lunes, 25 de junio de 2012

HOTELES QUE HICIERON ÉPOCA EN TANDIL




HOTELES QUE HICIERON ÉPOCA
Su valor turístico

                                       

Hablar hoy de Tandil conlleva casi necesariamente alguna referencia a su condición de ciudad turística. Con sus 123.300 habitantes recientemente censados-que la coloca en 4º lugar entre las ciudades del interior bonaerense, luego de Mar del Plata, Bahía Blanca y San Nicolás-su crecimiento y desarrollo en la rama económica citada ha sido evidente en los últimos años.
Sin embargo debemos remontarnos bien atrás en su rica historia para reconocer que desde vieja data y por motivos diferentes, siempre estuvo posicionada en un lugar preferencial, aún antes del boom playero.
Tempranos viajeros que llegaron hasta la entonces aldea, fueron testigos y protagonistas de aquellos tiempos que hoy nos parecen lejanos y que nos dejaron testimonios de ello.
Cuando ya había sido derrotada la Revolución de los Libres del Sud (1839) y los Jueces de Paz eran los que mandaban en el pueblo, un inglés- William Mac Cann- y un francés- H. Armaignac-fueron los encargados de disfrutar las bellezas del lugar y luego dar  a conocer en sus relatos, sus opiniones sobre lo visto. Mac Cann- que se alojó en la casa del vecino norteamericano Thomas Sweezy o Suessing, porque no había lugar adecuado para albergar visitantes en el pueblo, fue de los primeros en dejar sus impresiones de la luego archifamosa Piedra Movediza, que produjo en él una viva curiosidad. Por su parte Armaignac, años después, nos legó una bella descripción del Hotel de la Piedra Movediza, de Dhers, relatando las atenciones con que allí se encontró y dejando para la posteridad uno de los relatos más interesantes de aquel hotel pionero del turismo tandilense, que estaba ubicado en la esquina donde hoy luce Golden, destacando la exquisitez de su comida a la francesa, aunque no pone el acento en el desarrollo hasta entonces alcanzado por el pueblo, como sí lo había hecho antes-1868-otro viajero incansable como fue Santiago de Estrada. 
El encanto de la Piedra Movediza fue, hasta su caída en 1912 y aún años después, el gran atractivo por el que llegaban los turistas de fin de siglo que vieron facilitado el acceso a Tandil luego de la llegada del Ferrocarril del Sud en 1883. Los paseos y la movilidad dentro de la ciudad se hacían, naturalmente, en carruajes a tracción a sangre y desde los primeros hoteles, como el ya citado de Dhers, hasta los posteriores, se programaban excursiones espontáneas que partían del interés individual por conocer tal o cual cosa.
En 1882 cobró vida el "Hotel  de Roma" de Caricio Bosatta, que aunque está más reducido, hoy continúa, siendo el más antiguo que sobrevive. Entre los últimos años del siglo XIX y principios del sigo XX-hasta la década del ’40- se gestaron los hoteles  Francia, Maritorena, Manantial,(fundado por Mathiasen), Laberintos, Edén, (de don Juan Hargouas), Sierras, Ramírez,(que por años atendiera don Rafael Armendáriz), América, San Martín, (de Rottoni), Imperial,(de los japoneses Arima y Nagata), Petit, Savoy,(de Martín Larquin), Victoria, Kaiku y Argentino de los hermanos Vicente y Domingo Murno ,donde hoy está el Grill del mismo nombre.
Sin embargo no existía un hotel importante hasta que la familia Santamarina construyó e inauguró, en 1920, el Palace Hotel,(ver Tiempos…) un cinco estrellas de la época, lugar desde entonces preferido por la clase pudiente porteña para venir a residir en el verano y aprovechar además su estadía para visitar a amigos y familiares en sus estancias, que lucían a pleno con la llegada de propios y extraños. Baste mencionar los casos paradigmáticos de Acelain,  Bella Vista, La Indiana y Azucena, entre otras.
Quienes no podían acceder a hoteles de las inexistentes estrellas de entonces, se alojaban en los otros citados. Cabe consignar que los ubicados próximos a las sierras- como los ya mencionados y desaparecidos Manantial, Tandil, Sierras, Laberinto o Edén, casi todos ubicados hacia el este-sudeste, como quien hoy sigue la actual avenida Bolívar, ofrecían buenas tarifas y una privilegiada ubicación especialmente a quienes llegaban hasta aquí aconsejados por los médicos que entendían que el "aire de las sierras " tenía importantes cualidades terapéuticas, sobre todo para enfermedades o afecciones del aparato respiratorio.
Hoteles, estancias y casas de familiares, eran por entonces, según lo hemos expresado, las residencias elegidas por quienes se decidían a pasar sus vacaciones en estas sierras. Los paisajes naturales ya citados y los creados como el Parque fueron hasta el verano de 1943, en que se inauguró el Calvario, los puntos obligados de visita.
La organización turística oficial debió esperar un poco más para llegar y ofrecer un menú al visitante, que cuando lo hizo comenzó por pequeños circuitos que, además de todo lo ya citado, incluía viajes a lugares de trabajo artesanal-industrial como a la entonces famosa fábrica de quesos La Tandilera. Es que ya los quesos de Tandil habían adquirido fama en todo el territorio y junto a los chacinados se encargaron de convertirnos en una ciudad productora de exquisiteces que hoy se ha consolidado firmemente.
El turismo, ya en la década  del '40 había incorporado otros atractivos o complementos que hoy pensamos como indispensables, pero que por entonces recién  despertaban tardíamente al requerimiento de una franja de edad joven, que encontraron en las piletas de natación de Manantial , Los 50 e Independiente ( las tres primeras de la ciudad) el reemplazo de los "tanques australianos" donde darse un chapuzón refrescante y en bailes o " tertulias danzantes" de fin de semana el lugar apropiado para despuntar el vicio, mirar y si era posible entablar alguna relación amorosa.
Estancias como Acelain (del gran escritor Enrique Larreta); las de los Santamarina: Bella Vista, Maryland, La Indiana, Ramón I, especialmente; Los Bosques y  Azucena, entre otras, configuraban el centro de reunión de estos veraneantes ( que era el nombre que le daban por la época, dado que era en el verano-como quedó dicho- cuando venían a descansar hasta nuestras serranías), cuya llegada a la Estación de FFCC y su posterior regreso a Buenos Aires, constituían todo un acontecimiento en sí mismo.
Aquí las excursiones preferidas eran, como mencionamos,  a los manantiales de los Amores, de Gardey y Domínguez, a la Gruta de las Aguas Doradas,  al centro de la ciudad con su Plaza e Iglesia y, desde 1920 con el Palace Hotel, desde donde partían a “las afueras” con sus coches a la mañana o al atardecer, luego de la acostumbrada siesta.
Naturalmente la Piedra Movediza, hasta su caída en 1912 y aún después, era-reiteramos- el lugar que concentraba mayoritariamente a los visitantes, quienes luego enviaban o llevaban las famosas postales citadas o las primitivas fotos del gran Pierroni, hasta la Capital donde eran admiradas y en algunos casos hasta publicadas en diarios como “La Nación” cuando de familias distinguidas se trataba.
Si tuviéramos que definir un momento especial en el desarrollo turístico de Tandil, debemos decir que la década del ‘20 constituye un punto de inflexión, no sólo porque se incorporó el Palace Hotel (hoy sede de la Universidad, desde 1971), sino porque además se incorporaron a la ciudad atractivos que como el Parque Independencia  a partir de 1923 y los grandes edificios de la Municipalidad y el Banco Hipotecario, le dieron una fisonomía arquitectónica magnífica, que aún hoy admiramos.
Para fines de esa década, ya encontramos en algunas publicaciones citas que otorgan especial importancia a la hotelería, que comenzó a incorporarse como una necesidad, un requerimiento de  los visitantes…
Así  entre los hoteles que menciona el Anuario, editado por la Cámara Comercial e Industrial, encontramos además de los ya citados, el Vasconia, el Francés (hoy  también estacionamiento, frente al Polivalente), el España, el Madrid y el Euskalduna  entre otros.
En cuanto a las categorías, podemos leer que en la categoría “A” estaban el Palace, el Roma y el Edén ( el único de esa categoría en cercanías de las sierras); en la “B” : tres serranos más : el Manantial, el Sierras y el  Parque y otros como el ya citado Ramírez , el Savoy ( de los pocos que sobreviven de esa época), el San Martín y el Petit; en tanto en la “C” , la más modesta, el Francia, el Comercio, el Francés, el Regina, el Kaiku  y  el Argentino.
Algunos años más tarde el  inefable Gombrowicz nos dejaría en su “Diario Argentino”, el recuerdo de  su paso por el Hotel  Continental, del apreciado amigo que fuera  Walter  Moroder….
Hoteles para gente de campo, para vecinos de ciudades cercanas y los grandes hoteles, fueron conviviendo, aunque llamativamente los  que estaban en las serranías fueron cerrando.
En la década del ‘70 a los hoteles, pensiones, hospedajes,   ya mencionados se agregan otros que como: el Grand Hotel, Crillon, Hermitage, Ro-Che-Hil, Torino, Turista, que  han llegado hasta nuestros días, salvo el primero..
A los ya citados hoteles, se fueron sumando nuevos de reconocida calidad y así se establecieron: el Plaza que recoge la idea céntrica del viejo Palace, que el amigo don N. Mazzone, en 1978, año del Mundial de fútbol inauguró; además se incorporaron el Dior, el Libertador (1984) y más recientemente  La Posada de los Pájaros, que retoma  el paisaje serrano para su emplazamiento, al igual que el mucho más reciente  Elègance, y el Hotel Golf & Spa Amaiké, emprendimientos que marcan un camino para la  continuidad en otros similares.
Naturalmente no era nuestra intención, apreciado lector, hacer un inventario, sino destacar el temprano desarrollo de la hotelería a favor del turismo en Tandil.

Daniel Eduardo Pérez