sábado, 7 de septiembre de 2013

EL MUSEO HISTÓRICO FUERTE INDEPENDENCIA DEL TANDIL CUMPLE 50 AÑOS.




El Museo Histórico Fuerte Independencia
Custodio del pasado tandilense

                     Por Daniel Eduardo Pérez

Los lugares que conocemos como museos, palabra derivada del griego museion, que significa " lugar destinado a las musas y a los estudios" o también "casa de las musas", "variedad, mosaico", son aquellos en los que la historia de los pueblos, siempre dinámica, se detiene para ofrecer a las generaciones que se suceden testimonios que- pese a su quietud -encierran en sí mismos momentos, procesos, personajes, costumbres, en fin, vida palpitante de otros tiempos, que generosa se exhibe para su interpretación. En latín se los denominó museum y son los que a través de los siglos atesoran variadas expresiones de las culturas.
En nuestra ciudad el primero fue el de Bellas Artes, y que es en realidad relativamente nuevo, ya que fue fundado en 1937.
Hubo que esperar algunos años más para que la historia lugareña, y hasta nacional, tuviera un lugar adecuado para mostrar algunos de esos testimonios a los que nos referimos en párrafos anteriores.
El origen de lo que luego sería el Museo Histórico y Tradicionalista Fuerte Independencia, estuvo dado por el interés de un grupo de vecinos amantes del folklore y la tradición, que se reunieron para dar nacimiento a la institución, el 20 de agosto de 1955, con la presidencia de don Carlos de Ferrari Bravo y amigos colaboradores que se sumaron a la flamante comisión, como Cecilia S. de Freceise Rico, Sante Salvador, Emilse Gianibelli, Rodolfo Saling, Julio C. Escobar, Teresa C. de Saling, Leonel Acevedo Díaz, Alfredo Serres, Emilio Ramos, Leonetto Binelli, Miguel A. Vannoni, Elvira Mónaco, Edith Forgue, Marta Escobar, Margarita Vannoni y Carlos Freceise Rico.
Los primeros años de la institución transcurrieron poniendo especial énfasis en la enseñanza de las danzas nativas y con jornadas dedicadas al folklore, con fogones y fiestas gauchas, donde la figura de  Encarnación Gordillo de Janín, no puede quedar en el olvido, así como la colaboración de la familia Montani, en cuya “Confitería Norma” se realizaron las primeras reuniones.
Con los años, nació la inquietud de formar una Biblioteca Folklórica y
Tradicionalista, para lo que el 8 de junio de 1960 quedó integrada la Subcomisión que tendría a cargo su concreción, con Emilse Gianibelli, Carlos Allende y Domingo Polpadre.
A esta loable iniciativa se sumó dos años más tarde, el 3 de julio de 1962, la formación de otra subcomisión cuyo objeto era estudiar la factibilidad de crear un museo tradicionalista, que recogiera los ya abundantes elementos donados a tal fin, por vecinos íntimamente relacionados a nuestra historia local.
Con la dirección de ese eximio artista y cultor de nuestras tradiciones que fue don Carlos Allende y la colaboración entusiasta de Pedro Staneck, Erich Mauro y José Protta, la idea fue tomando forma de tal suerte que la envergadura y el vuelo que cobró, hizo necesario pensar en un local adecuado para alojar la sede y el futuro Museo.
Con ingentes sacrificios y la buena voluntad de muchos, pudo adquirirse el inmueble de 4 de abril 845, que era propiedad del  reconocido vecino de Ayacucho Alfredo Cordonier y sus hermanos, y que en un acto de emotiva repercusión, fue erigido en sede el 7 de setiembre de 1963. Con el padrinazgo de don Antonio Santamarina y de doña  Rosa G. A. de Lalloz y la bendición de Mons. Dr. Luis J. Actis, quedaba inaugurado el Museo. Presidía entonces la Institución   Ricardo Ballent a quien acompañaba una comisión directiva integrada por : Pedro Staneck, José Protta, Ismael Alonso, Sofía de Jayo, Graciela Grasso, Antonio Juan, Domingo Polpadre, Héctor Della Maggiora, Carlos A. Allende, Elcira Lissarrague, Sara Martínez Goya, Ramón Techeiro, Marcos Marino, Erich Mauro, Oscar Galasso y Daniel Grasso. Ya su figura dinámica y entusiasta, al frente desde 1960, prometía un futuro de grandeza para aquel incipiente museo que, iniciado con 600 piezas, tiene hoy en sus salas más de diez mil que son orgullo para Tandil.
Las autoridades, instituciones civiles y militares y vecinos particulares, se volcaron a dar pleno apoyo  y así, desde mano de obra a aportes económicos en carácter de donaciones, fueron jalonando el crecimiento del “Fuerte”, como comúnmente se lo conoce y que luce hoy como uno de los lugares obligados de visita para propios y turistas.
Ese crecimiento impulsó a don Ricardo y sus colaboradores a encarar refacciones, ampliaciones y la consecuente compra de inmuebles linderos, así como a la construcción de salas adecuadas para contener la creciente cantidad  de piezas
que fueron dando forma, con  gran esfuerzo, a la magnífica realidad que hoy tenemos a la vista.
Además del incremento constante del patrimonio, sus directivos fueron impulsores de iniciativas destacadas,  como la erección del Monumento al Gaucho, que, obra del escultor y director del Museo, Carlos Allende, se inauguró con motivo del sesquicentenario de Tandil, el 4 de abril de 1973, emplazado en la Plazoleta que lleva el nombre del autor, en 1980, luego del fallecimiento de Allende.
Antes de dar paso a las características más destacadas del Museo, no podemos olvidar los tradicionales fogones de las fechas patrias, donde se reunían la autoridades de Tandil y numeroso público para degustar un sabroso y criollo asado y escuchar luego al recordado Mons. Luis J. Actis que pronunciaba las vibrantes y emotivas palabras de conmemoración, para dar paso a la actuación de folkloristas con la intervención infaltable de don Ricardo y su acordeón, recordando sus viejos tiempos musiqueros.
Hoy el Museo posee quince salas  y una biblioteca-hemeroteca las que en su conjunto atesoran valiosas publicaciones, fotografías antiguas, documentos de próceres nacionales; vehículos de época, maquinarias de colección,  armas y vestimentas, colecciones de monedas y medallas  y hasta el histórico avión Gloster Meteor, el primer reactor que operó en el país entre 1948 y 1971 y que tuvo su primer asiento en la VI Brigada Aérea de Tandil, todo ello conviviendo con la reproducción de una antigua pulpería del siglo XIX con sus detalles típicos.
.
No podríamos, ni es nuestra intención, hacer un inventario que seguramente lo aburriría, estimado lector, pero  sí darle una idea de los más importante que usted tiene que conocer para darse una vuelta por allí-si aún no lo ha hecho-o regodearse con tiempo con algunas de las sugerencias que le proponemos.
Un recorrido por la sala  Salvador Manochi” permite observar allí valiosas colecciones de primitivas armas pertenecientes a culturas prehispánicas de Tandil y la zona y también de la Patagonia,  algunas piezas llegadas por donaciones y otras adquiridas, la sala “Carlos Allende” que contiene este material nos lleva a los orígenes mismos de las etnias indígenas en nuestro país .
Otra sala destacada es la “Antonio Santamarina”, que al igual que la “Juan A. Figueroa” y la “Eduardo Olivero” contienen curiosas y valiosas muestras de nuestro pasado.
A los efectos de que el lector, se ubique según sus preferencias, dividiremos el resto de la nota en agrupamientos afines de elementos, además de darle algunas sugerencias especiales  que recomendamos especialmente, el orden es arbitrario. Usted elige.
Documentos: en este rubro el Museo posee un patrimonio que permite observar desde cartas manuscritas del Gral. San Martín, Alvear, Dorrego, Avellaneda, Rosas, Ricardo Rojas y Machado, hasta bandos del Gral. San Martín o el manifiesto del Brig. Gral. Martín Rodríguez a los bonaerenses, sobre la unidad nacional.
Documentos firmados por los virreyes Liniers y Cisneros y  otros por los integrantes de la Primera Junta Cornelio Saavedra, Mariano Moreno y Juan J. Paso, nos permiten aproximarnos con la imaginación a aquellos hombres que hicieron la patria.
Pero sin duda en lo documental, y referido a la historia de nuestro Tandil, debemos destacar el sumario levantado con motivo de la masacre del 1 de enero de 1872 consumada por los seguidores de Tata Dios, fuente inagotable de estudios y misterios.
Armas: En lo que se refiere a armas, tanto “blancas” como de “fuego”, lo que se ofrece es realmente abundante y representativo. Desde antiguos cuchillos, facones criollos y hasta armas de samuráis japoneses, a sables, entre los que se encuentran réplicas del célebre “corvo” del Libertador, el del Alte. Brown y  además otras variedades, entre las que están las halladas en excavaciones antiguas que han posibilitado obtener material usado por los soldados del Fuerte Independencia. No faltan pistolas del siglo XVIII, como las de sistema  de “miguelete” de origen español, tercerolas, trabucos, para luego encontrarnos nada menos que con los cañones que fueron los que-junto a los que están en el Parque Independencia- defendían nuestro incipiente poblado.
El siglo XIX está representado por diversas armas de fuego, que van desde fusiles norteamericanos a las famosas pistolas Lafoucheux, una Duringer, pequeña y lujosa, verdadera joya y los Winchester y Remington que nos trasladan  imaginariamente al “Far West” o a la época de la conquista del desierto.
En materia de grandes armas, nuestra vista se puede detener asombrada en un cañón argentino sistema Krupp de 1909, un cañón antiaéreo americano de 90 mm y un gran montaje marino inglés de 1937.
Un párrafo aparte merece la sala dedicada a la guerra de Malvinas, donde pueden observarse elementos bélicos utilizados en la última y más reciente guerra en la que participó nuestro país y que en los días recientes se está acondicionando.
Vestimentas: la vestimenta refleja la época y a través de ella vida y costumbres de quienes la usaron. Es por ello que en el Museo podemos apreciar  por un lado uniformes militares que nos llevan a los orígenes de nuestro Fuerte, como el sencillo y legendario del soldado del Regimiento de Caballería 1 de Línea; la chaquetilla y chaleco militar de gala del Cnel. Benito Machado, tan ligado a nuestra historia, los que conviven con parte del equipo antártico usado por el valiente Gral. J. Leal, primer argentino en llegar al Polo Sur. Naturalmente no faltan uniformes de los gloriosos Granaderos ni los de los soldados de la Expedición al Desierto, así como uniformes navales y equipamiento de nuestros heroicos soldados que combatieron en Malvinas.
Una excelente colección de ponchos enriquece esta sección, con el “plus” de quiénes fueron sus dueños: uno que perteneciera a Benito Machado- usado en la batalla  La Verde”-, otro del Gral. Julio A. Roca y  otro también de un ex presidente, pero de Paraguay, el Gral. Francisco Solano López.  Del ámbito histórico local agregamos el de Juan Adolfo Figueroa, el del poeta Lauro Viana y otro con una carga legendaria detrás: el que perteneciera a Gerónimo de Solané o “Tata Dios”, donado por Figueroa, el Juez de Paz de la época de los asesinatos y que según cuenta la leyenda, lo habría comprado a un anciano paisano en el viejo almacén que estaba en las actuales Av. Buzón y Avellaneda. Este poncho, de los denominados de tipo pampa, fue el que usó el célebre personaje y es una de las piezas más requeridas por la mirada del visitante por lo que encierra el personaje que lo vistió.
Esta sección se completa con diferentes clases de calzado, desde las  primitivas botas de potro a curiosos zapatitos de niños de otras épocas, así como sombreros del que se destaca el perteneciente al Gral. Roca.
Carruajes: el conjunto de carruajes que posee el Museo es de una riqueza llamativa, tanto por la variedad como por su procedencia; así podemos encontrar diversos medios de transporte que recorrieron los caminos polvorientos o barrosos de la patria y también los de nuestro pago en los siglos XVII, XVIII y XIX.
Podemos recomendar la volanta que perteneció a Rómulo Pereyra Iraola que data de 1860 y que, como carruaje pesado de transporte de personas, era apto para los caminos más diversos.
Un “break” o breque que perteneciera a Marcó del Pont, de tipo “landó”, que lo diferencia de los de caza y que data aproximadamente  de 1880; imposible de dejar de ver en este rubro, es el breque de caza que perteneciera al Gral. Roca, de origen francés, que usó en cacerías en su estancia “La Larga” de Guaminí.
La berlina que perteneciera al Gral. Eustoquio Díaz Vélez, una diligencia de las usadas en las célebres mensajerías, como la de Timoteo Gordillo; la tradicional carreta que era tirada por bueyes y la gran chata que data de 1900 y cargaba nada menos que de 300 a 400 bolsas de trigo y era tirada por diez o doce caballos. Las ruedas gigantes de la famosa “Dorita”, construida en 1926, por Ángel Costa, lucen como uno de los pasajes para llegar hasta otras salas, en el patio del Museo.
No faltan curiosos coches fúnebres, entre ellos el llamado “cucaracha”, que era usado para el traslado de  los restos de los más humildes a fines del siglo XIX u otros vehículos más simpáticos y con fines menos trágicos que los del viaje final, que pasearon generaciones al cansino paso de su caballo, como el mateo.
Las salas de dos pioneros ilustres como lo fueron-cada uno en lo suyo- Juan Fugl (1811-1900) y Eduardo Olivero (1896-1966), contienen testimonios de la vida desarrollada  por el danés que introdujo  la agricultura en el Tandil y destacado vecino de mediados del siglo XIX,  donde pueden observarse utensilios y algunas pertenencias de Fugl, así como la maqueta en yeso del monumento erigido en la ladera del Parque, de la autoría de Allende. En la de Olivero, magníficos objetos  ilustran la vida de héroe de este pionero de la aviación argentina y su brillante trayectoria, desde su origen tandilense, donde en los álbumes  de su colección  se aprecian firmas de turistas y estudiosos que pasaron por el Tandil antes de 1912 a ver la maravilla del mundo Piedra Movediza con escrituras en diferentes idiomas.
El  patrimonio fotográfico es realmente imponente y se le debe a la obra legada por aquel gran fotógrafo que fue Carlos Pierroni, que fuera  corresponsal de “Caras y Caretas” y de la revista “Fray Mocho”. Casi un relevamiento del Tandil de otra época, en muchos casos marcando la evolución de un  lugar, al tomar desde el mismo ángulo fotografías  en diferentes años,  como la Plaza Independencia o La Movediza, verdadera colección de antología, en un total de 845 que registran acontecimientos destacados de la comunidad e imágenes de antaño en paseos, festejos, vida, costumbres, episodios y personajes del Tandil de ayer.
La pulpería es de por sí un atractivo que nos retrotrae a los tiempos viejos de mediados del siglo XIX, reconstruida con una variedad de elementos que van desde envases de artículos de uso cotidiano de la época (yerba, tabaco, bizcochos, azúcar, vinos, aceites , ginebra, grapa , caña, etc.), también posee artículos rurales que el pulpero vendía o cambiaba, desde plumas de avestruz a tejidos, ponchos, chiripás y bombachas “batarazas” junto a recados, botas de potro, etc., con la reja defensiva característica.
Los elementos rurales no faltan y así es posible observar desde el proceso del alambrado hasta la vieja fragua y su fuelle donde el artesano trabajaba el hierro para los variados usos de las tareas de campo; arados, sembradora, prendas y recados.  Al fallecer don Carlos Allende, su familia donó, en 2000, parte de su colección al Museo, y esta nueva sala agrandó con su rico patrimonio, el ya existente, inaugurándose la sala de los carruajes.
Mobiliarios diversos y hasta curiosos, como los carritos para  bebés de principio de siglo; retratos y cuadros; máquinas fotográficas de marcas y sistemas diferentes y llamativas, así como máquinas de escribir que desde la de una tecla a otras más complicadas y muy antiguas, sorprenden al visitante, al igual que distintos elementos que marcan la evolución en las telecomunicaciones.
Un rincón especial contiene pertenencias de  Mons. Luis J. Actis, amigo y apoyo incondicional del Museo, que dejó en Tandil una profunda huella como Párroco desde 1945 a 1978, y luego, hasta su muerte en 1995, en una tarea incansable a favor de enfermos y en la concreción de la Capilla de San José Obrero.
De ese inmenso caudal de valiosos elementos de la historia nacional y local, queremos rescatar tres de gran valor testimonial. En primer lugar la colección del diario El Eco de Tandil desde el número 1, del 30 de mayo de 1882, hasta el año 1932, joya de valor impar en la hemeroteca del Museo y del periodismo nacional; en segundo lugar la primera  gran campana del Templo de la Inmaculada Concepción, llamada “La Tandilera”, que fundida aquí bajo la dirección de Juan Dellacella, con metales hasta preciosos, pesó 3.150 libras y fue colocada junto a las dos primeras en 1883, la que sin embargo pronto se rajó y hubo de ser reemplazada y la máquina Marinoni que imprimió durante años “La Provincia” de Blas Grothe y que fabricada en París en 1870, dio vida a una numerosa cantidad de publicaciones periódicas y de otro carácter.
Hubiéramos ubicado aquí también el reloj de bolsillo Vacheron et Constantini, de oro, que había pertenecido a Carlos Gardel  donado por el recordado Dr. Jorge Curutchet en 1985, lamentablemente  robado hace algunos años.
Entre lo imperdible colocaríamos, en una escala siempre arbitraria, el trabuco naranjero que perteneció a Juan Moreira y que Julián Andrade, su amigo, que lo acompañó hasta su final el 30 de abril de 1874 y que vivió en Tandil hasta su muerte a edad muy avanzada, regaló al Dr. William Leeson; la lámpara votiva obsequiada a Eduardo Olivero por el gran poeta Gabriele D’Annunzio, y que es de unos 500 años A. C.; el escudo heráldico de la familia de nuestro Libertador Gral. San Martín; un sable que perteneciera al Emperador Pedro I de Brasil y en un plano afectivo y de gran valor histórico contemporáneo, la sala completa Malvinas Argentinas, dedicada a la guerra de  Malvinas y el Atlántico Sur recientemente refaccionada.    
Más recientemente, el 8 de julio de 2011 quedó inaugurada la sala Sala Farmacia y escritura mecanizada y periodismo,  que comparte el sector de la salud y de las letras impresas. La familia Berlari, donó en 2007 todo el mobiliario, los frascos, balanzas, botiquines y demás elementos de la Farmacia Central, (ubicada en Rodríguez  frente a la Plaza) que datan de 1920,  agregándose, además, una extensa colección de máquinas de escribir, aunando así la historia de las artes gráficas y el periodismo.
Ese año, continuó con el salón dedicado al ferrocarril, cuando los integrantes de la Asociación de Amigos del FFCC se acercaron con la inquietud de continuar con el trabajo que se había hecho con los objetos vinculados al tren, y se aceptaron los mismos, los que se acondicionaron especialmente. Hoy se pueden apreciar piezas tales como: mesas, sillas, piezas del vagón comedor, asientos de tren, lámparas, señalizaciones, cartelería e ilustración de la época con sus respectivos rótulos. Finalmente, se está trabajando en la nueva sala de Ciencias Naturales para inaugurarla próximamente.
Hoy el Museo “Fuerte Independencia”, conducido hoy por Oscar Granato, constituye un patrimonio invalorable  de la ciudad  donde el número de visitantes se multiplica año a año, los que han dejado en el “Libro de visitantes”, sus elogiosas impresiones sobre lo visto. Usted, apreciado lector, sabrá qué hacer, pero si todavía no fue, no sabe lo que se está perdiendo. El Museo es en sí mismo una muestra de lo que se puede, cuando férreas voluntades se agrupan tras objetivos en favor del bien común. Y Tandil sabe bastante de esto… gracias a Dios.