miércoles, 1 de abril de 2015

HISTORIA DEL CALVARIO DEL TANDIL

EL MONTE CALVARIO DEL TANDIL

Denominado así por su parecido con "El Gólgota" de Judea, es uno de los lugares más importantes y pintorescos.
Una gran escalinata de piedra culmina con la enorme cruz de alrededor de 20 m. de altura con un Cristo de mármol francés. El sendero del Vía Crucis con los grupos escultóricos recuerdan las distintas estaciones del Calvario. La capilla dedicada a Santa Gemma de estilo romántico y la reproducción de la gruta de Lourdes complementan un marco espectacular por su belleza incomparable.
Inaugurado el 10 de enero de 1943, con la presencia del presidente de la Nación, Dr. Ramón Castillo, y una multitud calculada en 40 mil personas, el Monte Calvario del Tandil es indicado como el segundo existente en el mundo.
Situado en cercanías de la ciudad, el monte alza sus grises granitos de redondeados contornos, como muñones implorantes que de suyo imponen silencio al alma.
Convenientemente forestado por eucaliptus, pitas y algunas coníferas se transforma a la vista de cualquier visitante en un monumento por sí solo.
Esta disposición natural que ofrece al recogimiento, se ve desde la lejanía aumentada por la presencia culminante de un imponente Cristo crucificado que, integrado al paisaje, da la característica esencial a esta conjunción de arte y religión.
La conmemoración de la Semana Santa en Tandil resulta desde hace medio siglo una de las más importantes en la República Argentina y aún en Sudamérica.
Su solemnidad, la multitudinaria expresión del espíritu religioso, la representación de la Vida, Pasión y Muerte de Jesús en el gran Anfiteatro ubicado al pie del cerro Independencia y las expresiones culturales que integran la Semana, tienen como majestuoso punto de partida el Monte Calvario.
HISTORIA
El ilustre sacerdote y obispo Monseñor Fortunato J. Devoto (que también era astrónomo y llegó a dirigir el Observatorio de La Plata) fue quien concibió la idea de levantar en ese magnífico lugar, un monumento religioso de trascendencia nacional.
La antigua Avenida Noroeste de Tandil (hoy España y continuación Monseñor De Andrea) se encuentra coronada en el extremo suroeste por un cerro que pertenecía a Pedro Redolatti, primo de Mons. Devoto.
La visión de éste, que conocía detalladamente el "Monte", "Cerro" o "Parque Redolatti" -como se le denominaba- lo impulsó a sugerir a su familiar la donación del lugar con el objeto mencionado, accediendo Redolatti, en octubre de 1940. Una vez obtenida la decisión, Mons. Devoto lo ofreció a la Sociedad San José (de la que era Director Espiritual) para que fuera la que encarase la tarea de concretar la idea.
Era el 10 de enero de 1941 -Día de la Sagrada Familia- cuando se formalizaba la donación de las nueve hectáreas. En ese mismo año fallecía monseñor Devoto, no pudiendo ser testigo de los resultados de su inquietud.
Aceptada la donación, la presidenta de la Sociedad, doña Elisa Alvear de Bosch, tomó los contactos necesarios e inició las gestiones pertinentes para cristalizar la iniciativa.
La Sociedad, que no disponía de los fondos suficientes como para llevar adelante una obra de magnitud y que todavía no estaba definida a través de un proyecto, debió analizar sus características fundamentales, descartando la construcción de un templo, dado la cercanía de los ya existentes.
Expuesta la idea general, la señora Ernestina Lavallol de Acosta, efectuó la primera donación en nombre de su madre Doña Ernestina Ortiz Basualdo de Lavallol, ex presidenta de la Sociedad.
Aquellos $15.000 moneda nacional, serían la base de la obra, que en abril de 1941 vio delineado su futuro al proponer la Sra. Elisa Bosch Alvear, marquesa de Kerhué y fina artista, que se levantara allí un Calvario, aprovechando la similitud extraordinaria del Monte con el Gólgota.
Aprobada la propuesta en junio de ese año, el Dr. Exequiel Bustillo, a la sazón presidente de la Comisión de Parques Nacionales, donó la madera para la gran cruz que coronaría el conjunto, de coihue o de alerce-según los cronistas de la época- y de 17 m de altura.
Esta cruz, enclavada al fondo de la avenida, a la que se le agregó luego una Piedad y un Descendimiento, fueron las primeras obras que dieron origen al actual Calvario de Tandil.
Se accedía a él por una escalinata de noventa y seis escalones construida en piedra migmatita que conducía, con sus terrazas intermedias de lajas rosadas, blancas y grises de la cantera San José del Carmen, a la Plazoleta de la Cruz, donada por Matilde Campos de Nocetti, propietaria de una importante cantera de la zona por la que también se podía acceder en automóvil.
La Municipalidad forestó, asimismo, con numerosos olivos ambos laterales de la avenida.
Finalmente, la Sociedad aprobó la iniciativa de la Sra. Bosch Alvear de completar lo realizado con un Vía Crucis que ascendiera por el faldeo del cerro Redolatti hasta llegar a la gran Cruz que lo coronaba, el que se ejecutaría con la participación de los más importantes escultores de la época. Se encomendó la dirección de tal obra al prestigioso arquitecto e ingeniero Alejandro Bustillo, quien luego de relevar el terreno y efectuar los estudios correspondientes, propuso el proyecto final.
Los costos que el mismo exigía eran grandes, pero inmediatamente de conocidos, comenzaron a llegar las donaciones oficiales y privadas. La Nación contribuyó con $50.000 moneda nacional, la Provincia con $25.000 y el Municipio con $10.000. Se recaudaron, finalmente, más de $150.000 moneda nacional, lo que permitió cristalizar la obra merced, además, a la generosa contribución de los artistas que cotizaron sus propias obras a precios mínimos.
El 10 de enero de 1943, a dos años de nacida la inquietud, se inauguraba el monumento al Calvario, Vía Crucis y Escala Santa, como se denominó. Las obras inauguradas incluían la gran Cruz, que había sido de dificultosa erección por su tamaño y peso, y trece grupos escultóricos más del Vía Crucis, entre los que se encontraban "La Piedad" y el "Descendimiento" que habían sido los primeros colocados y además Cristo orando en Getsemaní.
Una multitud calculada en cuarenta mil personas, se agolpó para que a las 10 de la mañana, y con la presencia del Presidente de la Nación Dr. Ramón S.Castillo, el vicegobernador de la Provincia, el Nuncio Apostólico, el Obispo de Azul Mons. Caneva, el Intendente Municipal Dr. William Leeson, Mons D’Andrea, y el Párroco de Tandil Pbro. Julio M. Chienno, fue testigo y protagonista de ese hecho histórico.
Entre los cientos de eucaliptus, olivos y pinos, se alzaban estas esculturas originales de los artistas José Fioravanti, Carlos de la Cárcova, Horacio Cerantonio, Santiago Berna, Pedro Tenti, Roberto J. Capurro, César Sforza, Ernesto Soto Avendaño y Ricardo Musso. Se inauguraba así una expresión de lo más representativo de la escultura argentina.
Años después fueron remplazadas algunas de las estaciones por su deterioro, perdiéndose obras de gran valor, como las de de la Cárcova y Tenti y la Cruz de madera fue reemplazada por una de cemento-la actual- de alrededor de 5 m.  más alta que la original de madera, en 1949.
Capilla Santa Gemma y Gruta de Lourdes
La capilla que recuerda a una Santa de 25 años de edad
Fue inaugurada en 1947 y construida en devoción a Santa Gemma. Su concepción artística y arquitectónica la convierten en un verdadero tesoro. Sobre su faldeo se erigió una reproducción de la Gruta de la Virgen de Lourdes.
Transcurridos pocos años de la inauguración oficial del Calvario, se agregó a este magnífico monumento, la construcción de una capilla destinada a la devoción de Santa Gemma.
Construida en una estribación del cerro, de acuerdo al proyecto de los arquitectos Rocha y Martínez Castro, fue donada por Elena Santamarina de Saguier en memoria de su esposo Eduardo Saguier, siendo inaugurada el 12 de enero de 1947.
Se trata del primer santuario erigido en América en honor a la mencionada Santa accediéndose a él a través de tres arcadas románicas que portican el pequeño atrio.
Dirigida su construcción por Valentín Zámolo, su altar, arcadas, confesionarios, columnas, pisos, comulgatorio y parte de las paredes, así como las escaleras, son de granito trabajado por dos artesanos famosos de Tandil: Pedro A. Pedrotti y José Pisculich.
A ambos lados del altar, José Santiago Berna -creador de varias de las esculturas de las catorce estaciones- realizó dos relieves. Su tejado está realizado en pizarra francesa y sus hermosos vitraux muestran azucenas, símbolo de la estigmatizada de Luca, Gemma Galgani, canonizada por SS Pío XII.
José de España, autor de numerosas obras literarias y prestigioso crítico de arte- comentaba en 1948: "Por este nuevo templo, por este Calvario y por muchas cosas que ya se dibujan en el porvenir, la hermosa e inolvidable ciudad de Tandil se está convirtiendo, cada vez más, en el Varallo de América...".
Se refería de España a la magnífica obra realizada, en una colina de Sessia que domina la villa de Varallo, en el Piamonte, a instancias de fray Bernardino Camini en el siglo XV, donde quiso recrear los Santos Lugares, en una "Nueva Jerusalem".
Hacia fines de 1960 surgió la iniciativa de los Padres Carmelitas, que tenían por entonces como Párroco al P. Isidro, impulsada específicamente por el P. Raúl Luque, con el apoyo de un grupo de vecinos encabezados por el Dr. Enrique Torres Ordóñez, de construir en el lugar una reproducción de la Gruta de la Virgen de Lourdes.
Con la colaboración inicial de la Dirección de Turismo de Tandil, la dirección técnica del ingeniero Argentino Olmos y la colaboración artística de Ernesto R. Valor comenzaron las obras sobre el faldeo lateral posterior del lugar donde se halla enclavada la Capilla de Santa Gemma.
La obra dirigida por Valentín Zámolo y con la colaboración de los artesanos de la piedra que trabajaron en la erección de la Capilla, fue inaugurada el 10 de febrero de 1962, a las 19.00, en un acto enmarcado por centenares de fieles.
La réplica de la Gruta está guardada por una gran reja forjada en hierro por Santiago Tomassi y sus hijos. Hacia un costado y delante del altar se halla la imagen de San Bernardita arrodillada, mirando hacia la Gruta donde está la Virgen, poseyendo un altar de piedra de Barker, trabajada por Pedrotti y Jarque y un gran candelabro de hierro para cien velas, obra de Otilio Galicia. Por su parte el artista Carlos Allende -famoso por sus "bochas" de piedra y sus tallas en raíces, creador también del monumento a Juan Fugl y al Gaucho, entre otros- forjó el crucifijo y los candeleros para el altar.
Así fue la obra original. Con el transcurrir de los años se introdujeron varias mejoras, nuevos accesos y escalinatas; y nuevas obras escultóricas que le dieron al lugar el profundo significado que nunca le faltó.

LAS CATORCE ESTACIONES DEL VIA CRUCIS
PRIMERA ESTACIÓN: "Jesús condenado a muerte"
Tomado del brazo derecho por un soldado romano, Jesús es presentado ante el pueblo cuando ya se ha producido la condena. Sus manos permanecen atadas. A su izquierda, sentado, Pilatos se lava las manos.
Escultor: José A. Berna, artista italiano
SEGUNDA ESTACIÓN: "Jesús carga con la cruz"
La figura dramática de Jesús, sostiene con su mano derecha la terminación del travesaño de la cruz, que carga sobre su hombro izquierdo.
Escultor: Humberto Eduardo Cerantonio, artista argentino
TERCERA ESTACIÓN: "Primera caída de Jesús"
A diferencia de la estación anterior, Jesús sostiene la cruz sobre su hombro derecho. La figura está semihincada, apoyada sobre la rodilla derecha y su brazo izquierdo extendido hacia el suelo.
Escultor: Ricardo Musso, artista argentino.
CUARTA ESTACIÓN: "Jesús encuentra a su madre"
Una expresiva María, con sus brazos extendidos hacia adelante, sale al encuentro de su Hijo que se acerca portando la cruz.
Escultor: José Santiago Berna, artista italiano.
QUINTA ESTACIÓN: "Jesús y el Cireneo"
El Cireneo ayuda a Jesús a sostener la cruz. Entre ambos, aparece amenazante un soldado con su brazo izquierdo levantado.
Escultor: Antonio Sforza, artista argentino.
SEXTA ESTACIÓN: "Jesús y la Verónica"
Mientras Jesús es ayudado por el Cireneo, la Verónica presenta un paño con el que secará el rostro del Hijo de Dios.
Escultor: José A. Berna, artista italiano.
SÉPTIMA ESTACIÓN: "Segunda caída de Jesús"
La cruz vuelca su peso sobre el hombro derecho de Jesús, caído. Un soldado amenaza con un látigo en su mano izquierda.
Escultor: Roberto Capurro, artista argentino.
OCTAVA ESTACIÓN: "Jesús consuela a las mujeres de Jerusalem"
Dos mujeres se encuentran frente a Jesús, que avanza llevando la cruz. Una de ellas está con las manos juntas en gesto de imploración, mientras la otra se encuentra arrodillada, con un niño en brazos.
Escultor: José A. Berna, artista italiano
NOVENA ESTACIÓN: "Tercera caída de Jesús"
Jesús se apoya sobre el suelo con la palma de su mano izquierda, con los ojos cerrados. El Cirineo se esfuerza por levantar el madero. Un soldado apoya su pie izquierdo sobre la cruz, mientra otro, armado de lanza, observa.
Escultor: José Fioravanti, artista argentino.
DÉCIMA ESTACIÓN: "Jesús es despojado de sus vestiduras"
Jesús, de pie y el reflejo de gran bondad en su rostro, es despojado de la vestimenta por otro individuo.
Escultor: José Berna, artista italiano
UNDÉCIMA ESTACIÓN: "Jesús es clavado en la cruz"
Jesús ya ha sido colocado sobre la cruz. Un soldado contempla. Un hombre alza su brazo derecho, que empuña un martillo. Un clavo ya ha sido introducido en la mano derecha de Jesús. Otro hombre sostiene el brazo izquierdo, mientras dos mujeres, entre ellas María, son contenidas por el soldado.
Escultor: Humberto Cerantonio, artista argentino.
DUODÉCIMA ESTACIÓN: "Jesús muere en la cruz"
La imponente figura de Jesús, realizada en piedra mármol, se encuentra crucificada en la actual cruz de cemento, que reemplaza a la original de madera.
Escultor: José Berna, artista italiano.
DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN: "La Piedad"
María, con un rostro joven, delicado y bello, sostiene a Jesús, muerto entre sus brazos.
Escultor: José Berna, artista italiano
DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN: "El Santo Sepulcro"
La figura de Jesús es observada piadosamente por la Virgen, en tanto José de Arimatea sostiene su brazo y Nicodemo toma su mano en actitud de besarla.

RECUERDOS DE LA CELEBRACIÓN QUE HIZO FAMOSA A TANDIL
Cuando tomé la primera comunión-allá por 1949 en la entonces todavía Capilla Santa Ana-entraba en la órbita de las celebraciones religiosas con la fantasía propia de la niñez y también con el respeto propio de la cultura de la época, más estructurada que actual.
Fue en la década del ‘50, en la adolescencia, cuando por primera vez fui como testigo-participante de la  Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo, que así era llamada.
Mi madre, devota de la Virgen, se conmovía al paso de las imágenes, entre la multitud que desde las veredas se agolpaba para”presenciar” ese acto evocativo que a mis ojos lucía imponente. Recuerdo  el sonar lúgubre de las “matracas”,  los cánticos y oraciones, los vecinos vestidos de soldados romanos y la potente voz de don Luis Actis conduciendo la procesión por los primitivos altavoces de don Sinka o Bazoberri, que nos conducía a una  casi mística  recordación  de lo que habrían sido los últimos momentos de Jesús.
Era, en realidad, un momento casi único en el año. Después las “Estampas” completaban un día lleno de luto y respeto, en el que las radios nacionales-en Tandil no había locales todavía-pasaban música sacra y los católicos practicantes vivíamos casi en voz baja. En las mesas de ese día reinaban el bacalao noruego, el más modesto abadejo argentino y el atún.
Pasaron los años y quiso el destino que ya desde principios de la década del ’70, participara en la famosa Comisión Oficial que desde 1951 era la encargada de organizar toda la Semana Santa, presidida por el Intendente de turno y con la participación de sacerdotes, laicos y representantes de las entonces llamadas fuerzas vivas (Cámara Comercial e Industrial-hoy Cámara Empresaria-, la Asociación de la Pequeña y Mediana Industria, las Fuerzas Amadas, Policía, etc.
Eran reuniones donde la patriarcal figura de Mons. Actis era la referencia ineludible y la voz cantante, en las que se pasaba revista a todos los detalles, entre los que no faltaba la eterna pregunta ¿y si llueve?.
Lo cierto del caso que no recuerdo de aquellas décadas que la lluvia empañara los actos –salvo alguna vez- que el augurio desalentador implícito en la infaltable  pregunta, sobre todo  en los Viernes Santos, que era el día central.
Luego vino todo lo que hoy conocemos, desde el Domingo de Ramos a los distintos y conmovedores Vía Crucis, hasta llegar al Domingo de Pascua.
Tandil había cobrado vida propia en la celebración de la Semana por la existencia del Calvario partir de su inauguración, el que,  por sus características,  lo constituyen en el único del país y  América, teniendo sólo otro similar en el mundo, y además por la escenificación de la vida de Jesús.
En mi  adultez y desde adentro-como quedó expresado- viví con intensidad sobre todo la preparación de las Escenas de la Redención con lo que ello implicaba desde lo religioso a lo técnico. Una etapa casi épica porque los elementos  de los que se disponían, no eran los actuales.
Desde su nacimiento en 1948,  primero al pie del Calvario y como Actos Sacramentales , desde 1952 en el Salón Parroquial ,luego Teatro Estrada,( hoy del Fuerte), posteriormente  en el veredón de la Municipalidad en 1959, y con la inauguración del Anfiteatro Municipal la escenificación se trasladó allí en 1964, con el nombre de Estampas y luego Escenas, con libretos de Mons. Dr. Luis J. Actis y dirección de Jorge Lester y Enrique Ferrarese, a quienes sucedió, José M. Guimet  y luego, por razones ajenas a la religión y al teatro, se dividieron, siendo ahora las Escenas originales llevadas a distintas ciudades y al Anfiteatro, con el nombre de” Jesús el Nazareno”, - la representación “oficial”, primero con la dirección de Pascual Pina luego fueron cmbiando directoires, que son contempladas por miles de espectadores entre el jueves y el domingo de la Semana Santa
Desde esta perspectiva histórica, la Semana Santa en Tandil fue adquiriendo relieve nacional, con la incorporación, en 1949, de la mencionada Solemne Procesión del Santo Entierro, poniéndose especial énfasis en el Viernes Santo como jornada de fe y de esperanza.
Vale la pena recordar algunos detalles, los más sobresalientes de esa expresión, que ya quedó lejana en el tiempo.
La Procesión se iniciaba luego del Via Crucis del Viernes Santo en el Calvario, para terminar en el templo de la Inmaculada, recorriendo las calles ornamentadas con alguna señal alegórica en las viviendas aledañas.
Era encabezada por los Caballeros de la Santa Cruz, portando la Cruz procesional acompañados por un séquito, los seguían los llamados Ciriales, quienes portaban grandes velas y luego una masa coral y la banda.
Atrás, eran llevados los instrumentos de la Pasión: primero el Caballero de la Corona de Espinas; inmediatamente se ubicaban los Caballeros de los Clavos de Cristo y luego las religiosas de Tandil ( casi todas Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia); y más atrás el Caballero de la Crucifixión portando el martillo, todos ellos acompañados por sus respectivos acólitos.
Formaban luego las autoridades eclesiásticas y más atrás los Caballeros de la Sábana Santa, inmediatamente seguidos por los Caballeros del Santo Sepulcro que portaban la imagen del Cristo Yacente llevada a pulso (no sobre los hombros como hoy) con la Guardia de Honor del Santo Sepulcro.
Acompañaban detrás, las llamadas Hijas de las Santas Mujeres, la masa coral “a capella” y, marcando el paso con sus sones a duelo, las ya citadas Matracas y los redoblantes del Ejército.
Inmediatamente después aparecían los  Mujeres de Jerusalén, de riguroso luto  (vestido y mantillas negras) precediendo a los Caballeros de la Virgen que portaban la imagen de La Dolorosa.
Recordamos que cada Caballero se repetía año a año, casi como una misión”vitalicia”; por su parte, hombres caracterizados como soldados romanos acompañaban a quienes representaban,  simbólicamente a  elementos de la Pasión, donde no faltaban la lanza y la esponja con vinagre .  Las Hijas de María y alumnas y jóvenes de la Acción Católica, de tanto en tanto, arrojaban perfume y pétalos de flores al Cristo Yacente.
Completaban la secuencia, las imágenes de San Juan y de María Magdalena llevadas primero por laicos pertenecientes a distintas organizaciones religiosas y después-como hoy-por alumnos y alumnas de los Colegios católicos.
Durante todo el recorrido una red de parlantes, como ya lo mencionamos,  alquilados por la Municipalidad llevaban la poderosa voz de Mons. Actis  con un libreto escrito por él con oraciones, cánticos y lecturas alusivas.
Casi siempre la llegada de la Procesión coincidía con las primeras penumbras de la incipiente noche y los participantes encendían entonces las velas hasta llegar al final, donde la Banda Municipal dirigida por el recordado maestro Onorato, interpretaba la Marcha fúnebre de Chopin. Una vez depositadas las imágenes en el veredón del templo,  Mons. Actis, decía las palabras acordes al momento e impartía la bendición a la multitud.
Recuerdo que las imágenes de todos los templos permanecían cubiertas por una tela morada que sólo era sacada después del Viernes Santo y las radios nacionales-Tandil todavía no tenía emisoras- pasaban solamente  música clásica y religiosa.
Hoy, ya pasadas varias décadas de los primigenios recuerdos, traemos al presente aquellos años, porque  tiempos y liturgias, han cambiado y ya  no es la misma procesión , ahora adecuada a los tiempos pos conciliares,(luego de posturas encontradas con alguna polémica por medio),  suprimiéndose los instrumentos de la Pasión, matracas , tambores y los soldados romanos, entre otras cosas, y de la escasa participación-la Procesión, como ya lo expresamos era seguida desde las veredas por la multitud-se pasó a una participación más activa de los feligreses.
Las peregrinaciones desde distintas Diócesis al Calvario, así como los Vías Crucis de la Familia, de la Juventud,  de la Tercera Edad y el de los Niños, se han transformado ahora en una tradición con gran protagonismo popular, enriquecedora de los valores religiosos.
Reconocida  como la Semana Santa de más trascendencia en el país, por todo lo expresado en la nota, tiene además, a lo largo de su celebración, expresiones artístico- culturales complementarias que adquieren rasgos casi únicos también en su realización.
Sirvan estos recuerdos de otros tiempos, para valorar en su integridad los esfuerzos que nos permiten disfrutar estos días propicios para la interioridad y el crecimiento espiritual.

Daniel Eduardo Pérez

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