa efímera familia, formada por una comunidad íntima de padecimientos, y después de media hora de viaje, todos somos como hermanos, o por lo menos primos.

" Al llegar a la posta, todos se bajan a desentumecer las piernas, ayudando al mayoral y al postillón a agarrar otros seis mancarrones flacos, para reemplazar a los anteriores.

Viejos y heroicos tiempos de los pioneros del transporte y las comunicaciones.

Daniel Eduardo Pérez

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