jueves, 25 de febrero de 2016

RAMÓN SANTAMARINA


RAMÓN SANTAMARINA
PIONERO Y BENEFACTOR


En esta nota daremos algunas noticias de uno de los personajes más atractivos de la historia de Tandil y también de buena parte de la historia de la campaña bonaerense, nos referimos a Ramón Santamarina.
Oportunamente, en 1990, con motivo de los ciento cincuenta años de su llegada a la Argentina, se rindieron en Tandil y Buenos Aires justicieros homenajes, entre los cuales se contaron dos conferencias de quien esto firma, una en el Salón Blanco de la Municipalidad y otra en el Jockey Club de Buenos Aires, las que dieron origen, ese mismo año, a la publicación por parte de la Universidad, de un librito conteniendo buena parte de  los conceptos allí vertidos. Además, la familia Santamarina editó otro libro que incorporó también las palabras de homenaje en la Recoleta, del  Dr. Horacio Zorraquín Becú y una
genealogía elaborada por Eduardo Santamarina Colombres, ejemplar aparecido en 1993.
En  2006, Andrea Reguera, investigadora de la Universidad ha publicado un libro sobre la vida y fortuna de nuestro hombre, teniendo a la vista documentación facilitada por sus descendientes.
En esta ocasión, trataremos de ofrecer sintéticamente, una semblanza de su vida, el contexto en la que se desarrolló y el legado póstumo de él y su familia, en beneficio de Tandil, que nomina con su apellido instituciones, paseos y una avenida.
Ramón Santamarina nació en Orense, en la bella Galicia, el  25 de febrero de 1827, del matrimonio de don José García Santamarina y Varela y de doña Manuela Valcarcel y Pereyra, siendo bautizado con el nombre de Ramón  Joaquín Manuel Cesáreo.
España estaba gobernada entonces por Fernando VII, quien después del brote liberal de 1820, había impuesto una férrea conducción absolutista, hasta su muerte en 1833. Ya no quedaba prácticamente nada de aquel fabuloso imperio colonial que forjó a partir del descubrimiento de América, perdido luego de largas y duras batallas de los pueblos americanos por su independencia.
En el seno del hogar- que compartió con sus hermanos Dolores y Francisco- Ramón creció al amparo de una familia que tenía en su padre, a un oficial de la Guardia Real, cargo que desempeñó hasta la muerte del rey. Emparentado con la gran poetisa Rosalía de Castro, era un hombre de trato afable así como dispendioso, en lo referido a los gastos y a las relaciones con cortesanas, muy propio de la época y el cargo.
Por su parte, su madre provenía de una familia de fortuna y sangre noble, emparentada con los condes del Valle de Oselle y los marqueses de Atalaya Bermejo, heredera de títulos y propiedades importantes.
A la muerte del rey Fernando VII, las disputas por la sucesión, desataron las luchas "carlistas" (por el infante Carlos, hermano del rey muerto). El otrora influyente oficial Santamarina había perdido para entonces, buena parte de la fortuna familiar y continuaba en enredos sentimentales, uno de los cuales, el mantenido con una hermana soltera de la condesa de Priegues,  habría influido para que su suegra le solicitase al Capitán General de la Guardia- que residía en La Coruña-que  llamase la atención a su yerno en procura de lograr un mejor comportamiento.
Cuenta la historia oral familiar, que al llamado de su jefe, concurrió don Juan Santamarina en compañía de su hijo Ramón. Sería éste el comienzo del rápido y trágico final de la vida del militar, dado que no pudiendo sobrellevar la situación, se dirigió hacia el Faro de la Torre de Hércules, de la puerta de Santa Lucía o a los fosos del Puerto de Arriba, esto último según consta en la partida de defunción, y el 3 de abril de 1835, en presencia del pequeño Ramón se descerrajó un tiro que le provocó la muerte inmediata.
Muchas historias se han tejido en torno al momento que marcaría para siempre la memoria de Ramón y si bien algunas provienen de la creación imaginaria, como la de su descendiente Ana Gándara  en su libro "La Carreta", que nos ilustra acerca de un posible mandato paterno final: " Prométeme que vas a reconstruir la fortuna de tu madre, que yo he derrochado", lo cierto es que la vida posterior del niño, parece que  hubiera devenido en realidad, con el cumplimiento imaginado de la promesa.
Poco tiempo después falleció su madre, embargada de pena, quedando los hermanos Ramón y Francisco al cuidado de sus tíos Valcarcel y  Dolores, a cargo de la abuela materna.
Aquí la historia entra en un cono de sombras y todo indica que los hermanitos fueron a parar a un asilo para niños pobres de Santiago, donde habrían sido protegidos por un caritativo sacerdote que les brindó posibilidades de educación, cuestión ésta fundamental para los días que vendrían en la vida de nuestro personaje.
En 1840, adolescente de trece años, abandonó el orfelinato, según cuenta una de sus hijas en una carta de 1946, con una moneda de oro que le dio el sacerdote, partiendo hacia el puerto de Vigo con la idea de dejar aquellas tierras de tan mal recuerdo y abordar un barco, no sabemos si como grumete o polizón, que partió rumbo a América.
El destino o la Providencia quisieron que el barco recalara en el puerto de Buenos Aires, llegando de esa manera, en 1840, el joven Ramón a estas tierras desconocidas y desafiantes.
Por aquí las cosas no estaban para nada tranquilas, Rosas había sofocado el año anterior la Revolución de los Libres del Sud y la Mazorca cobraba venganza con los revolucionarios. Los extranjeros que llegaban eran escasos, por lo que Santamarina era casi una excepción.
En ese clima enrarecido política y económicamente, Ramón se habría afincado en el barrio de Barrracas- según lo afirma la revista Kosmos, aparecida poco después de la muerte de Ramón- y sus primeros trabajos habrían sido como peón, pasando bueyes de un lado a otro del Riachuelo, con lo que se ganaba el sustento para albergarse en la posada "Cuatro Naciones" , a metros del Mercado Viejo, simultáneamente, y lo más importante, allí tomaba contacto con lo que después sería su destino : las carretas y la pampa que insondable se abría hacia el sur y era tema de relatos en la posada, a los que el joven Ramón prestaba atención con curiosidad y avidez.
Con el indispensable espíritu de aventura que debe fogonear la búsqueda de nuevos horizontes, luego de varios meses en aquella ciudad de alrededor de 70.000 habitantes, un buen día se conchabó  como boyero en una tropa de carretas, con destino a esos inmensos mares de pastizales, potros salvajes e indiadas escudriñadoras.
Al paso cansino y acompasado de los bueyes, las carretas vadeaban primero el  Samborombón y luego el Salado, para aproximarse al Tandil, donde un Fuerte había sido fundado en 1823 y de donde provenían leyendas que seguramente atrajeron magnéticamente a Ramón.
La fecha exacta de su llegada por vez primera a Tandil se desconoce, pero podemos fijarla entre 1842 y 1846.
Aquella tropa llegó finalmente a la estancia "San Ciríaco", de Ramón Gómez, de los primeros pobladores del Tandil, el que con sus treinta y siete leguas, era de las más importantes en el partido que Rosas había denominado del Chapaleofú, luego de la revolución de 1839, y que apenas contaba con alrededor de mil habitantes en total.
Emilio Delpech, que lo conoció muchos años después y dejó sus impresiones y conocimientos sobre nuestro personaje en su libro "Una vida en la gran Argentina", del que más adelante transcribiremos algunos conceptos, afirma que Ramón se quedó a trabajar en la estancia de Gómez, afirmación también sostenida por Sáenz Quesada y Zorraquín Becú, posteriormente.
Allí habría aprendido los secretos del gaucho y sus destrezas, aunque nunca vistió como ellos ni habló sino su castellano aunque despojado ya de sus giros gallegos.
Un año y meses después se alejó de la estancia que lo cobijó y, veinteañero, comenzó a pensar en independizarse, adquiriendo una carreta para comenzar en el trabajo que conocía de boyero y así recorrer los cuasi inexistentes caminos hacia Buenos Aires, para el traslado de los "frutos del país" a los almacenes de ramos generales, travesías que podían durar hasta tres meses, siempre con el peligro de toparse con alguna partida de indios maloqueadores, a los que  no temía, según alguna vez confesó, pero con los que nunca tuvo enfrentamientos, en tiempos en los que, como bien afirma nuestro amigo el historiador Carlos Moncaut, "no se viajaba sino cediendo a necesidades supremas de negocios  o causas familiares o de política".
Los viajes fueron innumerables, Tandil se surtía primero de su inicial carreta y luego de la tropa de ellas- que fue creciendo hasta ser de veinticuatro- de azúcar, yerba, tabaco, sal, telas y otros elementos que comercializaba, especialmente entre los soldados del Fuerte y los habitantes del caserío tandilense, regidos desde 1840 por un Juez de Paz.
Bañados y lodazales, huellas y rastrilladas cedían al paso incansable de este gallego, que no era el único, ya que los Vela, Nicolás Anchorena, White y otros, también tenían sus tropas, con la diferencia que bien marca Zorraquín Becú, ellos no eran como Ramón troperos.
En 1849 se fracciona el ejido y Ramón registra cuatro solares a su nombre. Era la primera inversión en tierras que después se multiplicarían hasta llegar a casi 300.000 hectáreas. Los viajes no se interrumpieron y, derrocado Rosas en Caseros en 1852, la pampa se estremece bajo los cascos de la indiada amiga del Restaurador. Tiempos difíciles en los que conoce al Cnel. Benito Machado, que pone en él su confianza para abastecer sus fuerzas.
Inmigrantes pioneros como él, entre ellos el danés Juan Fugl, que había llegado en 1849, Díaz, los Arabehety y otros, comenzaron a forjar sus destinos con alguna fortuna y a pensar en dotar al poblado de servicios esenciales como educación y práctica religiosa, verificándose en 1854-como quedó expresado en capítulos anteriores-  los primeros intentos con la primera escuela, la erección canónica de la Parroquia del Santísimo Sacramento, la primera Municipalidad y otros logros básicos institucionales y de servicios  impulsado por ese gran Juez de Paz que fue Carlos Darragueira, interrumpidos al año siguiente por los malones de Yanquetruz , ya descriptos.
Luego del éxodo tandilense provocado por los acontecimientos citados, lentamente la aldea se fue repoblando y  Santamarina comenzó con un negocio que le redituaría pingües ganancias: el del comercio de los cueros vacunos, que luego de la "caza" del ganado cimarrón- se habla de 200 a 300 diarios- vendía en Buenos Aires que los requería para la exportación, como consecuencia de la guerra de Crimea (1853-1856).
Su fortuna comenzó a crecer y a partir de aquellos primeros solares, sumó entre 1864 y 1889, veintiséis terrenos, ocho quintas y veintidós chacras. Entre los terrenos urbanos los había en la calle Gral. Pinto, Gral. San Martín, Av. España, Maipú,  9 de Julio  (donde hoy está Golden) y más tarde el que sería donde levantaría su residencia en Tandil y que actualmente es el que ocupa la "Galería de los Puentes".
Ya por entonces había adquirido la estancia Cristiano Muerto, la del nombre del combate en que Machado derrotó a los indios en 1857, según datos de buena fuente, de propiedad del  colonizador Aaron  Castellanos.
Sería el comienzo de la inversión en tierras, ya que le siguieron Dos Hermanos, comprada entre 1863 y 1899 en distintas fracciones que pertenecieron entre otros a Facundo Piñeyro,  Ramón Oliden y Enrique Thompson y al gobierno de la Provincia, al que le adquirió 2.056 has., hasta completar un total de 10.367 has.
Le siguieron otras compras como la de Los Ángeles, adquirida a los sucesores de Zenón Duval, en 1869, que totalizó la nada despreciable cantidad de 11.555 has. y luego La Claudina de 2.766 has., totalizando así en Tandil casi 25.000 has.
Su figura, adusta, casi severa, fue cobrando respeto y así en las primeras elecciones posteriores a los malones relatados, fue electo por primera vez para un cargo político en la Corporación Municipal, afianzándose su amistad con el danés Fugl, de tal suerte que eran los dos vecinos referentes de los extranjeros en el pueblo.
En 1860 conoció y se enamoró de Ángela Alduncin Gaspui, perteneciente a una familia vasca, con la que se casó radicándose en Dos Hermanos. Allí nacieron los cinco hijos de este matrimonio: M. Elena (fallecida niña), Ramón, luego casado con María Gastañaga y con quien tuvo diez hijos; José, casado luego con Sara Wilkinson-hija del jefe inglés de la Estación de ferrocarril- que no tuvieron hijos y Ángela, que se radicó en España donde se casó con el conde Isidoro de Themes y Sáenz, ( cuya divisa decía ¿ Si no Themes a Themes, a quién Themes?), heredando el condado de Valle de Oselle y el marquesado de Atalaya de Bermejo y Josefa María (también falleció niña).
Eran los años en que Santamarina agregó a su tropa de carretas, sus tierras y propiedades, almacén de ramos generales, pulpería y carnicería, ubicada en su propiedad de la esquina de Gral.Pinto y Chacabuco, posteriormente -en 1920- donde erigirían sus sucesores, el Palace Hotel y hoy está la Universidad.
La Organización Nacional había traído consigo el comienzo de la estructuración del Estado, a partir de la Constitución y en la faz económica se fueron dando cambios a los que Santamarina no fue ajeno, como en el caso de la incorporación del ovino a sus explotaciones, cuya lana luego vendería en forma redituable.
Sus estancias, además, fueron siendo pobladas en forma abundante por una forestación casi obsesiva, costumbre que heredaron para bien sus hijos y que hoy nos permiten admirar, aunque sea parcialmente, esta obra en conjunción con una mirada que  llamaríamos ecológica.
Estas tareas, que señalaban un camino, tuvieron además otras que le precedieron, en este caso en el camino de la cultura, ya que fue quien trajo la primera máquina de coser, que regaló a la esposa de Lambin, propietario de una escuela y del primer piano, que regaló a la hija de la citada maestra y se usó en la escuela.
Amigo apreciado de Juan Fugl, fue quien transportó la primera trilladora que el danés trajo a Tandil, colaborando de esta manera con la introducción de las primigenias innovaciones tecnológicas en el área de la agricultura.
El hombre hecho a sobrellevar dificultades sobre sus anchas espaldas, fue tocado esta vez en la fibra más honda, cuando el 26 de agosto de 1866, falleció su esposa.  Su figura robusta, de un metro ochenta de estatura y su rostro barbado, se contrajo ante el dolor. Quedaban sus hijos aún pequeños al cuidado primero de sus tíos, enviándolos luego a España para su educación y mejor atención hasta que fueran más grandes, para , más tarde, retornarlos al país con la seguridad que su formación y la huella sería continuada.
Pocos años después de la pérdida de su esposa, se volvió a casar, esta vez con una sobrina de la que había sido su esposa, la joven Ana Irasusta Alduncin, matrimonio del que nacieron trece retoños más, diez de los cuales sobrevivieron y tres murieron niños
Estos hijos crecieron bajo la tutela de don Ramón y su esposa Ana, desarrollando con los años una trayectoria que trascendió la vida de su progenitor y uniéndose a apellidos que, como el de Santamarina, significaban por sí mismos un patrimonio cultural y económico importante.
Ellos fueron: Ana, casada con Nicolás Gándara, con el que tuvieron dos hijos; Enrique, casado con Sofía Terrero, teniendo siete hijos; Josefa, casada con Ángel Pacheco, siendo padres de seis hijos; Nemesia, una de las que falleció niña; Dolores, casada con Alfredo Echagüe, teniendo cinco hijos; María, casada con Nicolás Avellaneda, matrimonio del que nacieron  ocho hijos; Elena, casada con Eduardo Saguier, matrimonio que tuvo tres hijos;  Antonio, casado con Dolores Acosta, teniendo siete hijos; Elvira, casada con Diego Lezica Alvear, teniendo seis hijos; Arturo, casado con Mercedes Quintana Unzué, matrimonio que tuvo dos hijos; Adolfo I, otro de los fallecidos de niño; Jorge, casado con María Elena de Alvear, teniendo dos hijos y Adolfo II, también fallecido de niño.
Tandil crecía a un ritmo en el que la concentración urbana estaba por arriba de la media de otros partidos. El primer Censo Nacional, de 1869, registraba 4.870 habitantes, residiendo poco más de la mitad en la zona rural. Del total, un 15,7 % eran extranjeros. El  viejo Fuerte fundacional ya no existía y desde 1865, el partido de Tandil ya tenía los actuales límites.
La década del ‘70 del siglo XIX encontraba a Santamarina en pleno crecimiento económico y cuando se registraron los cruentos episodios del 1 de enero de 1872, que causaron la muerte de 36 extranjeros a manos de los seguidores de Tata Dios, don Ramón salvó su vida milagrosamente, tal como le relata a Ventura Lynch en carta del 14 de ese mes, sosteniendo además, con sorpresa, que los asesinos provenían de gente que estimaba de su confianza.
A ciencia cierta poco se sabe cómo Santamarina no fue encontrado ni en Los Ángeles  ni en Dos Hermanos y salvó su vida, llegando al pueblo cuando la matanza había sido consumada y se preparaba la búsqueda y castigo de los responsables, integrando el cuerpo de extranjeros que, comandados por el danés Manuel Eigler, detuvo y dio muerte a los asesinos.
La detención y misteriosa muerte en el calabozo de Tata Dios y el cuestionamiento al Juez de Paz Figueroa, caldearon el ambiente. Por entonces los criollos de lo que podríamos denominar la sociedad tradicional, se alineaban políticamente en el "mitrismo", con el Cnel. Benito Machado como caudillo, en tanto los inmigrantes de la "nueva sociedad", participaban más de las ideas "alsinistas", tal como Fugl lo testimonia en sus "Memorias”.
Muchos de ellos se enrolaron en la Logia Masónica " Estrella del Sud",  de Azul, ese mismo año, entre ellos el propio Santamarina, los hermanos Arabehety, el  Juez de Paz Carlos Díaz y otros, que meses después formaron la Logia  "Luz del Sud", creada en Tandil, a instancias de la solicitud de la de Azul. Allí se integraron entonces aquellos primeros, siendo designado Ramón Santamarina, tesorero.
Su relación con actividades antirrelogiosas o de mentalidad liberal de la época, fue casi nula, como los hechos lo demostraron, al menos en nuestro Tandil, donde colaboraron eficazmente para la construcción tanto del templo protestante danés como para el católico. Su filiación masónica sí los mantuvo unidos fuertemente al poder político central, donde había otros miembros de la "hermandad".
En 1873, la lista de extranjeros encabezada por Juan Fugl, Ramón Santamarina y Manuel Eigler, derrotó en las elecciones municipales a la de Figueroa, Jurado y Prado, que contaba con el apoyo de Machado.
Cuando la revolución de 1874, en la que Mitre fue derrotado, ya Santamarina habitaba la casa de 9 de Julio,  ya citada, que estaba ubicada en donde hoy está la galería "de los Puentes". Su patrimonio había seguido creciendo, comprando campos y destinando a esas inversiones todas sus ganancias.
En Cnel. Dorrego adquirió  casi 26.000 ha. y alrededor de 32.399 en Laprida, de la famosa estancia La Gloria; luego La Elvira en San Antonio de Areco, La Juanita en Tres Arroyos y muchas más abarcando las  compras tierras de Gral. Lamadrid, Necochea, Juárez, Cnel. Vidal y hasta Bahía Blanca y Carmen de Patagones.
Hacia el norte provincial compró en San Fernando, San Vicente y Alte. Brown y hasta poco más de 100.000 ha. que le ofrecieron en Santiago del Estero, pensando en dejar para sus numerosos hijos una posición asegurada.
De esta manera el original boyero adolescente, pasaba a poseer una de la fortunas más importantes de su época. Para ampliar estos aspectos, pueden consultarse el mensuario Tiempos Tandilenses, Nº 93 y  los excelentes trabajos de la citada historiadora  Andrea Reguera: "Riqueza y poder en la sociedad del tener", de 1997 y " Riesgo y saber : control y organización productiva en las estancias pampeanas (1880-1930)", Anuario del IEHS de 1999 y ahora el nuevo libro.
Tantas inversiones requerían ya de una presencia más frecuente en Buenos Aires, por lo que adquirió una propiedad en la calle Méjico al setecientos, siendo ésta y su estancia Bella Vista, las centrales de sus estadías en las dos ciudades.
Fueron unos años después, que el francés Emilio Delpech, conoció a don Ramón, del que en su libro "Una vida en la gran Argentina", afirma erróneamente que era vasco- error que repiten luego otros historiadores entre ellos Moncaut y Félix Luna- y nos deja una semblanza de las mejores, de la que transcribiremos sólo un pequeño párrafo : "Conocí  a Santamarina en el año 1883, en un hotel de Juárez, en mis recorridas  en compras de lana como ya he estampado  en otras de mis anécdotas. Sabía que este estanciero no vendía las lanas afuera y que todas ellas tenían destino  a su casa de consignación en Buenos Aires; pero ello no impidió que me presentara a la mesa que ocupaba en el hotel, para solicitarle algunos informes de utilidad para mí. Me acogió Santamarina con paternal simpatía  y no sólo satisfizo ampliamente mis preguntas sino que me obligó a que almorzara en su compañía, lo que acepté muy agradecido. Como buen padre y con la franqueza que lo caracterizaba, me elogió el comportamiento de su hijo Ramoncito de 23 años de edad que , ya abogado , le daba muchas satisfacciones en el manejo de sus intereses  que tenía a su cargo, agregando que acababa de recibir noticias de este buen hijo  que le informaba de la compra de varias barracas  ubicadas frente a la Plaza Constitución y que con la apertura del Mercado General de Frutos  habían quedado inutilizadas , lo que permitió la compra a precio conveniente. Agregó don Ramón que tenía que buscar  afuera del campo la colocación de algunos remanentes  de cada año y de entonces en adelante siguió con este criterio pero sin dejar de adquirir, casi anualmente, algún establecimiento de importancia . Esta era la recompensa de tanto trabajo amontonado durante muchos años".
Con Roca como Presidente de la Nación, y su lema "paz y administración",  Santamarina " intuye que ha sido, sin sospecharlo, un precursor del roquismo", afirma Zorraquín Becú.
En el ·90 con su revolución y la gran crisis, Santamarina, seguidor de Pellegrini y Roca recordaba la frase de Mitre:" prefiero la peor de las elecciones a la mejor de las revoluciones " y apostaba al futuro creando en 1890 la firma Santamarina e hijos, junto a sus dos hijos mayores,  Ramón y José.
Ella administraría sus campos, propiedades y negocios, así como el manejo de las ciento veinte mil cabezas de vacunos y setecientos mil de ovinos, desparramados en sus posesiones en las feraces tierras  de la pampa húmeda, en sus veintitantas estancias forestadas casi obsesivamente- se dice que plantó  más de un millón de árboles-dejando a sus hijos esta virtud.
Tanto Ramón como José,( los dos primeros tandilenses que se graduaron de abogados) venían a Tandil y aquí estaban durante períodos más o menos largos, de tal suerte que se fueron ganando el aprecio y el respeto que también su padre había conseguido por sus conductas.
José tuvo destacada actuación como pacificador, en la revolución radical de 1893, evitando el derramamiento de sangre y siendo designado, de común acuerdo, al frente de la Municipalidad.  De Ramón II, Julio A. Costa, en su libro "Hojas de mi diario", en el que dedica un capítulo a don Ramón, dice que fue su " viejo amigo y el ciudadano que me aportó más votos  para gobernador de Buenos Aires" (Costa fue gobernador entre 1890 y 1893). 
Ramón Santamarina, con contactos y lazos familiares, había tejido una rica red de amistades e influencias a nivel nacional, donde era reconocido por sus virtudes de trabajador incansable, ahora junto a sus hijos, le había llegado la hora de los reconocimientos y así, 1896, el rey de Dinamarca lo designó Caballero de la Real Orden de Danebroj, por los importantes servicios prestados a la colectividad danesa del Tandil, distinción a la que naturalmente Fugl no fue ajeno.
Ya anciano, pero incansable, fundó la fábrica de productos lácteos Las Nenas - según el autor Adolfo Rey, transcripto luego por Gorraiz Beloqui y Yuyú Guzmán- que entusiasmado por sus buenos resultados lo llevaron, junto a sus hijos, a instalar en Los Ángeles una fábrica de quesos que no tuvieron la buena calidad esperada por lo que la experiencia no tuvo mucha fortuna.
Sus hijos lo aconsejaban para que hiciera un alto en su camino de trabajo emprendedor y para que su ojo avizor descansara de los negocios. Zorraquín Becú manifiesta que ellos le escribían y le decían " Tata, no trabaje tanto, no trabaje más. Para esto estamos nosotros".
Los años comenzaron a sumarle recuerdos y hacerle más frescos algunos de su infancia teñida por la tragedia ante el Cantábrico. Felicidad y tragedia se mezclaban en ese hombre que supo superar duros momentos con bravura y entereza, pero ahora a la obsesión de aquel fatídico final de su padre, se sumaba la debilidad propia de su ancianidad y creía que está arruinado.
Ana Gándara, reconstruye imaginariamente en su libro esos momentos finales: " Se levantó de la silla como un sonámbulo y se dirigió hacia la puerta de su dormitorio. Antes de abrirla se dio vuelta hacia Ana. Sin saberlo le bosquejó un gesto de despedida. Luego se encerró en su cuarto.
"Su brazo obró solo, independiente de él. Con su mano abrió el cajón de la mesa de luz. Extrajo el revólver. Se lo llevó a la sien. No veía nada pese a que tenía los ojos desmesuradamente abiertos. Se sentía fundido, irremediablemente fundido.
- Estoy arruinado como mi padre-gritó
" El estampido resonó en la casa. Su eco fue como un vuelo súbito de pájaros
"Los que acudieron al oir el tiro, no se sorprendieron. Pensaron, como si de antemano lo hubieran sabido, que su final tenía que ser así".
Era el 23 de agosto de 1904. Desaparecía trágicamente uno de los hombres de más fortuna, ganada en buena ley, que tenía el país. Atrás quedaron los años de boyero, carretero, pulpero, estanciero, hombre de negocios y poder, la hermana muerte lo llevó en sus brazos. Aquí quedaba su viuda y sus hijos, que no olvidaron al Tandil, tierra de sus amores.
Todos ellos desarrollaron  trayectorias brillantes, de las que nos ocupamos en nuestro trabajo "Ramón Santamarina. Su vida y su época". A título de apretada síntesis digamos que a la muerte de don Ramón, su viuda Ana Irasusta, donó un terreno de 40 por 40 m., en la esquina de Maipú y Fuerte Independencia, a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, donde se inauguró en 1908, el Colegio San José; también donó los edificios del Hospital Municipal, que lleva el nombre de nuestro personaje y del templo de la hoy Parroquia Santa Ana, ambos inaugurados en 1909, año en el que murió súbitamente su hijo Ramón II.
Asimismo, José Santamarina donó los terrenos donde hoy están la Plazoleta H. Yrigoyen, la Plazoleta  que lleva su nombre, frente al Hospital, el que hoy ocupa el Poder Judicial y lo que fue el Centro Materno, que en su conjunto- y mirado desde la altura- conforman una perfecta Cruz.
Por su parte, por disposición testamentaria de Ramón II, se erigió la Capilla San Ramón y la Escuela Ramón II en la estancia Ramón I, inauguradas en 1911 y donadas luego al Obispado de La Plata, de donde dependía eclesiásticamente Tandil, hacia 1930.
En terrenos donados por María Gastañaga, viuda de Ramón II, se levantó con la colaboración de amigos de su esposo y la población, el Hogar Agrícola Femenino" Dr. Ramón Santamarina", inaugurado en 1913 y donada al gobierno nacional, hoy Escuela Agrotécnica  que lleva su nombre, más popularmente conocida como la "Escuela Granja".
En ese mismo año se fundó el Club y Biblioteca "Ramón Santamarina", que funcionó primero en la que fuera casa paterna de 9 de Julio y luego tuviera una brillante trayectoria deportiva y cultural, hasta su cuasi lamentable desaparición, comprando la sede de Yrigoyen, la Universidad para conformar el Centro Cultural Universitario.
Entre otras donaciones, se cuentan las manzanas donde estuvo el famoso "Monte de las Romerías" y que hoy ocupan la Plaza "25 de Mayo" y el Barrio Banco Hipotecario.
Además podemos agregar la Capilla Santa Gemma, la Gruta de Lourdes, la capilla Don Bosco y el terreno donde se levanta la sede de la Cruz Roja.
Recordemos que en vida, don Ramón había donado el predio donde estaba la Piedra Movediza y sus aledaños, que hoy ha adquirido nuevamente vigencia a través de la colocación de una réplica que se ha prestado a la polémica..
Quedan asimismo en el patrimonio arquitectónico de Tandil, estancias que, como Bella Vista, (donde está la legendaria carreta), Sans Souci- que espera su recuperación-, La Indiana, Maryland, Ramón I, La Pola, Montiel, Dos Hermanos, Los Ángeles, El Vigilante,  San José de la Tinta (en B.Juárez), etc, etc., constituyen un invalorable tesoro.
Naturalmente no podemos olvidar otras donaciones que enriquecieron el patrimonio cultural de Tandil, como la colección Antonio Santamarina y la Mercedes Santamarina al Museo Municipal de Bellas Artes, así como la colección del diario La Nación a la Biblioteca Rivadavia  y valiosos elementos al Museo del Fuerte, entre otros muchos aportes.
Los Santamarina dejaron además su gratitud en la donación para la fundación de pueblos rurales, siguiendo el horizonte de su padre. Así doña Ángela Santamarina de Themes, puede ser considerada la fundadora de Orense, en Tres Arroyos, en recuerdo del pueblo natal de su padre.
En Coronel Dorrego, se les debe el pueblo de Oriente y en Necochea el de Ramón Santamarina.


Aquí hemos querido brindar a nuestros apreciados lectores, un modesto y pequeño aporte al conocimiento de quien a través de su vida y de su obra, así como la de sus descendientes, fueron testimonio de trabajo y grandeza, aún en el poder- que no siempre es el consejero ideal- y sirvieron a la patria chica y a la República, dejando una huella imborrable, para las generaciones que deberán continuar el surco, sin olvidar- como decía Nicolás Avellaneda-mirar el pasado y apoyarse en sus tumbas gloriosas.

miércoles, 24 de febrero de 2016

LA PIEDRA YACENTE

LA PIEDRA YACENTE
En un nuevo aniversario de la caída de la Piedra Movediza

Tandil disfrutó durante un tiempo, no demasiado largo si tenemos en cuenta su “descubrimiento”, de un fenómeno natural que le dio trascendencia internacional: la Piedra Movediza. Gigantesco peñasco de granito de 300 tn. que oscilaba elegante e imperceptiblemente al borde de un precipicio, con el solo impulso del viento o de la mano, en un equilibrio casi milagroso.
De indudable origen natural, pese a que no faltaron quienes como Alejandro Sorondo, unos años después de su caída, sugirió la posibilidad que fuera …¡un monumento megalítico hecho por vaya uno a saber qué civilización…! , y no faltó-como siempre-quien lo adjudicó a ¡seres extraños a nuestro planeta!, lo cierto es que el granito oscilante fue un “capricho” de la madre Naturaleza.
Decimos que la suya  fue de una corta fama nacional e internacional, porque si tomamos en consideración las primeras exploraciones no indígenas en la zona y la fecha de fundación de nuestro Tandil (1823), hubo que esperar una décadas para que La Movediza fuera “descubierta” y entonces sí, a partir de ello, comenzar a forjar su aureola de magia traspasando fronteras y comenzando a figurar en cuanto libro se publicara.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que La Movediza “murió” septuagenaria, en el conocimiento público, es decir cuando apenas alrededor de siete décadas fulguró en el horizonte legendario estando “viva” para  conocerla.
En ese sentido era “jovencita” si tenemos en cuenta que su origen debemos medirlo en miles de millones de años…
Este fenómeno fue atracción de turistas y visitantes famosos provenientes de todos lados, hasta que el 29 de febrero de 1912, a la media tarde cayó de su pedestal, dejando a Tandil huérfana de su símbolo, el que quedó, igualmente, en el “reposo del guerrero” para todos los tiempos.
Más allá de las leyendas sobre la piedra, vulgares, bellas o apasionadas alrededor de su caída se tejieron diversas hipótesis  que aún hoy, a  95 años de su caída, no conforman más que eso, hipótesis sin cierre definitivo, sin corolario final.
Es que desde aquella legendaria versión de la idea de Juan Manuel de  Rosas de tirar la Piedra,  arrastrada por cientos de yuntas de bueyes, en adelante se tejieron otras  que abarcan tanto el origen de su movimiento (el corazón de la india Mini sacrificada por amor), hasta llegar al terreno de las hipótesis más insólitas cuando del origen de su caída se trata.
Cuando se desplomó estaba en Tandil el destacado escritor Ricardo Rojas, quien fue el primero en dar la noticia al día siguiente en las páginas del diario La Nación, comenzando a correr  desde ese momento   la versión que había sido derribada por un atentado de canteristas disconformes,  contestatarios, vengativos, versión que aún hoy tiene sostenedores en la opinión no calificada.
Otros atribuyeron el desastre a las vibraciones permanentes de los barrenos de las canteras aledañas como detonante de su "muerte" (románticamente “suicidio” para algunos), no faltando quienes afirmaron que el colocar tantas miles de botellas en su base para comprobar su movimiento al romperlas, fue desgastando el punto de apoyo en la base, hasta hacerle perder el equilibrio.
Es evidente que algún factor, no necesariamente coyuntural, hizo que efectivamente  lo perdiera  definitivamente, pero bien pudo ser el transcurrir de los miles de años lo que  fue haciéndole perder el eje justo del delicado  símil de bailarina fenomenal, hasta producir un día su derrumbe final.
¿Se venía cayendo desde hacía miles de años? , como sostenía mi recordado amigo y maestro, el Dr. Huberto Cuevas Acevedo, destacado médico pero también geógrafo;¿ Fue un atentado?, como algunos pretenden ; ¿Un accidente provocado involuntariamente? O  la perseverante costumbre de empujarla por parte de todos los que subían, para tratar de observar su oscilación, hasta que entre tantos miles de empujones, en una sumatoria  físico- matemática la mole cayó, como  lo sugiere claramente Eduardo Holmberg, el destacado científico, ligado a Tandil y que la visitó en repetidas ocasiones. La incógnita persiste, lo que potencia su legendaria fama.
Hasta el nombre que nos denomina en los mapas, TANDIL, puede haber tenido origen en aquella maravilla natural.
Oportunamente publicamos una nota con el titulo de “En torno al significado del topónimo Tandil”, en el Nº 2 de la Revista de la Universidad (1978)donde dimos cuenta de alrededor de treinta acepciones atribuidas al significado de nuestro querido nombre propio.
Palabra de origen mapuche, deformada por los oídos y las lenguas blancas, una de sus acepciones pudo haber sido proveniente de los vocablos Thav-lil, “piedra que palpita, que late”.
Piedra que late, muy poético y también romántico… pero ¿ajustado a la verdad?
Lo cierto es que aquella roca que permaneció sumergida en las aguas oceánicas que hace miles de millones de años cubrían la zona, moldeándose en ellas para salir a la luz alrededor de hace 900 millones y aquí “respirar” solitaria en la pequeña cumbre rodeada de congéneres sin sus dotes de una Maia Plitsiètskaia, aunque como partenaires admirables y admiradoras de esa privilegiada integrante o, mejor, solista del ballet granítico, sucumbió rápidamente, cayendo en el escenario y enmudeciendo a la platea, quedando yacente y partida, como cadáver momificado para la eternidad terrena y la curiosidad y el lamento inútil.
Quedaba para nosotros la magia de imaginarla allí, soberbia y agrandada por los ojos de la fantasía como un cíclope imbatible que se grabaría para siempre en los corazones, en el sentimiento y en la conceptualidad de una identidad única. No es poco…¿no le parece, amigo lector?.
Casi enseguida de su caída aparecieron quienes opinaron que había que buscar la manera de reponerla en su sitial. Proyectos varios que se fueron diluyendo en el tiempo. Recordamos siempre a don Arnaldo Rizzo quien conformó una comisión a tal fin ya hasta se puso una especie de hito señalando, o más bien, dejando señalada esta intención cuando el Dr. Zarini era Intendente en 1971 y unos hermanos Maxwell presentaron un proyecto en el que hasta movimiento le daban…pero el tiempo pasó y cada tanto el tema era puesto en  agenda.
Más cerca de nuestros días el  artista amigo José Rossanigo concibió el  llamado “piedra dorada”, una especie de monumento en bronce que en ese lugar la pusiera nuevamente a la vista erguida, pero luego de muchos cabildeos sobre el tema, en la gestión del Intendente Miguel Lunghi, se llamó a un concurso en el que hasta la gente-muy poca-votó ante varios proyectos.
Finalmente el que resultó elegido comenzó a ponerse en práctica: una réplica en materiales sintéticos y hueca con armazón interna, que podría ubicarse en la cumbre inmóvil.
Tras varios meses de trabajos y de cuestiones varias para lograr el presupuesto para abonar a sus autores, finalmente y no sin opiniones divididas, la “piedra” fue inaugurada con bombos y platillos el 27 de julio de 2007, con la presencia de la pareja presidencial y todo el séquito imaginable……
La piedra siguió muerta, sólo que ahora la vista de algo parecido, nos dejaba mutilada la imaginación y le quitaba ese halo de misterio.
El Parque lítico La Movediza nació de esta manera, esperemos para quedarse, mientras la verdadera, la caída “mira” desde abajo a su símil, soñando seguramente aquellas épocas fabulosas en el que era una atracción mundial.

Daniel Eduardo Pérez


sábado, 13 de febrero de 2016

LOS CLUBES DEL TANDIL

LOS CLUBES  DE TANDIL
Breves reseñas de los inicios de los más antiguos

La riqueza de la formación y desarrollo de los clubes tandilenses que comienzan a cobrar forma a comienzos del siglo XX, nos obliga a reseñar muy brevemente en el espacio disponible, el origen de los más antiguos hoy vigentes, señalando que al Club Hípico, por su naturaleza y pese a ser el primero (1866), lo dejaremos para otra oportunidad.
Defensa Tandil
Recién despuntaba el siglo cuando varios vecinos comenzaron a redondear ideas para formar clubes de fútbol. En 1908, por iniciativa de los hermanos Miguel, Bautista, Ramón y Juan Falsa y de Pedro Solari, entre otros, se fundó el club Brigadier Martín Rodríguez, en una reunión en Riobamba 360 (actual Alem) el  que  en 1910 se escindió fusionándose uno de los grupos con el equipo denominado Unión Artesanos, formado por obreros y empleados de la herrería de Enrique Peré, naciendo el Defensa Martín Rodríguez.
Al no existir testimonios escritos, como correspondencia, libros de actas, o informes periodísticos que atestigüen con exactitud el día fundacional de la institución, son válidos los  testimonios de antiguos socios fundadores, recogidos por ejemplo por Miguel Jarque  para la placa de mármol que confeccionó a principios de los años ‘50, en la que figura la fecha. Finalmente, en 1912, deciden denominar a la institución Defensa Tandil, tomando como fecha definitiva de su fundación el 17 de mayo de 1910, en la que se conformara el Defensa Martín Rodríguez.
Luego de algunas buenas campañas deportivas, el club se disolvió en 1916, y un año después, en una reunión en el Club Ítalo Argentino, se procedió a su reorganización. Carlos Octavio Alfaro, el periodista que historió el deporte tandilense, en su libro "Del potrero al pizarrón. El fútbol en Tandil", nos dice sobre el tema: "Ese año (1910) nace un nuevo club. Es fruto de una escisión dentro del “Brigadier Rodríguez" de los hermanos Falsa.
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Los partidarios de la práctica del fútbol fundan el "Defensa Martín Rodríguez" en una reunión que realizaron el 10 de mayo de ese año en un bar existente en la esquina de Las Heras y Avda. Colón (Actual Mercado Municipal). Se identificaría con los colores amarillo y negro en rayas verticales. Poco después el otro sector, en una asamblea realizada el 10 de agosto se agrupó en lo que denominaron Círculo Deportivo y Social "Brigadier General Martín Rodríguez", abriendo su sede en Río Bamba 360 (hoy calle Alem).También se formalizó como club  "Unión Artesanos" que como ya señalamos era solamente un equipo embrionario en ese momento (1906), formado por los obreros y aprendices de la herrería de Peré. En la misma obra, el autor señala: ”Se integra la siguiente comisión directiva: Presidente: Alejandro V. Lavalleé. Vice: Jesús García. Secretario: Juan E. Peré    (luego presidente), Pro secretario: Francisco Casamoretti. Tesorero: Florencio Bicondo, Pro tesorero: Gregorio Olascoaga. Vocales: Pedro Solari, Feliciano Benegas, Benito Justina, Juan Bottazzini, Isidro Garasa y Ramón Falsa. Revisores de Cuentas: Francisco Pellegrini (h) y Luis Ferrari. Capitanes de 1° División: Bautista Falsa y de 2° Claudio Ibarra.”
Por su parte, Juan Vattuone, presidente de Defensa Tandil, en su discurso en el acto de inauguración de las instalaciones actuales, el 9 de mayo de 1954, expresó, en lo referido a la etapa fundacional del club que “el 18 de enero de 1923 en el local de la Asociación Tandilense de Fútbol, presidió una reunión el señor Fernando Vecino poniéndose de acuerdo con el Club Alumni el 4 de diciembre de 1922 para cambiar su nombre por el de Defensa Tandil tomando como insignia las franjas roja y negra que luce hoy". Aquí aparece por única vez un dato desconocido respecto al acuerdo con el Club Alumni, que no podemos precisar cómo lo obtuvo el Sr. Vattuone.
El centenario decano de los clubes tandilenses tuvo entre sus filas destacados dirigentes, como el citado Vattuone, Ramón y José Solanilla, Víctor Jesús, Francisco Erauzquin entre otros y desarrolla una intensa actividad deportiva y cultural, en este caso con su Biblioteca “Juan Vattuone”, fundada en 1984.
Club y Biblioteca Ramón Santamarina
La iniciativa de un grupo de jóvenes del barrio  "de la estación", permitió organizar la práctica del fútbol reunidos con una misma camiseta. Así nació el Club Atlético Independencia. En asamblea, la mayoría de los 41 asistentes, cuyas edades oscilaban entre los 18 y 22 años y algunos mayores, se inclinó por ese nombre. La primera Comisión Directiva provisoria estuvo integrada por: Presidente, Alberto C. Paz; Vice: Albano J. Parra; Secretario, Adolfo Muñoz; Pro secretario, Juan B. Dulón; Tesorero, Martín Bicondo; Pro tesorero, Héctor Soulá; Vocales: Miguel Fourquet, Félix Riglos, Antonio Iturrioz y Roberto Zarini.
Nacía así el nuevo club el 20 de diciembre de 1913, instalándose en la casa del presidente, en Av. España 658 y  alquilando luego en Av. Colón 1189; poco después se alejaron del barrio y la secretaría, en 1914, funcionó en el domicilio del entonces titular de la comisión directiva, Martín Bicondo, en la calle Maipú. Allí se propusieron lograr una cancha y no estar pendientes de otros lugares, explicándolo en el acta del 20 de febrero de 1914 al decir que " ... habiéndose hecho mención de un terreno del señor José Santamarina, sito en Avenida Colón, entre La Plata (actualmente Uriburu) y Carlos Pellegrini, el señor Paz ofreció entrevistarse con el señor Antonio Santamarina, para tratar sobre este asunto, quedando pendiente para la próxima reunión".
Habiendo tenido éxito la gestión, el 6 de marzo de ese año se resolvió el cambio de nombre, como agradecimiento por la cesión a préstamo de la manzana de tierra. Pasó entonces a denominarse Club Ramón Santamarina, en homenaje y gratitud a Ramón II, quien falleciera en 1909. Designaron como presidente honorario el Intendente Municipal Antonio Santamarina, quien agradeció emocionado el nombramiento, el 13 de junio de 1914.
Los colores fueron tomados en homenaje al "Tren Carbonero", por lo que decidieron adoptar los de Peñarol de Uruguay (club apodado, justamente, carbonero): el negro y el amarillo a bastones.  El escudo tiene la abreviatura "CyBRS" (Club y Biblioteca Ramón Santamarina) que se encuentra distribuida en las cinco franjas negras y amarillas que se engloban dentro de una gran "S", a las que se suman los símbolos olímpicos (los cinco anillos y la antorcha). En 1919 se había incorporado la biblioteca como actividad cultural.
En la década del ‘30 la que fuera casa paterna de los Santamarina, en 9 de Julio al 500, fue prestada como sede del club en tanto en Constitución y Montiel se preparaba una cancha. Recién comenzada la década del ‘40, alquilaron dos casas en la actual Yrigoyen dejando la de los Santamarina, pero el 6 de octubre de 1946 un tornado arrasó con la sede, la que fue reconstruida en un año.
En 1957 cumplieron el sueño del estadio propio en Roca y Belgrano, las casas sede fueron remodeladas a nuevo y la Quinta Belén pasó a su patrimonio. A la práctica del fútbol y el básquet se incorporó activamente el boxeo, impulsado por el Dr. Vistalli.
Es el club que más campeonatos locales de fútbol ha ganado y que mayor cantidad de veces representó a Tandil en los torneos regionales. Los logros deportivos en las siguientes décadas fueron innumerables, destacándose su participación en el Nacional de 1985. Lamentablemente debido a la quiebra sufrida en 1998, el club perdió todo y debió figurar tres meses como "Unión Obrera Metalúrgica" y, luego, 14 años como "Club Social y Deportivo Santamarina".
Recién en 2010 logró superar la situación y recuperar jurídicamente su nombre original. Al cumplir 100 años como institución, se realizaron diversos festejos incluyendo la publicación de un libro y la obtención de un terreno que está siendo trabajado para ser utilizado como estadio y campo de deportes.
Desde la segunda mitad del año 2014 disputa el torneo de la Primera B Nacional,  
luego de coronarse campeón del Torneo Argentino A  2013/14.
Dirigentes de la talla de Francisco “Pancho” Vistalli, Juan Carrera, Leonardo De Gennaro, Francisco Fiego, Ghezan… entre otros, hicieron historia…
Jorge Newbery
Un 24 de abril de 1914, un grupo de vecinos, jóvenes futbolistas, decidieron fundar un club. Entre ellos se encontraban Nicolás Petilo, Jorge Suárez Nelson y Juan Bautista Diez. Fue lo que luego sería conocido como el Club Jorge Newbery, en homenaje al reconocido aviador, fallecido el 1 de marzo de 1914 en un accidente, decidiendo integrar una comisión con Mario Suárez Nelson y Nicolás Petilo colaborando Alberto Rosas Ruiz, Silvio Vítullo y Genaro Lotito con otros amigos que desde puestos anónimos arrimaban su apoyo de aficionados.
Luego cambiaron los tiempos, pero el Club siguió fiel a su tradición, mientras otras entidades diversificaban la acción en otras actividades, los "bataraces" seguían firmes con el fútbol. Muchos tandilenses se contaron en las filas newberistas, entre otros los jugadores Fasael y Pedro Landaburu, Maximiliano Pastor, Domingo Dell' Acqua, Rodolfo Ficer, José Mohuno, Rogelio y Héctor Istilarte, Emilio Tejeda, Rogelio Sánchez, Nicolás Malinarich, Santos Gómez, Rodolfo Alcorta, Felipe Renis, Delfor Urrutibehety, en esa época.
Casi cinco años después, se fundó la Liga Tandilense de Fútbol, en  1919, y Newbery fue uno de los clubes fundadores. El equipo “bataraz”, se consagró como el primer campeón  oficial del fútbol tandilense en 1919 y luego repitió en 1920, 1941,1945 y 1986.
Cuando se fundó el club no tuvo sede durante muchos años, razón por la cual otro objetivo del crecimiento tuvo que ver con la posibilidad de lograr una, la que recién en 1948 pudieron inaugurar en Gral. Rodríguez 1260. En lo que a infraestructura respecta, tenían una cancha ubicada en la manzana entre Garibaldi, Alem, España y 9 de Julio; que hoy día está atravesada por el pasaje Jorge Newbery, cuyos terrenos fueron rematados en 1931.
En el centenario, su presidente Oscar Alberto Krüger comentaba: “Aquí nacimos, aquí nos criamos, hicimos los amigos, nos pusimos de novio, nos casamos. Vinieron nuestros hijos y ahora traemos a nuestros nietos”. “Hoy el club es un orgullo, económicamente está muy bien y se van sumando actividades: básquetbol masculino y femenino, baby fútbol, acrobacia en tela”. En tantos años de vida, el Club tuvo equipos que quedaron en la historia, tanto de básquet como de fútbol y con orgullo, recuerdan que Mauro Camoranesi, que jugó en Racing e incluso fue campeón del mundo con la selección italiana en 2006, se formó en el club. Dirigentes como Fortunato Bardelli, Miguel Natuzzi, Carlos Adamoli, Diego Jurado marcaron un rumbo…
Club Independiente
Apenas había pasado poco más de un lustro en que el fútbol había cobrado vida en los potreros de Tandil, cuando medio centenar de jóvenes pertenecientes a familias de clase media y media alta, deciden practicar tal como los pibes que jugaban en los  preexistentes clubes Defensa, Newbery y Santamarina.
Nació así el Independiente Foot-ball Boxing Club. La primera comisión directiva se formó el 9 de julio de 1918 presidida por Arturo Setzes, acompañado entre otros por: Bernabé Astoreca, Agustín Diez, Antonio Piñero, Pedro y Fulgencio Arguinzonis, Emilio Cardona, Juan Gardey, Agustín Dulon,  Horacio Camé,  Juan Ciao, José Masmela, Enrique Pierre, Héctor y Ricardo Franchini, Marcos Rabal, José Natuzzi, Emilio Liernur, Félix Navarro, y otros. El primer objetivo era ingresar al campeonato de fútbol. Recién en 1925, se alquilaron dos casas, en distintos momentos, sobre Gral. Rodríguez que se utilizaron como sede. Más tarde se trasladaron a 9 de julio 457. Un momento histórico fue en 1928, cuando con los ahorros, y un préstamo bancario sumado a una hipoteca, cumplieron el sueño de la casa propia en Alem 439, después que Francisco Fortunato y José Cabral firmaran la escritura al no poseer personería jurídica. Un año después, el club compró terrenos situados en Avellaneda y Richieri para su campo de deportes. Allí construyeron su cancha de fútbol, la que tomó forma en febrero de 1930. Por la época, el tenis comenzó a tener adeptos, entonces el club hizo varias canchas en el lugar. También el atletismo, los tenía, Darío Cantarelli y Oscar Magneres, en 1930, eran sus máximos exponentes. Gracias a la donación de tierras que hizo el comisionado municipal, Juan Buzón, se terminó una pista de pruebas. En los inicios de esa década  surgió el básquet, construyéndose una cancha en el campo de deportes, con iluminación eléctrica que fue la primera en la ciudad. Fueron pioneros José Sabattini, Jorge Brun, Roberto Bañón, Luis Ballester y José Ricaldone. Décadas más tarde, llegó Eduardo Aldasoro que fue el gran formador de juveniles y un trabajador del básquet de la ciudad al que transformó. En 1936 se creó la Asociación de Basket-ball de Tandil, siendo el club uno de los fundadores, prestando su sede para el acto inaugural.
En 1929, obtuvo el primer campeonato de fútbol y poco después fueron desafiliados de la Asociación Tandilense durante cinco años, aunque igualmente siguieron practicando y el 15 de marzo de 1931 se inauguró la cancha de fútbol, en el Campo de Deportes. Cuando regresó a la competencia oficial, en dos años ganó su segundo campeonato. En 1952, con Agustín Berroeta como presidente, se compró el edificio de 9 de Julio y Av. España, que fue ocupado  en abril de 1958. En 1987 se trasladó todo al Campo de Deportes ubicándose en el ex restaurante “El Quincho” y en el gimnasio que se había inaugurado en 1977. De su  semillero, salieron futbolistas como Vicente Pernía y Mariano González, (ganador de una medalla olímpica en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 con el seleccionado argentino), Jorge Izquierdo y Mariano Pernía.
El tenis tuvo su auge en los años ´70 cuando llegó Raúl Pérez Roldán. Los primeros en dar el gran salto fueron Guillermo y Mariana Pérez Roldan, que dieron el puntapié inicial para  una época que fue marcando el rumbo para las nuevas esperanzas, entre los primeros que obtuvieron grandes resultados, estuvieron  Graciela Pérez, Eduardo Infantino, Patricia Martignoni y Patricia Tarabini. En 1985,     Pérez Roldán fue designado entrenador de la selección nacional de tenis, a raíz de lo cual José Yotti, Ariel Rodríguez y Carlos Pagnacco se hicieron cargo de la actividad. Años después,  Mariano Zabaleta empezó a destacarse y detrás de él Juan Mónaco,  Máximo González y una de las grandes figuras: Juan Martín Del Potro quien arrancó jugando al fútbol de pequeño y que bajo la tutela de Marcelo Gómez, empezó a escribir una gran historia que todavía tendrá muchos capítulos. También surgieron Diego Junqueira, María José Argeri y María Irigoyen quien tuvo un  paso en sus inicios.
Dirigentes de gran valía como Francisco Fortunato, Juan Gardey, José Gatto Cauterucci, Arnaldo Pontaut, J. de Antueno, A. Selvetti, A. Berroeta, Duggan Martignoni, entre otros, dejaron su huella…
Club Atlético y Biblioteca Ferrocarril Sud,
El FFCC había llegado a Tandil en 1883 empleando con el tiempo a numerosos obreros ferroviarios. Fueron precisamente estos quienes tuvieron la idea de dar origen a una institución que representara a las familias y a la juventud del creciente barrio y cumplir un rol importante dentro de la sociedad. En aquella época los clubes tenían un rol muy valorable y el fútbol comenzaba a dar sus primeros pasos en Tandil.
El viernes 6 de junio de 1919, nacía el club y biblioteca de los ferroviarios  con el reducido número de 30 jóvenes empleados del ferrocarril, entusiastas socios fundadores, entre los que se destacó Rómulo Martínez, telegrafista en la empresa ferroviaria. Esa tarde Pedro Saint Miqueu, jefe de la estación, aceptó el proyecto y los autorizó a reunirse en una de las casillas que hacía las veces de oficina. En la asamblea estuvieron  entre otros: Nicolás Aceto, Martín Bisbal, Juan Cartagénova, José Haudu Castet, Miguel Dellavanzo, Carlos Chamberlain, Agustín Fernández, Rómulo Martínez, Domingo Nario, Juan Pisani, Marcelo Sasiain, Héctor Soulá, Guillermo Schagen, Alfredo y José Uez. Fue elegido como primer presidente Héctor Soulá y en la reunión aprobaron la fundación del club Ferroviario, resolviéndose enviar una nota al gerente del FFFCC Sud, en Constitución, J.M. Eddy, anunciando lo resuelto y designándolo presidente honorario. Los colores de la institución, por iniciativa de Carlos Chamberlain, fueron: azul, blanco y rojo, que son  los de la bandera inglesa, identificatorios de la empresa que donó el dinero para  solventar los primeros gastos. Creada la Asociación Tandilense de Foot Ball, en el verano de 1920 se armaron las divisiones para competir. La institución fue popular por el fútbol, pero también practicó voley, básquet y gimnasia artística que fueron actividades que dieron réditos a los tricolores a lo largo de su historia...
En 1938 se inauguró la cancha y las instalaciones del “Dámaso Latasa”, en la manzana  rodeada por las calles Mosconi, Av. Del Valle, Nigro y Beiró. En 1955 se empezó la remodelación y la cancha tomó el sentido de orientación que hoy le conocemos y se inició la construcción de la tribuna de cemento, para cuatro mil espectadores, cuya habilitación llegó en 1958 con un festival de ciclismo. En su sede de Colón y Arana  hay canchas de básquet, pelota paleta y bochas. Integrante de la  Liga Tandilense de Fútbol, ha obtenido 20 títulos.
Hacia 2008 Ferro atravesó una crítica situación que derivó en la intervención judicial por casi dos años. Para ponerle punto final a esa intervención, en el año 2010 se conformó una Comisión Normalizadora presidida por Edgardo Vázquez.
En 2014 se dieron las condiciones para que se vuelvan a realizar elecciones de Comisión Directiva y el 11 de diciembre la asamblea eligió una lista única con Ezequiel Lester como presidente sucesor de grandes presidentes como Cervantes Salinas o Juan A. Salceda,(con su nombre designaron a la biblioteca), que fueron dirigentes ejemplares.
Club Gimnasia y Esgrima
Un grupo de amigos reunidos en una vivienda de Gral. Belgrano 31, acordaron fundar una institución para la práctica del fútbol y algunas actividades sociales. Era el 29 de septiembre de 1934. Nacía el Club Gimnasia y Esgrima de Tandil.
La primera comisión la integraron: Presidente: Ladislao García (h), Vice: Roberto D. Crocce, Secretario: José López, Pro: Rafael Arona, Tesorero: Juan D. Pagliaro, Pro: José Dick, Vocales: Salvador Pagliaro, Alonso Cano, Pedro Pagliaro, Alfredo Bruno, Godofredo Barragán, Pedro Vergara y Ángel León; Secretario de actas: Pascual Arona, Revisores de cuentas: Esteban Russo y Juan M. Quintana
Rápidamente comenzaron a disputar partidos con el equipo integrado por jóvenes de la barriada hasta que en 1944 se afilió a la Liga Tandilense. El 21 de marzo fueron aprobadas las credenciales de los dos primeros delegados, como titular Ramón Porfiglio, un permanente animador del trabajo en el club y como suplente  Felipe García.
El 26 de setiembre de 1942, se realizó la inauguración de la actual sede que con el correr de los años se fue remodelando en lo que hace al cuerpo del edificio y en la actualidad cuenta con sector para la comisión directiva, secretaria, cantina, salón de fiestas y gimnasio para la realización de actividades deportivas.
El gimnasio “Pedro Miotto” se comenzó a levantar en mayo de 1971, son
800 metros cuadrados con techo parabólico y el 11 de mayo de 1974, con la presencia de las autoridades municipales, dirigentes, socios, invitados, representantes de instituciones, amigos y colaboradores, quedó inaugurado.
El 27 de octubre de 1977 se adquirió la fracción de tierra ubicada en la zona de la Rural donde se construyó la cancha para la práctica del fútbol.
En el club se formaron varios futbolistas que alcanzaron relieve nacional e internacional tales como Daniel Romeo, Bernardo Romeo, Mario Vener, y el mundialista Mauro Camoranesi, a manera de ejemplos.
El “lobo” tandilense tuvo destacados dirigentes como Pedro Miotto, Enrique Isasmendi, Juan Pagliaro, Jorge Ibáñez, Armando Zapico, Luis Mestelán, Ángel Menna entre otros. El actual presidente es Mauricio Mohape.


Principal bibliografía: Alfaro, Carlos O.: "Del potrero al pizarrón, 100 años de fútbol en Tandil";  Dipaola, Néstor: “Club  y Biblioteca  Ramón Santamarina. 1913-2013. 100 años”; Dicósimo, Daniel: “Historia de una pasión. Origen y evolución del Club Independiente 1918-1993”;  Echegaray, Raúl y Gómez, Luis: ”Club Defensa Tandil.100 años de historias

Daniel Eduardo Pérez